"..Al final, Fandiño, sin pretenderlo consiguió la mayor gloria de un torero, morir en la plaza, en aras de su profesión, defendiendo su grandeza, su torería, su gallarda forma de entender su profesión que, como antes conté, ni las trabas a las que siempre fue sometido fueron impedimento para que el torero de Orduña se alzara junto al triunfo en cientos de ocasiones. España, Francia y América saben muy bien de lo que hablo.."
Iván Fandiño, siete años sin el héroe
Pla Ventura
Toros de Lidia/17 junio, 2024
Hoy se cumplen siete años desde que Iván Fandiño entregara su alma a Dios en la plaza de toros de Air Sur Ladour, en Francia. Ningún aficionado ha olvidado a tan gran torero que, de la verdad hizo su única bandera, de su entrega una causa apasionada y de su valor una constante en cada una de sus actuaciones. No fue fácil la carrera de Iván Fandiño, al contrario, yo diría que se trató del caso más sangrante del toreo en el que, hasta muchos de sus compañeros le ningunearon porque temían al personaje.
Pese a todas las trabas del mundo, Iván Fandiño quedó como líder del escalafón en dos temporadas, acaudaló premios por doquier, estremeció a la plaza de Madrid en repetidas ocasiones y, en su periplo por todas las plazas del mundo dejó la impronta de su valor y, lo que es mejor, toda su lucha se desarrolló junto al toro de verdad, es decir, para que no quedara la más mínima duda de su grandeza, la que le aupó a un sitio de privilegio que, tras matar aquella corrida en solitario en Madrid en que no hubo fortuna por parte de sus antagonistas, automáticamente le pasaron la factura de la ingratitud dejándole fuera de todas las ferias en la que había triunfado por lo grande.
Por todas las connotaciones de lo que fue su vida, Fandiño ha sido un caso único en la historia del toreo; mejor o peor, pero muy alejado del estereotipo que sigue funcionando en el toreo. Y hasta se atrevió a desafiar al poder establecido, luchó contra el mismo y, como dije, hasta se erigió triunfador absoluto en dos temporadas consecutivas, amén de tantos triunfos como amasó en su paso por los ruedos. Eso sí, las figuras del momento todos sentían repelús hacia este diestro que, dada su condición de héroe en cualquier plaza, podía dejar en ridículo al más ortodoxo de los toreros. Bien es cierto que, dada la clase de ganado que solía lidiar Iván Fandiño, apenas coincidió con figura alguna; Dios los cría y ellos se juntan, hasta toros y toreros.
Es cierto que, si Fandiño quería dejar una estela hermosa de lo que había sido su carrera, es por ello que, con su actitud creó una leyenda que, pasados los años sigue viva y, lo que es mejor, ha quedado como lección para todos aquellos que quieren ser toreros puesto que, su actitud, la que le adornó en vida, es todo un modelo para vencer todo tipo de dificultades que se le presentaran en el camino.
Al final, Fandiño, sin pretenderlo consiguió la mayor gloria de un torero, morir en la plaza, en aras de su profesión, defendiendo su grandeza, su torería, su gallarda forma de entender su profesión que, como antes conté, ni las trabas a las que siempre fue sometido fueron impedimento para que el torero de Orduña se alzara junto al triunfo en cientos de ocasiones. España, Francia y América saben muy bien de lo que hablo; pero no lo digo yo, lo dio él durante todo el tiempo que estuvo en activo, en aquella lucha férrea que mantuvo con el toro y con los empresarios organizadores.
Se marchó para siempre aquel 17 de junio de 2017 uno de los toreros más honrados que hemos conocido en la historia del toreo. Aquel día, lleno de rabia contenida, de emoción a flor de piel y de ganas absolutas de que le dejaran seguir en la lucha que con tanto ahínco años antes emprendió, un toro segó para siempre sus ilusiones. Murió Fandiño, es la dura realidad, pero ahí nos dejó para siempre su leyenda de torero honrado y cabal.
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