Una pena que los contenidos y posos artísticos sean tan escasos cuando los planteamientos de empresa y público son verdaderamente ilusionantes.
Juan Miguel Núñez Batlles EFE
Se lidiaron toros de Juan Pedro Domecq, de aparente presencia pero faltos de raza y de fuerzas, que no plantearon más problemas que los derivados de su propia y escasa condición. Paraditos, de viajes cortos y echando las caras arriba, cuando no estaban de rodillas pese a los mimos de los lidiadores. No obstante, no hubo más protestas en el tendido que las que obligaron a devolver al tercero, con el hierro de Parladé, del mismo encaste y casa ganadera. Al correrse turno, el sobrero, de la ganadería titular, salió en sexto lugar. De los seis, sólo se salva el cuarto.
Enrique Ponce, una oreja y dos orejas.
Curro Díaz, ovación y oreja.
Sebastián Castella, oreja tras aviso y oreja.
Por trofeos ganó Ponce, maestro de la técnica. Los muletazos más profundos los dio Curro en el quinto. Castella estuvo afanoso y valentón, como obligaban los toros.
Una pena que los contenidos y posos artísticos sean tan escasos cuando los planteamientos de empresa y público son verdaderamente ilusionantes.
La impecable organización de la corrida de ayer en Granada, en la víspera de la Festividad de la Virgen de las Angustias, es algo muy reconfortante: pensar y comprobar que seguiremos yendo a las plazas de toros.
Controles y recomendaciones sin agobios, dejaron patentes que se puede disfrutar de nuestra "Fiesta" pese a la triste situación que atraviesa España.
El espectáculo de la corrida, conforme se ofreció ayer en Granada, debe servir como modelo a múltiples actividades de ocio en cuyo montaje o no llegan o se pasan.
Los toros así, además de ser gratificante cultura y diversión, son seguros. Del todo, muy seguros.
Una tarde espléndida en casi todos los aspectos. Pues a pesar de las notables carencias de fortaleza en los toros y del pañuelo fácil en el "palco" en la concesión de trofeos, la parte artística de la función se saldó asimismo con interesantes pasajes.
De igual manera hay que resaltar detalles como el de la oportuna y brillante intervención de la Banda al atacar en el paseíllo con la melodía de Agustín Lara que inmortalizó musicalmente la ciudad. El impresionante y muy emotivo minuto de silencio para implorar por las víctimas de la pandemia que está sufriendo el mundo y asimismo para recordar a "Paquirri" en el XXXVI aniversario de su muerte. Conmovedor trance que abrochó el Himno Nacional, cuyos sones se ahogaban en una cerradísima ovación entre vivas a España y al rey.
Enhorabuena a la organización (Real Maestranza propietaria de la plaza, y empresa Puerta Grande) y felicidades a los privilegiados espectadores.
Fiesta de los Toros, Fiesta de España, Fiesta única, Fiesta grande....
Juan Miguel Núñez sigue siendo un maestro de la literatura de toros. Solo la faltó en la vida ser un maestro toreando. Lo será en el cielo de los toreros, donde ellos lo acogerán como uno de los suyos.
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