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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 20 de julio de 2018

La España del horror. Los españoles gastamos fortunas en que se hable mal de España / por Hermann Tertsch


Demagogia mentirosa sobre burdos falseamientos. Pero la forma es una joya. Es un vídeo que nos ha costado una fortuna. A todos los españoles. Porque somos los que financiamos al autor, Òmnium, la organización separatista y supremacista volcada en el golpe de Estado.

La España del horror
Los españoles gastamos fortunas en que se hable mal de España

Hermann Tertsch
ABC, 20 de julio de 2018
Circula por ahí un vídeo, bien hecho, es decir caro, en el que la comunista Angela Davis, el pelmazo de Noam Chomsky, un tal Pep Guardiola, el célebre pesebrero izquierdista Martín Caparrós y algún otro personaje de similar catadura y obediencia, dicen que España es un país de horror. Dicen en sus breves y cuidadas intervenciones que están muy preocupados. Porque en España, dicen, no se respetan los derechos humanos y te meten en la cárcel en cuanto te quejas. Parece que hablan de la Camboya de Pol Pot. Aunque a ese nunca le criticarían. Digamos que parecen hablar del régimen de Pinochet. Como víctimas de este estado opresor mezclan a raperos que amenazan de muerte a políticos con matones agresores y golpistas que intentan acabar con España, autores de decenas de delitos que nada tienen que ver con opinión. Todo el montaje es una mentira perfecta. Es perfecta, porque no lleva verdad alguna. Pero también porque la presentación es impecable. Dan ganas de creerles todo a unos sinvergüenzas que, en magnífica imagen de blanco y negro, recitan con buen ritmo sus solemnes patrañas. El fondo es pura mierda

Demagogia mentirosa sobre burdos falseamientos. Pero la forma es una joya. Es un vídeo que nos ha costado una fortuna. A todos los españoles. Porque somos los que financiamos al autor, Òmnium, la organización separatista y supremacista volcada en el golpe de Estado.

Cataluña está quebrada. La han quebrado sus gobernantes ladrones con su robo permanente. La han quebrado sus ingentes gastos ideológicos, desde el permanente pogromo contra la lengua española hasta sus embajadas usurpadoras, las subvenciones a los medios o los pagos a separatistas en otras regiones. Y el inmenso ejército de paniaguados. Con gremios como el periodismo comprados de arriba abajo con pocas excepciones. Cataluña está quebrada porque los ladrones y los honrados buscan sitios confortables para su dinero. Y porque las élites, para evitar la cárcel por corruptos, abolieron el sentido común y se convirtieron en predicadores de la fe que pretenden les salve de la realidad, de la Justicia y de España.

Los golpistas de esa Cataluña quebrada hacen con dinero español soberbias campañas en contra de España. Y Òmnium, organización instrumental del golpismo, cuyo jefe está en la cárcel por su actuación criminal contra el Estado, tiene máxima solvencia. Tienen además plena cobertura y apoyo de todas las televisiones del duopolio y de la RTVE del PP y ahora de los comunistas.

Pedro Sánchez ha abierto el grifo para que todos los enemigos del Estado tengan todo lo que necesiten.

En Madrid sigue colocando a joyas. En el Instituto Cervantes entra García Montero, poeta cuyo mayor mérito, además de ser comunista, es ser marido de Almudena Grandes, esa musa de la reciedumbre miliciana. En RTVE, pese al fiasco en el asalto podemita, está garantizada una cobertura ideológica sin fisuras. Pero Pedro Sánchez no se limita a facilitar a los demás su propaganda antiespañola. Él proclama que las calles españolas no son seguras y las mujeres viven aterrorizadas por los violadores. Gran promotor turístico ese joven. Así las cosas y a falta de que se intente salvar el PP con Pablo o se hunde con Soraya, solo el Rey y el juez Llarena están en su sitio. Por eso se les dispara con todo. Es razonable que los defensores de la España unida y constitucional preparen un calendario de movilizaciones para septiembre, para exigir elecciones y rechazar el delirante programa que prepara el siniestro gabinete de Pedro y sus ninfas feministas. Porque si no, hay peligro de que pronto, aunque alguien se atreviera a hablar bien de España, no encontrará ya razón para hacerlo.

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