la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 6 de junio de 2011

Ya no es grande la puerta grande / Ricardo Díaz-Manresa

 Manuel Muñoz Infante ocupante del palco presidencial

"...Sigue la degradación lenta pero constante de la Plaza de Las Ventas. Un público que va con entradas regaladas de los del abono cautivo y unos presidentes que se doblan ante las tropelías de la masa. Y así va todo..."

Ya no es grande la puerta grande

Ricardo Díaz-Manresa
 
Ya no es grande, ya no. La puerta grande de Las Ventas, la puerta de la gloria, antes con mayúscula, ahora ya no, se ha empequeñecido. Cada vez menos grande. Presidentes incalificables y públicos estúpidos (a Las Ventas va cada día uno diferente) la han degradado y convertido en jaula de alaridos.

Ya no es grande. O no siempre grande. A veces, mediana. A veces, pequeña. Deja pasar a todo el que le llevan. Como en este San Isidro. Talavante, día entonces grande y justa. Manzanares, mediana y discutida, pero con alma. La de César Jiménez, pequeña, sin clamor, discutidísima.

Dos cosas antes de seguir. Primero, ya estoy haciendo otra vez lo que no me gusta, denunciar, pero hay que hacer lo que debe ser hecho e intentar abrir los ojos a la patulea que nos domina, en el palco o en los tendidos. Es más bonito verlo todo de color de rosa y recibir halagos, abrazos, risas, invitaciones y lo que venga. Segundo, es lógico que el público sea así. Va degenerando. Muchos van gratis. Es el que vota con el trasero, se traga complacido toda la mierda de la televisión, aclama a personajes políticos que deberían estar en la cárcel, incluso los elige por millones en las urnas y ve impasible que tres ministras floreros, de cuota, o de estupidez, asistan paralizadas a la ruina de las exportaciones de pepinos, naranjas etc. La Trini, la Leire y la Rosa –Exteriores, Sanidad y Agricultura (o como se llame) pegan otro petardo monumental, asistidas por dos varones, a cual más espeluznante, el del paro y el del faisán (y de todas las atrocidades de las cloacas). Llegan a la plaza y piden tan satisfechos la oreja, ni entiende ni les conmueve lo que han visto. Sólo por divertirse, porque es guay sacar el pañuelo y dar gritos al presi incompetente de turno.

Y lo escribo porque creo que es así, pero sin rasgarse las vestiduras. Toreros han salido por la grande años atrás sin méritos suficientes. Algunos vídeos con faenas premiadas con orejas en los tiempos del toro pequeño y motor grande parecen inexplicables. Trofeos de Madrid, mas algo pasaría para tener una plaza entonces tanto prestigio.

La cosa no es de un día para otro. Llega Manzanares, por ejemplo, y sobre todo, César Jiménez y cruzan la soñada porque la puerta grande de Madrid es hoy otra puerta. No, no es de hoy para mañana, sino de años de constante e imparable bajada. En los últimos tiempos –pongamos lo que llevamos de siglo y algo del anterior- se colaba una apoteosis falsa de cada cuatro o cinco. Este año dos de tres entre los de a pie.

Los rejoneadores las sudaron, con un público todavía peor, más festivo. Es el distinguido público de los caballitos, con entradas regaladas de los del abono cautivo. Llega Sergio Galán, le piden histéricos la oreja, no la consiguen y, después, ni una palma para el caballero. O eran esquizofrénicos o se habían equivocado de espectáculo. Qué panda. Como para echar a correr.

Y entre la degradación y el fango surge la palabra más falsa y más invocada, la mayoría. Es que la piden por mayoría, es que es del público, es que hay que darla reglamentariamente. Embusteros. No se ha concedido la primera oreja nunca por mayoría en plaza alguna. Es un pañuelo cada dos espectadores. ¿Lo han visto alguna vez?. Si acaso en Madrid cuando se pedía la segunda con clamor y no se veían las cabezas de los espectadores bajo la nube de nieve. Y aún dudo en ese caso. Hay mayoría, mayoría, mayoría clama el Manolito Caballero, que debió ser mozo de espadas antes de hacer, y no ser, comentarista.

La grande de Manzanares es discutible, pero hubo clamor. Manzanares va embalado y algo le dará la puerta grande. Está por ver que sea muchísimo. Vimos una estocada histórica, que antes valía una oreja. Todo cambia y ahora la buena estocada –no excepcional como la de Jose Mari- es complemento de la faena, no obra de arte por sí misma. Así valoran en este 2011. Ahora, faena vulgar y estoconazo no apasionan. Los tiempos son muy diferentes. Lo digo como teoría general. Manzanares es anécdota.

La de Jiménez señala el interesado que no lo hace figura, desde luego, pero que lo mete en el circuito. Se lo recordaré al final de temporada o, sin ir más lejos, viendo los carteles de las ferias que se están haciendo.

Globalicemos sus méritos. A un toro de dos le corta una y la siguiente es protestadísima. Y algo vería, o no vería, que no quise ver, y dejé sin ver, la repetición nocturna. Las otras dos sí. También las dos del rejoneo.

Comparto la felicidad que estará disfrutando. Siempre celebro los éxitos de mis semejantes, sobre todo si son toreros y especialmente si le hace falta ese empujón. Y no digamos ya si es justo y lo necesitaba.

El caso de César Jiménez vale para el análisis. Me gustaba más el de antes. Algo envarado sí, pero a la vez fresco y nuevo. Creo que era el César Jiménez de verdad. Después lo cogió el tándem Joselito Arroyo-Enrique Arranz, le dieron la vuelta y era otro. Fuera de esta influencia, empezó a buscar el camino que no encuentra. Era lo que quería ser en aquellas puertas grandes de Valencia, después no se sabe lo que querían que fuese y ahora no sé si quiere ser lo que es. Le deseo de corazón éxitos, dinero y puertas grandes.

La diferencia entre la de Talavante, la única de verdad, es que había clamor y en la de Jiménez la furia de los del 7 que ven irritados que el muro se rompe y cede y que si cae Madrid caemos todos. Cuando Talavante, rugió las Ventas, señal de algo extraordinario. Cuando ruge Madrid, hay que escucharlo y es hermoso y apasionante. Belleza única. Cuando no, falta lo principal aunque la puerta sea la misma y se empequellezca tanto.

No se alarmen. No se rasguen las vestiduras. El pueblo español es así.

El muro de Las Ventas, rompeolas de todas las estupideces y locuras, va cediendo. No se dan cuenta de que si cae Madrid, caemos todos. Cosas peores hemos visto, y veremos, fuera de las plazas. Y todos están tan contentos. No mueven un dedo. Mientras, los de la Puerta del Sol llenos, dicen, de pulgas, piojos y chinches. Prefiero Las Ventas aún así.
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