Gaspart arrastraba hasta ahora la bien merecida fama de ser el peor presidente del Barcelona desde que éste club fuera fundado allá por 1899, de modo que si los socios expulsan a Bartomeu y pasa a convertirse en el primer presidente reprobado con éxito, Barto sustituirá a Gaspart como el peor de todos los tiempos.
De modo que la primera duda queda despejada. Si alguien creía que Bartomeu iba a presentar la dimisión ante la evidencia de esas veinte mil firmas, o sea si alguien pensaba que se iba a ir antes de que casi con total seguridad le echaran, ya puede ir alejando esa idea de su cabeza: Bartomeu no piensa dimitir y luchará por seguir... hasta dentro de seis meses. ¿Por qué? ¿Por qué un empresario de éxito, como Bartomeu, se mete de hoz y coz en el mundo del fútbol, pierde tiempo y seguramente prestigio, puede que también dinero, y, ante lo que supone un clamor popular en su contra, decide luchar él sólo contra molinos de viento? ¿Por qué? ¿Únicamente por el tema económico? ¿Por los avales? ¿Tan mal está la situación que quiere retrasar el mayor tiempo posible el relevo en la presidencia? Por lo que sea, y a la espera de lo que decidan el juez y también las autoridades sanitarias, que algo deberán decir, José María Bartomeu, el afable Barto, piensa vender muy cara su piel.
Bartomeu se ha equivocado mucho y muchas veces además, de un modo reiterado, casi, casi pertinaz. Pero si su presidencia, salvo para los madridistas que lo adoran, pasará a la historia del fútbol español como un gran fiasco es por la sencilla razón de que se apoyó en los futbolistas, entregó las llaves del club a los jugadores y peloteó hasta la saciedad a uno de ellos en concreto, a Lionel Messi, que tras amagar con su adiós, ahora está sentado a la puerta del presidente a la espera de ver pasar el cadáver deportivo del hombre que le dio todo lo que pidió. Mal hecho, Barto, mal hecho: el futbolista es egoísta, egocéntrico, un niño mimado y, debido a su naturaleza, tendente a la traición. Te entregaste al vestuario y, cuando te diste cuenta, ya era demasiado tarde. Miraste hacia otro lado y, cuando te avisaron, te estaban moviendo el sillón. Dejaste hacer, no miraste por el club sino por los empleados, o sea por ti. Quisiste sobrevivir un día más y lo lograste, lo conseguiste renovando cada tanto su ya de por sí millonario contrato al jugador que más manda en el fútbol mundial. Y no lo digo yo, lo dice el Tata Martino.
Al fin, la anestesiada afición reaccionó, pero lo hizo en gran parte contra ella misma, contra sus propios argumentos. Durante años he tenido que oír que lo mejor era darles todo, entregarles el club. Messi era más importante que el Barcelona, y Messi quería a su lado a Suárez, a Vidal, antes a Pinto. Bartomeu miró hacia otro lado porque la afición también lo hizo: todo estaba justificado si la pelotita entraba entre los tres palitos. También lo he leído durante años: a Messi hay que darle lo que quiera para que esté contento. Ahora Messi simplemente ha dejado de sujetar la pared y el Fútbol Club Barcelona se ha derrumbado. A mí, como amante de España, me habría gustado que el socio del Barcelona se hubiera rebelado ante la descarada utilización del club como plataforma política independentista. Tampoco habría estado mal que, después de ofrecer hasta seis versiones distintas acerca del precio de Neymar, los socios no hubieran dejado sólo ante el peligro al pobre Jordi Cases, al que se le hizo la vida imposible en la ciudad condal. Pero todo eso dio igual, las cuentas, el prestigio, la perversa politización... Si Bartomeu sale disparado por la ventana, y tiene toda la pinta de que así será, se lo deberá a los jugadores. Si, en vez de caer ante la Roma, perder ante el Liverpool o acabar machacado por el Bayern, el Barcelona hubiera ganado una o dos Copas de Europa de las cuatro últimas, Barto sería el rey. Es otra de las diferencias que hay entre el Real Madrid y el Barcelona. El socio del Madrid echó a un presidente después de ganar la Copa de Europa y el club al entrenador que conquistó La Séptima tras treinta y dos años de espera. Dos estilos diferentes.
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