"..La primera Gran Corrida Extraordinaria de Beneficencia se celebró el año 1856. A partir de ese momento su celebración anual se constituye en costumbre tradicional madrileña e hito del calendario taurino español.."
«La de Beneficencia en Madrid
El pasado día 9 de junio se celebró la Corrida de Beneficencia en la Plaza de Toros de Las Ventas de Madrid.
Esto me lleva a considerar que no es un mal momento para, mirando al pasado, traer hasta nuestros días el origen de este festejo taurino tan arraigado en el devenir de las tradiciones madrileñas.
La primera Gran Corrida Extraordinaria de Beneficencia se celebró el año 1856. A partir de ese momento su celebración anual se constituye en costumbre tradicional madrileña e hito del calendario taurino español.
Evidentemente existen antecedentes históricos en los cuales podemos cimentar la celebración de la Corrida de Beneficencia.
Ya en la época de Felipe II se propuso un festejo para recaudar dinero a favor del Hospital General.
El Hospital General de Madrid nació de la reunión de los hospitales de la Villa y Corte, solicitada por las Cortes de Castilla y tramitada por Felipe II ante el papa Pío V, quién la autorizó en bula de 27 de abril de 1567.
Habría de pasar una centuria para que en el siglo XVII con motivo de las carencias financieras del Hospital General de Atocha y otras entidades de beneficencia, el rey Felipe IV decidiera que la recaudación de las celebraciones taurinas se donara íntegramente a los hospitales.
El siglo XVIII trae, con la venida de la dinastía de los Borbones, y tal como nos enseña don José Ortega y Gasset, la primera, y más grave y significativa, crisis de la Tauromaquia.
Hasta el siglo XVIII los festejos taurinos se venían celebrando en las plazas mayores de los pueblos y de las ciudades. La Tauromaquia era acogida por los españoles en el corazón de sus núcleos urbanos. En el ombligo de sus estructuras habitacionales. La Tauromaquia vertebraba y, a su vez, era amorosamente acogida en el seno más íntimo de las cívitas hispanas.
A partir del siglo XVIII la Tauromaquia se ve exiliada a las afueras de las urbes españolas. Se la oculta en lugares cerrados. Se la oprime entre ajustados muros. El pueblo es sustituido por los espectadores. Surgen las plazas de toros.
La primera plaza de toros construida en Madrid a “ladrillo cal y canto” nace por mandato de Fernando VI el año 1749. Con anterioridad, los festejos taurinos se venían celebrando, tal como había sido ancestral costumbre, en la Plaza Mayor.
Aquella primera plaza de toros fue edificada extramuros. En el solar en el que hoy se alzan los edificios que quedan limitados por la calle de Alcalá, por la calle de Serrano y por la propia Plaza de la Independencia, en la cual se alza la bella Puerta de Alcalá.
Existen cuadros en los que se nos permite contemplar aquella primera plaza de toros de Madrid. De igual manera podemos ver en la Plaza de Toros de Aranjuez, una minorada copia de aquella primera plaza de toros de la capital. Ya que se edificó, para el regocijo de los monarcas durante sus estancias en el palacio de la localidad, siguiendo los planos de aquella primera plaza de toros madrileña, aunque de dimensiones más reducidas.
Aquella primera plaza de toros madrileña, una vez concluida el año 1754, fue regalada a la Junta de los Reales Hospitales, a fin de que estos pudieran tener una fuente de financiación mediante la organización de corridas de toros “por sí o por medio de arrendador o empresario”. Fueron utilizadas ambas formas de explotación, durante el periodo en el cual esta plaza se mantuvo abierta.
El año 1786 afloró un grave problema financiero en la tesorería de los Reales Hospitales, pues según nos informan las páginas del Diario curioso, erudito, económico y comercial del miércoles 18 de octubre de dicho año, los Reales Hospitales habían tenido un déficit durante los siete años anteriores de 184.981 reales, que con atrasos, la cantidad ascendía a 1.589.481 reales.
Expuesta la situación por la Junta de Reales Hospitales ante la Corona, a través de don José Moñino y Redondo, Primer Conde de Floridablanca, a la sazón Secretario de Estado, se consiguió la institución de tres arbitrios, a fin de remediar la muy precaria situación hospitalaria:
1º.-El privilegio de la Ópera.
2º.-La gracia de un maravedí por cada peso fuerte que se extrajera del Reino.
3º.-Pensiones eclesiásticas para dotar a los capellanes de los Hospitales, excusados los sueldos.
Sumando los tres arbitrios habrían de ser recaudados 590.000 reales.
Otro medio propuesto para paliar la deficiente situación económica de los Reales Hospitales fue cerrarlos a los “enfermos que excedieran de facultades o rentas”; medio que fue desestimado por la Junta prefiriendo acogerse a la caridad “pidiendo sin distinción de personas por todas las casas de esta Corte”.
Recurrir a la mendicidad supuso que se hiciera público y notorio, a todas las gentes de la Corte sin distinción de estado o condición, la dramática situación económica del dispositivo sanitario-hospitalario de Madrid.
