la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 1 de abril de 2013

Domingo de Resurrección en Madrid (y Sevilla de regalo) / Por José Ramón Márquez



El primer día de la nueva hora, al atardecer, los aficionados fueron a la Plaza
con los perfumes que habían preparado.
Encontraron removida la lona del ruedo y entraron,
pero no hallaron los cuerpos de los toreros.
Mientras estaban desconcertados a causa de esto, 
se les aparecieron unas voces con megafonías deslumbrantes. 
Como los guiris (ni los demás), llenos de temor, no se atrevían a levantar la vista del ruedo,
las voces dijeron: "¿Por qué venís a los toros, con la que está cayendo?
No hay corrida, se ha suspendido."


José Ramón Márquez

I
Domingo de Resurrección. Tarde de toros. El otro día iba andando por la calle de Julio César en Sevilla, camino de la taquilla de la Plaza de Toros para comprarme las de Victorino y Miura y me entra un reventa:

-¿Entradas para Resurrección?

-Pues mira, majo, no las quiero ni regaladas.

¿Quién puede querer esa Resurrección tan mortecina de Sevilla, habiendo anunciada en Madrid una corrida de toros? Luego, por los medios, lo sabido. Ningún toro vale. Los aprobados pasan a ser suspensos, los camiones trayendo ganado, éste sí, éste no, en plan margarita, no sé cuantos toros vistos para aprobar cinco de requeterrecuelo más uno, un primillo descarriado. ¿Y a qué tanto lío? Pues a lo de siempre, a Morante, a July y a Manzanares. Dos toreros de posturas y en medio el Pequeñín de Velilla con sus dos sacos de gatos en la barriga. Aquella entrada, ni regalada. Y el triunfo de cualquiera de ellos puesto en el valor que le da el «enemigo» al que se enfrentó para conseguirlo.

II

Estaban anunciados toros de Peñajara, con el cameo como primer sobrero del jabonero de Aurelio Hernando, para Leandro, Sergio Aguilar y Fernando Cruz. Pero Madrid tenía guardada una sorpresa especial para este domingo, y es que a las cinco y cuarto empezó a llover y a estas horas aún no ha escampado.

Entre los asuntos de relatividad taurina que no estudió Fernández Salcedo está el de la percepción de la lluvia en la Plaza de Toros, que explicaría el fenómeno de que a aquellos que nos cobijamos bajo los tejadillos de la andanada siempre nos da la impresión de que cae menos agua de la que les parece que cae a los que se encuentran en el tendido.

En cualquier caso, con la que caía, cuando se oyeron unos ruidos como de ultratumba, provenientes de los altoparlantes, nos maliciamos lo peor. Súbitamente sale una voz de tono metálico y dice:

-Crrrrssss mmmm tctctctc ...tadores prsprsprs ...minado tststs ...tado del xx ruedo fffrrr tctctctct corrida xxxxx gsgsgsgs ...

Con esos ininteligibles sonidos nos imaginamos, especialmente por lo de «...tado del xx ruedo», que acaban de anunciar la suspensión. Entonces F. dice:

-¡Ya está! ¡Suspendida! ¡Eso es cosa de Leandro!

Informamos amablemente a unos extranjeros que se habían mercado unas birras XXL de que no hay toros y de que si quieren recuperar el importe tienen que bajar a la taquilla. Partimos desde la localidad para casa dando gracias por ahorrarnos los Frenadol de mañana. Días habrá para eso.
En la calle de Alcalá ya está formada la fila enorme para la devolución del importe de las localidades. La fila bajo la lluvia, es disparatada. Un solícito recompra nos entra:

-¡Compro entradas, compro entradas!

Encontramos al aficionado U.:

-Esto de la suspensión es cosa de Leandro. ¡Seguro!

Volvemos al hogar. La plaza en casi cuatro meses está casi como la dejamos en octubre, sucia, sin pintar en las gradas y andanadas, acaso porque la ominosa cubierta del desplome las ocultaba a la vista, llena de escombros, de restos de obra abandonados por aquí y por allá, con esa megafonía de los años veinte, con esa fila de gentes embutidas en plásticos para recuperar el importe de las entradas bajo la lluvia, sin la más mínima facilidad, personas que han venido de lejos, turistas, seguidores pucelanos de Leandro, personas que o devuelven la entrada en el momento o pierden el importe desembolsado, por más que en cartel anuncie que se pueden devolver hasta el próximo jueves. Todo es deprimente, la verdad. 

Recordamos la Plaza de Toros de Sevilla, inmaculada, como recién acabada de hacer por dentro y por fuera, y vuela nuestra mente hacia el dilecto Abella, conocido por todos sus devotos como Abeya. Le imaginamos en el autobús de la kermesse famosa, visitando la finca de Victorino para ver a Talavante tentar un par de vacas, para almorzarse unas suculentas alubias, rodeado de formadores de opinión, acaso pensando que con él no va la cosa, que él tiene los deberes hechos porque ya tiene cerrada la Beneficencia o porque gracias a la visita de la Peste Olímpica a Las Ventas, ha sustituido la Bandera, que tenía un roto, por una nueva. Vuela nuestra mente hacia esos guadianescos Ojos de Abeya, que saben mirar sin ver.


Aspecto de la Primera Plaza del Mundo en el Domingo de Resurrección

Pintores trabajando en la Plaza de Sevilla en esta Semana Santa

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