Manuel Jesús El Cid / Foto La Loma
"...La hoja de servicios de El Cid en esta plaza y a lo largo de su carrera no merecía tanto castigo por mucho que la intentona, extemporánea y fuera de contexto de forma, era osadía de la que debiera haber abdicado (¡el abono!) tras su paso por Sevilla y la tarde anterior de Las Ventas..."
Gestas gestos y la ruleta rusa
El Cid pretendió un gesto y se estrelló. Los gestos suelen ser crueles: si se triunfa son efímeros, salvo excepciones como la Goyesca de Joselito o la matinal nimois de José Tomás.
Más atrás, en el tiempo, las de Camino en Beneficencia o el doblete en Vista Alegre (Madrid) de Palomo que se saldaron con un balde de orejas.
Si cobras trofeos, los justos para salir en hombros, salvas los muebles; y una oreja, o dos, no te valen para pasar a la historia.
Mientras que en cuanto se te va un pie se te cuestiona, y si se te van los dos –independientemente del juego de la corrida- te condenan a lapidación en la plaza pública.
Recientemente y en diferente grado les ha pasado en Madrid a Fandiño y sobre todo a El Cid.
También la repercusión, para mal, depende de la plaza en la que se intente la gesta.
Cuando hablamos- escribimos- de gesta, lo hacemos refiriéndome a encerronas de seis toros.
Luego hay gestos, como apuntarse ¿voluntariamente? a matar corridas no habituales al rango de la figura.
En escalón inferior están las muecas, que es, tanto en encerronas como en terna o mano a mano, un sí pero no.
Tampoco debemos confundir gestas, gestos o muecas que se entienden lo protagonizan toreros (figuras) que no tienen necesidad de hacerlas para seguir con una temporada preñada de contratos y buen dinero y la necesidad de muchos, con poco porvenir, de intentar dar un toque de atención, que generalmente no se produce, aún triunfando.
Fuera a parte lo de Fandiño en Ramos y lo de El Cid el viernes el gesto de la Feria era el de Castella anunciándose con la de Adolfo; tampoco le salió bien, como ocurrió a Talavante o a José Tomás (toro al corral tras tres avisos).
Sí tuvo fortuna con la corrida de Adolfo, el año pasado, Perera. Pero uno de los grandes problemas en “el toro” es la falta de memoria ante los triunfos como le ha ocurrido al extremeño en esta feria en cuanto no ha corrido la misma suerte con sus toros que en 2014. Tampoco se le agradeció en años sucesivos su temporadón de 2008 y menos su gran gesta de octubre en la que cayó herido por largo tiempo y con secuelas.
Esa desmemoria patológica que desemboca en desagradecimiento, principalmente en esos aficionados que se creen algo más y sobre todo en la crítica, hace cuestionar, cada vez que se anuncian, lo absurdo o lo torero que una figura lo programe.
La hoja de servicios de El Cid en esta plaza y a lo largo de su carrera no merecía tanto castigo por mucho que la intentona, extemporánea y fuera de contexto de forma, era osadía de la que debiera haber abdicado (¡el abono!) tras su paso por Sevilla y la tarde anterior de Las Ventas.
Fandiño, en similares circunstancias, pero con carrera menos dilatada, lo hizo al revés y ¿si le sirvió? fue de poco.
La auténtica gesta, y tampoco te garantiza una rentabilidad a medio plazo, es cuajar un toro bravo de cualquier hierro –y para ello acartelarte en lo que mejor te vaya, entiendas o mayor garantía o mejor momento atraviese la ganadería- matarlo por arriba, en corto y por derecho, cortarle las orejas y abrir la Puerta Grande.
El gesto es hacer la faena del año al toro de la temporada (o dos faenas a dos bureles con raza y transmisión) tal que Castella, y, aún matándolo deficientemente, conseguir los objetivos por la grandiosidad de la obra (o las obras).
Lo demás es dar “margaritas a los cerdos” bailarle el agua a las empresas a cambio de un “puñado de euros” y jugar a la ruleta rusa inconsciente que, al menos, hay una bala en la recámara. En “el toro” incluso 6.
Porque lo normal, en esta Fiesta del “sistema”, “neoafición”, crítica seudo-profesional y todo hipotecado por herramientas de internet y redes sociales pobladas de críticos espontáneos, es que estas armas las cargue el diablo.
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