Al cebo de la codicia separatista han salido de la cárcel las moscas del muladar independentista galleando su desafío, sin mano que lo estrangule ni acero que lo taje. No hay grilletes ni remo de galeote esperando a los matones separatistas que, con el olor a presidio aún fresco en los calcañares y la halitosis de los traidores, se ufanan proclamando que volverán a intentar asesinar a España amputándole Cataluña.
No hay guante que los rete ni palabra que les desafíe más allá de la estéril melopea democrática, de sus salmos, de sus consejas y de sus admoniciones más sobadas que el culo de una ramera del Rabal, que los chulos del separatismo, sin hidalgo español que les haga frente, se pasan por la palangana de las urnas para seguir haciendo con las rosas de San Jordi la corona mortuoria de la Putaespaña.
Ese será el resultado de las elecciones en Cataluña. Los relojes de su Parlamento y de la Generalitat volverán a descontar las horas sin peso de España, mientras los diputaditos autonómicos del PP y de VOX le harán el boca a boca a la Constitución sobre el cadáver catalán de España. De la Putaespaña, de orgullo silenciado y memoria arrebatada por el Mistral y la resaca en la playa de Barcino.
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