Estaba terminando la temporada taurina. Habían actuado durante la misma como espadas Joaquín Rodríguez “Costillares,” José Delgado “Pepeillo” y Francisco Garcés. Los cuales propusieron, en escrito firmado por los tres, a la Junta de Hospitales,
“siempre que el Rey lo autorizase y si S M, se dignase conceder licencia para otra fiesta, y V.E, lo tiene a bien, trabajar en ella sin interés alguno, y esforzarse cada cual en cuanto pueda su habilidad para atraer el concurso del pueblo, echando suertes, cuyo producto sea todo del hospital”.
En otro escrito y por separado lo hicieron en nombre propio y en el de sus compañeros, los varilargueros Manuel Jiménez, Diego Molina Chamorro y Laureano Ortega.
El día 12 de noviembre aparece la siguiente noticia en el Diario curioso, erudito, económico y comercial.
TOROS.- "El Rey Nuestro Señor (que Dios guarde) se ha servido señalar mañana 13 del corriente para ejecutar una fiesta extraordinaria que se ha dignado conceder a representación de la Real Junta de Hospitales General y Pasión de esta Corte, hallándose impulsada por los lidiadores, así de a caballo como de a pie, con el deseo de trabajar en ella sin percibir interés alguno, para contribuir por su parte a remediar las notorias necesidades de hospitalidad, extendiéndose también su celo a haber solicitado de varios ganaderos la limosna de los toros que fueren de su agrado, para hacer más fructuosos los rendimientos de dicha corrida; y aunque hasta ahora solo han contestado don Álvaro Muñoz y Teruel y don Juan Manuel Luque, dispensando aquel generosamente 4 toros y éste dos.
Con la circunstancia de que, por no ser posible traerlos a tiempo, abonarán sus respectivos importes. Se tiene fundada esperanza de que no sean los únicos que ejerciten semejante acto de piedad en obsequio de la causa común. Los 18 toros son 6 de la vacada de don Miguel Girón, con divisa encarnada; 8 de don Juan Bañuelos, vecino de Colmenar Viejo, con divisa azul; y 4 de Juan de la Morena y Adeva, vecino también de Colmenar Viejo, con la divisa blanca.
Por la mañana picarán los dos primeros toros Diego Molina Chamorro y Laureano Ortega; los dos siguientes, Alberto y José Cordero, y los dos restantes Juan Molina Chamorro y Bartolomé Carmona, animados todos con un mismo espíritu de divertir al público con esta variedad y del deseo de que su mayor concurrencia sea más benéfica para los pobres; con el mismo objeto estoqueará Rodríguez “Costillares” el primer toro y le banderilleará José Delgado, que matará el segundo y le pondrá banderillas Francisco Garcés, éste el tercero, banderilleándole “Costillares”; igual método guardaran Francisco Herrera, José Jiménez y Francisco Ramírez (alias el “Maligno”) en los tres últimos toros. El undécimo toro, lo lidiará la cuadrilla de banderilleros, tomando todos a su tiempo la espada para matarle el que antes tenga proporción, con el fin de agradar y divertir al concurso; y Manuel Rodríguez, (conocido por “Nona”), ofrece poner parches al duodécimo toro, banderillearlo y estoquearlo; y finalmente todos en manifestación de su caridad, han de servir la Plaza, abriendo la puerta del toril, alargando banderillas y haciendo cuanto ocurra en ella”.
Pensamos que es necesario aclarar que en aquellos tiempos las corridas se desarrollaban a lo largo de todo el día, media corrida por la mañana y media corrida por la tarde. De ahí que cuando comenzaron a celebrase únicamente en una jornada, preferiblemente de tarde, se anunciaran como “Media corrida”, aspecto que es interesante a la hora de dar significado a esta expresión en los carteles anunciadores de festejos taurinos, incluso cuando el siglo XIX había comenzado a caminar sus primeras etapas por la Historia.
En el mismo periódico al que ya nos hemos referido más arriba, el Diario curioso, erudito, económico y comercial, y en su número correspondiente al día 15 de noviembre se puede leer: "La fiesta extraordinaria, que se celebró antes de ayer en la plaza acostumbrada ha producido 58.178 reales y 12 maravedíes de vellón”.
Estas fueron las circunstancias en las que se celebró el día 13 de noviembre del año 1786 un festejo taurino que podríamos considerar antecedente próximo a la primera Corrida de Beneficencia.
Pero habrían de transcurrir todavía setenta años para llegar a 1856. Fue este año cuando se celebró la primera Corrida de Beneficencia. Fue en 1856 cuando se anuncia un festejo taurino en Madrid con esta precisa d enominación: CORRIDA EXTRAORDINARIA DE BENEFICENCIA.
Su objeto era financiar el Hospital Provincial y la beneficencia madrileña. Desde entonces anualmente se celebra este festejo. Desde entonces se celebra en Madrid esta corrida.
Ya no son destinados los fondos recaudados mediante su celebración a la beneficencia madrileña. Ya la Corrida de Beneficencia únicamente constituye una ilusionante costumbre, una magnífica tradición.
Juan José García Jiménez
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