Se puede cambiar la ley por otra mejor, pero cumplir la vigente hasta que llegue el cambio.
Vale para las plazas de toros y para cualquier lugar del planeta.
En Ronda en el 17 hubo crítica y denuncia de un torero al presidente y después amenaza (Es el segundo rabo que me quitas y no va a ocurrir más, dicho por el torero Cayetano). La autoridad lo comunica a la Junta, autoridad democrática del Gobierno, y ésta le pone una sanción mínima de 500 €. Recurre el enrabietado torero con el inevitable Moeckel y el tribunal le da la razón y el inevitable pone a parir a la autoridad y todo lo que se mueve.
Cada uno dice lo que piensa, según la manida y muchas veces utilizada erróneamente libertad de expresión) y por eso yo digo escribo:
1.- Que no estoy de acuerdo con la sentencia.
2.- Que el tribunal se traga lo de crítica, denuncia y amenaza y que está en su derecho por la ley que le ampara. Puede, en este caso, como diría Pedro Almodóvar, tratarse de un error democrático.
3.- También la ley amparaba al presidente, que es la máxima autoridad. Y en su poder puede o no otorgar el rabo.
4.- Puede, aunque no debe, increpar y amenazar el torero al presidente y éste puede y debe ejercer su autoridad como respuesta. Y, después, todos acatar la autoridad competente que en este caso está por encima de presidente y torero.
5.- Debe -otra vez escribo debe- quedar clara la autoridad del presidente y acatarse en todos los casos mientras se celebra el festejo taurino.
En el otro espectáculo de masas, el fútbol es el primero y los toros el segundo, las palabras del torero habrían sufrido, supongo y es lo habitual, una fuerte sanción, recurrible, eso sí ante el comité de competición que por otra parte también sanciona a la máxima autoridad en el campo, el árbitro, cuando se equivoca, pero que tiene todo el poder –todo- durante el partido. En algunos casos, pocos, el poder del árbitro, cuando se ejerce mal o abusivamente, es revisado y sancionado con alguno o algunos partidos de suspensión. Lo que se llama mandarlo a la nevera. No es intocable ni inviolable.
La consecuencia de todo es que hay que reforzar y dejar claro que el presidente de un espectáculo taurino es la máxima autoridad y dejarle decidir libre y justamente. Y que su luz brille y lo sepa todo el mundo.
24 horas antes ya organiza todos los grandes detalles del espectáculo y acumula todas las responsabilidades y hasta se somete a la crítica de los espectadores, pero su figura es su figura. Prevalece.
Si esto no funciona bien, el toreo no funcionará.
No hay comentarios:
Publicar un comentario