"Muere un tal Víctor Barrio de profesión asesino de toros en Teruel…, yo que soy un ciudadano muy 'educado' hasta el punto de ser maestro, me alegro mucho de su muerte, lo único que lamento es que de la misma cornada no hayan muerto los hijos de puta que lo engendraron y toda su parentela, esto que digo lo ratifico en cualquier lugar o juicio. Hoy es un día alegre para la Humanidad. Bailaremos sobre tu tumba…”
Y el cantautor catalán Pablo Hasel:
"Si todas las corridas acabaran como la de Víctor Barrio, más de uno íbamos a verlas… Ha muerto un torero. Un torturador menos, hoy el planeta está un poco más limpio de tanta mierda".
El educador fue procesado por el delito de oido y absuelto con el argumento de que "el Código Penal no incluye al mundo de la tauromaquia como colectivo vulnerable". Pero el rapero, al que no se juzgó entonces, fue condenado ahora, en enero pasado, a nueve meses de prisión, por otras expresiones no menos crueles contra blancos diferentes.
Sus rimas de tiros en la nuca, bombas, kilos de amonal, navajazos, piolets en la cabeza, muertes, amenazas, putería, siglas y nombres propios fueron consideradas “enaltecimiento del terrorismo” e “injurias a la corona”. Refugiado en la rectoría de la Universidad de Lleida, su captura ha desatado hasta hoy una semana de solidarias y violentas protestas.
Casi al tiempo, en Washington, el Congreso de la nación, asaltado cuando se disponía a refrendar el resultado electoral, por una turba iracunda tras el resentido discurso del presidente derrotado, le abría juicio a este, rechazando su incitación al terror con mayoría de votos. Amplia, mas no suficiente para la condena (dos tercios). De su parte, Facebook y Twitter, ya se habían anticipado a cancelarle preventivamente sus cuentas.
Debate universal. Desde distintas militancias ideológicas y partidarias, la democracia, la legalidad, la libertad han sido invocadas con sesgos evidentes. Pero sobre tan altos conceptos, y linduras retóricas pesa una constante humana. Siempre, desde cualquier bando y bajo cualquier pretexto, hasta el de la causa más justa, lo desalmado puede aflorar, justificarse y convocar complicidad. La historia lo confirma.
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