Otra vez el palco venteño protagonista
Situémonos en la corrida celebrada en las Ventas el pasado día 6 de junio, en la que se anunciaban toros de Adolfo Martín, para Antonio Ferrera, Manuel Escribano y José Garrido. La corrida iba transcurriendo con rapidez, pues los tres primeros toros no tuvieron un pase en condiciones, pero en la segunda parte de la corrida las cosas cambiaron en todos los aspectos, pues los tres toros tuvieron posibilidades de realizar faenas más o menos brillantes, y además estuvo lloviendo, diluviando podíamos decir, a veces en medio de un vendaval.
El mejor de los tres toros fue el cuarto, al que Ferrera le hizo una buena faena, pero perdió la oreja por la espada, y otro tanto le pasó a José Garrido en el sexto. El quinto fue, de los tres, el que menos facilidades dio, no obstante Manuel Escribano, que estuvo inmenso toda la tarde en los tres tercios, supo aprovecharlo, arriesgando al máximo (se llevó una terrible voltereta) y lo mató de una perfecta estocada.
Como estuvo diluviando durante la lidia de estos tres toros, el público de los tendidos huyó, en su mayor parte, a resguardarse en la boca de las entradas, y donde cada uno podía. Realmente los tendidos estaban casi desiertos, y la poca gente que había tenían las manos ocupadas sosteniendo un paraguas o algo con que protegerse de la lluvia, por eso cuando dobló el quinto toro, pidieron la oreja con muchísima fuerza, pero a gritos, y pocos con el pañuelo, aunque en las gradas y andanadas, que están cubiertas, la petición de oreja fue enormemente mayoritaria, a pesar de lo cual el Sr. presidente se negó a concederla, y recibió una histórica bronca, más que merecida. No utilizó para nada el sentido común, lo que produjo un gran enfado de los asistentes, tanto público como profesionales. Había consumado un robo a mano armada, como luego tituló la revista Aplausos.es.
Llegado este momento me pregunto, ¿qué le aconsejó el asesor artístico, maestro Tinín? Experiencia y conocimiento tiene de sobra para haberle recomendado, dada la situación, conceder la oreja, y si no lo hizo, muy mal vamos; si lo hizo y el presidente no le prestó atención, el robo fue mayor aun.
El día 15 de agosto de 1998 se dio una circunstancia muy parecida en las Ventas, pues mientras el maestro José Luis Moreno hacía una gran faena, al quinto toro de los Eulogios, “llovía a cantaros”, como se suele decir por Andalucía, y el público que ocupaba los tendidos, huyó a protegerse donde podía, razón por la cual tras la muerte del toro, había pocos pañuelos pidiendo las orejas, pero el presidente era don Juan Lamarca, un gran presidente (para nosotros el mejor que ha tenido dicha plaza, desde que recuerdo), que utilizó el sentido común, y le concedió las dos orejas que merecía.
El maestro Escribano, que no había sido tratado como merece por la empresa al ponerle, en san Isidro, solo una tarde, cuando merecía dos, tampoco tuvo la suerte que si tuvo José Luis Moreno, aquella tarde de 1998, pues al primero le tocó un presidente carente de sentido común, no capacitado para presidir en las Ventas. Es más, yo diría, o mejor afirmo, que no debería volver a subir a ese palco (¡medítelo bien), pues él se desprestigia, desprestigia a la plaza y a la Fiesta.
Al día siguiente, de nuevo el presidente se convirtió en el protagonista, pegando un petardo de los de época. De ello escribiremos en otro momento.
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