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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 3 de septiembre de 2013

MÉXICO: TIENEN BARAJA, NO SABEN JUGAR / El Bardo y Páez Sin Tapujos




El Bardo y Páez / Sin Tapujos
TIENEN BARAJA, NO SABEN JUGAR

Bardo de la Taurina:
¡Le faltan los ases!, fue como apuntillé mi anterior colaboración y sacando hebra de esa frasecilla seguramente fue que se le ocurrió a Páez, con quien comparto siempre comprometedor cartel, abordar el tema de las empresas y la baraja actual de la torería azteca bihemisférica, que da la impresión de estar convertida en un Tim, del que no sé a ciencia cierta quién encabeza la alineación y debo decir, sin ser chauvinista, que me declaro más echado pa’l lado de los que llamo ‘Toreros Made in Mexico’, encabezados por Juan Luis Silis y Fermín Rivera, y desde luego reconociendo que por ahí andan otros.

Esos toreros que han ido y venido a la península ibérica dan la impresión, o más bien son realidad, de que una vez que algunos empresarios los tienen en el mazo de su baraja no saben ni con cuál abrir ni con cuál cerrar, lo que está llevándonos a diversas consecuencias: una, que los carteles se están volviendo monótonos y la otra, que por lógica los públicos se ausentan de las plazas ante lo reiterado y predecible del espectáculo. 

Cabría preguntarnos, ¿por qué los toreros a los que me refiero y que todos sabemos quiénes son no están despertando mayor atractivo al conjuro de sus nombres? Mi respuesta sería porque en una tajada muy significativa traen el sello de parecerse entre sí aunque no sean iguales. Esto puede resultar incongruente, pero lo que quiero decir es que las más de las tardes saldrían tablas, y es que pa’ que alguno de éstos marque diferencia o realmente descuelle se necesita mucho más que lo que hasta ahora han aportado.

Y pa’ que ello suceda se requeriría que los empresarios los pusieran a disputarse las palmas no entre ellos sino ‘contra’ los Made in Mexico, entre los que hay nombres capaces de arreglarles su asunto, lo que a lo mejor no les gusta a los managers del Tim. Pero no barajemos de más la baraja y esperemos que quienes la tienen en la mano, que son los empresarios, se avispen y les brote el sentido común y, si no es mucho pedir, que sean iluminados por ese halo mágico llamado taurinismo.

Con excepciones, este asunto está siendo operado por unos empresarios que administran plazas o sucursales dentro de un negocio llamado Fiesta Brava y lo que se necesita para acomodar las cartas son empresarios taurinos que con un juego imaginativo y audaz se ganen los morlacos, que no sólo son los toros con cuajo, sino el parné, la luz, el dinero a cambio de una puesta en escena apasionante, no sólo divertida.

Leonardo Páez:

Así como hay muchas maneras de engañar al toro, los taurinos, los que viven del negocio taurino, tienen otras tantas de autoengañarse: las empresas alardean de arriesgar su dinero, los criadores de reses se empeñan en un toro sin bravura pero repetidor, los toreros se afanan por torear bonito, la crítica positiva insiste en “no hacerle daño a la fiesta”, y la autoridad, rebasada, procura desentenderse. Ah, y desde la cima del miedo los antitaurinos sueñan con hacer del planeta un mundo menos violento si desaparecen las corridas, según el principal subvencionado por los agentes del pensamiento único. A los neotaurinos pues les pareció anticuado venerar la milenaria deidad táurica y el encuentro sacrificial entre dos individuos fue reducido a un mal diseñado marketing, para contento de los protectores de mascotas.

No creo equivocarme al afirmar que en toda la historia de la tauromaquia nunca había habido en el mundo unos empresarios más adinerados que los que hace décadas manejan el duopolio taurino en México, determinando conceptos, políticas, planeación, estímulos, competitividad, manejo de imagen, publicidad, mercadotecnia y espíritu de servicio. El rigor de resultados financieros y artísticos nunca lo han requerido, habida cuenta de que su inversión no requiere de la asistencia masiva de públicos y su idea feudal del espectáculo se basa en el voluntarismo, los antojos, las imposiciones y la dependencia de diestros importados. 

Entre las muchas cosas que ignoran o, peor, que no les interesa tomar en cuenta a estos multimillonarios metidos a modestos promotores de la Fiesta en México, y sus operadores de bajo perfil, es que las empresas exitosas tienen además la responsabilidad social de hacer del mundo un lugar mejor, y no de tomarlo como mera oportunidad para multiplicar utilidades incluso a partir de conceptos tan pueriles como el de ‘la Fiesta soy yo’.

Desde esta perspectiva, es indiscutible que México hace tiempo carece de empresas taurinamente responsables, una vez que los promotores multimillonarios eligieron el ancho carril de la autorregulación, que a las autoridades en turno –del color que prefiera– les vino muy bien quitarse el problema taurino de encima, y que el público se acostumbró a una oferta de espectáculo hecha de espaldas a él y a la Fiesta. La pérdida de posicionamiento del espectáculo es básicamente un problema de óptica empresarial, que importa figuras en vez de producir una baraja capaz de superarlas delante del toro, no de su remedo.

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