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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 8 de julio de 2015

VENEZUELA: AHORA ENTIENDO, SEÑOR SAAB / Fortunato González Cruz


Tarek William Saab 


"...Para el Defensor del Pueblo, la muerte de un toro en el ruedo es un asesinato. No entraré ahora en lo taurino sino en las implicaciones de una afirmación de esta naturaleza, pues de ser así, es decir, que la muerte de un animal la califique el Defensor del Pueblo como asesinato, está equiparando a los seres humanos con los animales.:::

AHORA ENTIENDO, SEÑOR SAAB


Fortunato González Cruz
Por la calle real
Cuando asumió el cargo de Defensor del Pueblo escribí una carta al señor Tarek William Saab publicada en este diario, en la que le manifesté mi esperanza de que, habiendo sido presidente da la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Nacional Constituyente asumiera la defensa de los derechos de los venezolanos sistemáticamente violados por el Estado. Abrazaba entonces dudas porque la efectiva redacción de los artículos constitucionales no fue obra suya sino de otros constituyentes que formaron parte de esa Comisión; pero, a fin de cuentas, suscribió el informe que luego se tradujo en el Título correspondiente.

La esperanza pronto se disipó porque la lealtad a la revolución pudo más que los deberes de su cargo. Al leer la nota de prensa del diario Frontera del pasado miércoles 30 de junio que recoge su concepto sobre los derechos humanos a propósito de las corridas de toros, entiendo que se trata de un asunto más de fondo. Es víctima de su ideología que desnaturaliza el concepto de derechos humanos, inadmisible en quien obstenta la jefatura del órgano llamado a liderar su defensa.

Para el Defensor del Pueblo, la muerte de un toro en el ruedo es un asesinato. No entraré ahora en lo taurino sino en las implicaciones de una afirmación de esta naturaleza, pues de ser así, es decir, que la muerte de un animal la califique el Defensor del Pueblo como asesinato, está equiparando a los seres humanos con los animales. La condición humana se degrada al colocarla el nivel de un perro, de una rata o de un toro, da igual, aunque incluso entre los animales exista una enorme diferencia puesto que los hay dañinos y beneficiosos.

Un asesinato es un homicidio con agravantes. Siempre será la muerte de un ser humano, jamás de un animal. Nunca y bajo ninguna circunstancia y esto debiera ser incuestionable a estas alturas del siglo XXI, podría calificarse como homicidio ni mucho menos como asesinato la muerte de otro ser vivo que no sea el ser humano. Parece obvio pero ante las afirmaciones del Defensor del Pueblo en Venezuela no lo es; por el contrario, recoge la línea de algunos extremistas que sostienen la tesis de la existencia de los derechos de los animales. Incluso hay páginas de Internet donde se atribuye falsamente semejante despropósito a la ONU, a la UNESCO y a otros entes. Esta tendencia lleva al extremo de humanizar a los animales y animalizar al ser humano. Sería reconocerles dignidad a los animales, que es una cualidad exclusiva de quien es capaz de hacerse valer como persona, se respeta a sí mismo y a los demás; y se comporta con inteligencia, libertad y responsabilidad incluso respecto de los demás seres vivos. También respecto de la casa común, según el papa Francisco.

Lo que mal llaman derechos de los animales como a no ser maltratados, a su vida en ciertos casos, a su protección en ciertos casos, son obligaciones de los seres humanos, que tenemos el deber y la responsabilidad de conservar la naturaleza y toda la tierra como nuestro hogar común tal como lo afirma la última Encíclica del papa Francisco. En Venezuela existe una Ley de Protección de la Fauna que pone las cosas en su sitio, como la Constitución, que ignora el Defensor del Pueblo.

Ahora entiendo porqué nuestro defensor no se ocupa de la defensa de los derechos de los venezolanos a una vida tranquila, a un salario justo, a disponer de bienes y servicios de calidad, a la protección de la salud y de la vida. Desde su visión, los seres humanos valemos menos que un animal.

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