Equipación que será utilizada por la selección española de fútbol en el Mundial de Rusia 2018. EFE
En la Federación de Fútbol y Adidas no habrán leído Paracuellos. Una verdad incómoda, de Julius Ruiz, ni los libros de Gibson, Vidal o Martínez Reverte. Por eso presentaron ayer, justo ayer, la nueva camiseta de la selección, con una raya morada en recuerdo del régimen que nos llevó a la Guerra Civil y una señera, acaso para recordar que el genocidio católico de Cataluña fue el modelo de Paracuellos. Para compensar el CIS, Pablo Iglesias salió en Twitter con una camicheca. A él sí le representa.
La 'Camicheca'
Ayer era el aniversario de la masacre de Paracuellos de Jarama, nombre que agrupa masacres de varios días y lugares, del caz del río a Torrejón de Ardoz, convertidos en inmensas fosas comunes donde miles de presos políticos, ilegalmente detenidos por las patrullas del CPIP -el verdugo colectivo en el que participaban todos los partidos del Frente Popular- fueron acarreados en autobuses de dos pisos y, tras robarles hasta los zapatos, fusilados sin juicio alguno.
En la Federación de Fútbol y Adidas no habrán leído Paracuellos. Una verdad incómoda, de Julius Ruiz, ni los libros de Gibson, Vidal o Martínez Reverte. Por eso presentaron ayer, justo ayer, la nueva camiseta de la selección, con una raya morada en recuerdo del régimen que nos llevó a la Guerra Civil y una señera, acaso para recordar que el genocidio católico de Cataluña fue el modelo de Paracuellos. Para compensar el CIS, Pablo Iglesias salió en Twitter con una camicheca. A él sí le representa.
Hacía tiempo que la selección española no vestía una camiseta
tan bonita.Tod@s con la roja (Pablo Iglesias)
Alemán como Adidas -ayer tiré unas zapatillas- era Felix Schlayer, cónsul de Noruega, que siguiendo el rastro de un amigo secuestrado, padre del historiador y ministro de Cultura Ricardo de la Cierva, descubrió las fosas de Paracuellos del Jarama
Dos palmos de tierra fueron el sudario de miles de españoles, muchos de ellos menores de edad, atados con una cuerda por la muñeca de dos en dos, y cuyos restos desprendían un terrible hedor.
El mérito de Schlayer es aún mayor que el de Melchor Rodríguez, el Ángel Rojo, que, al segundo intento, acabó con las masivas sacas de presos organizadas por el CPIP y Carrillo, pero respaldadas por Galarza en Gobernación, García Oliver en Justicia y el propio Largo Caballero, que sabía muy bien lo que pasaba tras la masacre de la Cárcel Modelo donde murieron el benemérito Melquíades Álvarez y Ramiro de Maeztu, notable intelectual español pero más apreciado y conocido en Inglaterra y en inglés que en su patria.
Schlayer llegó a dormir a la puerta de una cárcel de mujeres para impedir que las milicianas sacaran a las presas. Y con los embajadores de Chile y Argentina lograron que el Gobierno dejara hacer al buen Melchor.
Para ocultar Paracuellos, el Gobierno derribó el avión que llevaba a París las pruebas de la masacre, y puso a mentir en inglés a Margarita Nelken. Su éxito, aunque a patadas, continúa.
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