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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 25 de agosto de 2024

Bilbao.- 7ª de las Corridas Generales. Pablo Hermoso se despide con muy poco público / por Barquerito / Fotografía: Andrew Moore


Le corta las orejas al toro del adiós. Corrida deslucida de Lorenzo Fraile, Juan Ortega, a cámara lenta


Bilbao. 7ª de las Corridas Generales. 4.000 almas. Cubierto y fresco. Dos horas y tres cuartos de función.

Dos toros -1º y 4ª- para rejones de San Pelayo (Pedro Capea),  tres en puntas -3º, 5º y 6º- de Lorenzo Fraile, el quinto con el hierro de Puerto de San Lorenzo, los otros, con el de Ventana del Puerto y un segundo tris, sobrero, de Valdefresno.

Pablo Hermoso de Mendoza, silencio y dos orejas. Diego Urdiales, silencio y silencio tras aviso. Juan Ortega, una oreja y ovación..

David Saleri, sobresaliente, no fue invitado a intervenir.

Pablo Hermoso se despide con muy poco público

Barquerito
Colpisa/Bilbao, 24 Agosto 2023

Era corrida de tres hierros. Los de San Pelayo. Los cuatro de lidia ordinaria, de los dos hierros de Lorenzo Fraile. Estaban enchiquerados dos sobreros: uno de San Pelayo y otro de Puerto de San Lorenzo. El segundo de corrida, de Ventana del Puerto, al rematar contra un burladero quedó descoordinado y fue devuelto sin haber llegado a tomar engaño. El sobrero y el quinto de sorteo, los dos del Puerto, llevaban el mismo nombre: Cartuchero

Con el sobrero se estiró Diego Urdiales a la verónica. Lances largos y claros. El toro había sido recibido con protestas de quienes llevan desde el miércoles reclamando el toro de Bilbao. Por justo de trapío fueron las palmas de tango, que iban a volver sonar al asomar quinto y sexto. Después del saludo de Urdiales, se rompió la mano izquierda el toro y fue devuelto. No estaba anunciado ni enchiquerado un segundo  sobrero, tercero tris de su turno. Del hierro de Valdefresno. La operación de poner el toro en marcha se comió cinco minutos de reloj. 

Por eso, pero no solo por eso, la corrida iba a irse hasta casi las tres horas, que pesaron como si fueran de plomo. En parte, porque no asomó ni un rayito de sol en toda la tarde. Con el pie cambiado empezó la corrida. Pablo Hermoso, en la tarde de su despedida, anduvo fallón con un primer toro que se paró enseguida y esperó. Dos rejones de castigo, cuatro farpas y tres cortas dejaron al toro medio muerto. A Pablo, según protocolo obligado, se le rindió homenaje en la tarde se su adiós con el aurresku de honor propio. Pablo lo recibió montado. Rareza.

A Diego Urdiales lo sacaron a saludar desmonterado antes de soltarse el segundo de corrida, el toro lisiado de la desgracia. Corretón de salida, el toro de Valdefresno romaneó en el segundo puyazo, lo peleó pero no pudo con el caballo. Hizo hilo en banderillas con Víctor Hugo tras prender el par que cerraba el tercio y Perico Muñoz, tercero de la cuadrilla de Juan Ortega, hizo el quite de la tarde. A Diego le habría gustado el toro porque lo brindó desde los medios. Muletazos de horma, pero enseguida tocó tirar del toro y reclamarlo a la voz. Ni así. Venido abajo, se fue abriendo y soltando el toro antes de parase y rajarse. Una estocada al segundo intento. Coz del toro. 

Al tercero, del Puerto, cinqueño y hondo, le ajustó las tuercas Juan Ortega con un manojo de verónicas encajadas a modo y rematadas con media suntuosa, de mucho vuelo. Fue toro de buen aire por la mano derecha, y por ella se acopló Ortega sin duelo, acariciando y adormeciendo la embestida. Se sabía que iba a torear despacio, pero no tanto. La falta de gas del toro hizo de su toreo en redondo casi un espejismo. Habían sido notables las dobladas de apertura y la faena había ido tomando cuerpo cuando Ortega se echó la muleta a la izquierda. Pegajoso, el toro lo desarmó y, de paso, avisó con rajarse. En su amago se encontró con tres molinetes distintos. Caló. Una estocada ladeada y un descabello. Una oreja para celebrar el debut en Bilbao, donde se le esperaba. 

La segunda parte de corrida, ya sin sobreros de sobresalto, empezó a casi las ocho. Pablo Hermoso anduvo resuelto, inspirado, feliz, acertado y un punto teatral con un toro, ahora sí, con fuelle y fondo. Se adornó con los aires de su invención en los galopes en tablas, clavó arriba y reunido, lo bordó en banderillas con el tordo Malbec, se lució en piruetas al salir de suerte y en la cara del toro, y cobró un rejón de muerte que bastó. Dos orejas. Y adiós a Bilbao con una interminable vuelta el ruedo que concluyó con Pablo besando la arena negra de Vista Alegre.

El quinto toro huyó de su sombra tras pegar oleadas. Diego cortó a tiempo. Hizo guardia con la espada en uno de siete intentos. Tres descabellos. Remató Ortega cuando, ya dos horas y media de corrida, pesaba la cosa toda. El trazo de verónicas singulares, un quite precioso por chicuelinas, el toreo a dos manos de calidad particular, los naturales a cámara lenta, el pulso siempre, la gracia de recortes y salidas,  y un exceso de premiosidad también, todo eso se encontró a la gente cansada. Y se puso, además, a llover.

Fotografía: Andrew Moore




















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