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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 28 de junio de 2015

1ª de San Pedro en Burgos. Apenas se salvó Talavante de un desafortunado y desgraciado estreno / por J. A. del Moral

Burgos. Coliseum. Reinauguración de la antigua plaza de El Pantío

"...Expectación enorme no solo por la máxima categoría del cartel. También por el estreno de la nueva plaza, reconvertida en un coliseum multiusos totalmente cubierto sin apenas respiraderos a la espera de su funcionalidad respiratoria. Insoportable la reverberación sonora de lo que canturrearon las peñas a los sones de las aquí siempre estridentes charangas..."

Apenas se salvó Talavante de un desafortunado y desgraciado estreno


Burgos. Coliseum. Sábado 27 de junio de 2015. Reinauguración de la antigua plaza de El Pantío y primera de feria. Tarde muy calurosa en recinto cubierto. Lleno total.

Seis toros de Antonio Bañuelos, muy desigualmente presentados y de diverso juego. El que abrió plaza, tan noble como débil y soso. Manejable sin clase el segundo. Bueno aunque a menos en brío el tercero. Enseguida parado con guasa creciente el cuarto. Malo sin paliativos y con guasa el quinto. Absolutamente imposible y peligroso el sexto. 

Estos tres de la segunda mitad fueron intensamente pitados en el arrastre. Un lote sin ninguna categoría para la ocasión del ganadero burgalés.

Enrique Ponce (carmelita y oro): Pinchazo arriba y estocada, petición de oreja desatendida por los gritos en contra de varios de espectadores contiguos al palco presidencial, sin manifestaciones a favor ni en contra posterior, salvo un inaguantable ruido de las peñas. Pinchazo y estocada trasera, aviso y silencio ruidoso. 
El Juli (azul pavo y oro): Julipié efectivo, oreja. Medio julipié caído, silencio ruidoso. 
Alejandro Talavante (siena y oro): Buena estocada, dos orejas. Pinchazo hondo trasero caído, estocada trasera tendida, seis descabellos, pinchazo hondo atravesado trasero y cinco descabellos más, dos avisos y bronca monumental. Salió a hombros tras rogar perdón al público.

Expectación enorme no solo por la máxima categoría del cartel. También por el estreno de la nueva plaza, reconvertida en un coliseum multiusos totalmente cubierto sin apenas respiraderos a la espera de su funcionalidad respiratoria. Insoportable la reverberación sonora de lo que canturrearon las peñas a los sones de las aquí siempre estridentes charangas que, menos mal, solamente intervinieron musicalmente entre la lidia de los seis toros, antes de que comenzara el espectáculo y tras su conclusión. Un constante rumor generalizado contribuyó al aumento de los decibelios. Incomodísimo el ambiente, pues, porque no hubo ni un solo minuto de silencio. Abigarradas las localidades con la impresión de menos amplitud y comodidad que en el anterior coso. También pareció más grande sin serlo. Y muy obscuro todo. La iluminación habrá que aumentarla mucho.

La tarde empezó relativamente bien. El terciado primer toro, muy dócil, llegó a la muleta sin apenas fuerza, agravada tras la voltereta que se pegó al salir de un capotazo en la brega de un peón. Ponce lo saludó con excelentes y templadísimas verónicas ganando terreno. Muy cuidado en varas. Quite del matador valenciano por chicuelinas de manos bajas y dos medias. Cubierto el tercio de banderillas, brindó la faena al público. Un largo trasteo sobre ambas manos. Impolutos los muletazos diestros, los cambios y los de pecho. Bajó el nivel con la izquierda por la creciente debilidad del animal. Más con la derecha en su mejor versión y, como el torito no trasmitía nada, final de rodillas con posteriores adornos. Tras pinchar arriba entrando por derecho, una estocada entera dio fin con el burel. La mayoría del público no había entrado en la faena como suele ocurrir en los toros de apertura. Pero hubo petición de oreja que la presidencia, tras titubear largamente agobiado el joven usía por los gritos en contra de que la concediera a cargo de algunos espectadores contiguos al palco, no la otorgó. Ninguna manifestación a favor ni en contra del torero equivalente a un silencio que en esta plaza se troca en espacio ruidoso, como en todas las plazas con peñas dispuestas al canturreo al compás de las charangas.


