EL PARTO DE LOS MONTES
Eduardo Soto Álvarez
Mérida, 8 deNoviembre de 2017
En el siglo IV antes de Cristo, existió en Grecia un escritor que cultivaba uno de los géneros literarios más antiguos: la fábula, composición corta con intención didáctica; su nombre era Esopo y entre sus composiciones más famosas se encuentra El Parto de los Montes.
Esta fábula nos cuenta que en un lugar lejano, hace mucho tiempo, los montes comenzaron a hacer ruido y parecía que fueran a parir, la gente estaba expectante, pues presenciaría un hecho singular, el fragor se hizo estrepitoso y se creyó que nacería algo enorme que nadie sabía que era, pero al llegar el día del parto, lo que alumbraron fue un ratón.
Pues bien, la fábula no ha perdido vigencia, pero, en este caso, los que hicieron el bullicio no fueron montes sino valles y el bombazo taurino que marcaría el retorno de nuestra nueva figura, resultó ser no solo en plaza portátil, sino con novillos y en un festival colofón de una fiesta campera.
Los festivales son festejos que no cuentan para el escalafón, se utiliza traje corto, reses con pitones arreglados, que propician lucimiento con riesgo reducido y se celebran generalmente con fines benéficos, aunque en este caso hayan sido crematísticos; además, de esta manera, se garantizaría otra presentación, ya de carácter formal, con similar o mayor expectativa.
No era fácil concebir que el tan esperado retorno de nuestro naciente Coloso de la Fiesta Brava, se cumpliría en semejante marco. Se podrá argüir que era la única manera de ver nuestra figura, quizás hasta urgida de frecuentes actuaciones para resarcir lo invertido; aunque en un festival no pueda brillar su valor y su arte con autenticidad plena, pero si mostrar sus buenas maneras, lucir en banderillas e hilvanar faenas de oropel.
En todo caso, que Dios ampare a Colombito en el ruedo y que también lo proteja de los avatares que entraña el fulgor de su carrera.
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