El cuarto fue un toro bastante más cuajado aunque de muy feas hechuras y de pésimo juego porque se paró a poco de salir y con los viajes muy cortos. Ponce no pudo darle un solo muletazo formalmente hablando aunque en ningún momento le vimos agobiado. Tras intentarlo infructuosamente por los dos pitones, lo mató de pinchazo y estocada trasera. En tal momento, no pocos pensamos que, si el primer toro hubiera salido en cuarto lugar y dado lo ocurrido después, nadie habría dudado en darle la oreja que le negaron.

El Juli se lució amplia y variadamente en el saludo y en el quite por zapopinas frente al manejable aunque sin clase alguna segundo. Fue lo mejor de su actuación porque la faena fue un dechado de aplastante y esforzada vulgaridad. Su desde hace tiempo acostumbrada fabricación de muletazos sin estructurar, carentes del más mínimo gusto y repletos de momentos digamos precautorios – no anduvo a gusto ni del todo confiado en el conjunto de su actuación, sobre todo a raíz del percance que sufrió que a poco estuvo de resultar dramático -, los recetó en plan dominador frente a un animal que poco o nada tuvo que dominar. Los podría haber firmado cualquier torero de los más modestos sin contratos. El julipié con que mató, eficacísimo por sus prontos efectos, dio paso a una nutrida petición de oreja que el palco, esta vez sin los antes exigentes protestantes cercanos, concedió de inmediato.


Al pésimo por manso y problemático quinto no quiso ni verlo en un mar de dudas, pingüís y enganchones. Dio verdadera pena ver a Julián tan incapaz y hasta asustado en varias ocasiones.


El mejor toro, con notoria diferencia, fue el tercero. Y Alejando Talavante lo cuajó con el capote, con la muleta y con la espada, cortando dos orejas que se pidieron con clamor. La faena fue un calco de las que este año prodiga. Un trasteo muy personal, que arrancó con una arrucina de rodillas. No predominó en cantidad su gran toreo al natural aunque los dio muy buenos. Como también y lo mismo por redondos. Y es que Alejandro sabe que sus improvisaciones y mexicanadas les encantan a los públicos por su exclusiva originalidad y por eso las prodiga. Está por ver hasta cuando dura este sistema. De momento, muy bien. Pero, sinceramente dicho, yo prefiero ver al gran muletero en su versión más clásica. La buena y efectiva estocada, dio paso al mayor triunfo de la tarde.

Lo ocurrido en el terrible sexto toro que enseguida desarrolló peligro, fue lamentable. Sobre todo a la hora de matar en sucesivas e interminables agresiones con la espada y el descabello. La bronca del público fue creciendo con tanta virulencia que muchos dudamos que Alejandro pudiera salir a hombros por haber cortado las dos orejas de su primer toro. Lo solventó con cortesana habilidad saliendo al ruedo con ademanes de rogar disculpas al público por lo ocurrido. Los burgaleses aceptaron el gesto y, por fin, pudo estrenar una Puerta Grande nueva que la anterior plaza nunca tuvo.


No obstante este final relativamente feliz de la desdichada tarde inaugural, a la decepción reinante habrá que añadir un comentario que pienso es necesario para que la sangre no llegue al rio. La mala suerte no hubiera tenido tan fatales argumentos de haber salido los toros en otro orden. Porque si los tres primeros hubieran salido en la segunda parte, los que abarrotaron la nueva plaza habrían salido más contentos y hasta satisfechos. ¿O no? Los manes del destino…

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