El "uy", que tan bien definió Jorge Valdano, encendió al Real Madrid y al Bernabéu, que recuperó ese miedo escénico y atenazó a un Barcelona que perdió el balón y se quedó sin argumentos. Crecieron todos, pero especialmente Vinicius, que a su energía y vértigo añadió acierto, tanto en el área como fuera.
2-0: Un acto de fe
Quillo Barrios
La Galerna / Madrid, 1 marzo, 2020
Acabó la primera parte y la sensación general era de estar asistiendo a un partido decisivo con aroma veraniego. Parecía una pachanga, un choque de ritmo bajo y cero riesgos, con todos contemporizando y nadie arriesgando. Hasta Vinicius, que juega cada acción como si fuera la última de su carrera, se contuvo y buscó más pases que ventajas, algo inusual en él. Courtois salvó dos -una vez más se muestra vital cuando todo está por decidir- y a Ter Stegen le faltó bostezar.
En la reanudación, el guión parecía idéntico. De hecho, se intuía una caída del Real Madrid tras correr detrás del balón durante cinco minutos sin ni siquiera intuir una recuperación. El Barcelona sobaba la pelota y uno, desde casa y con los nervios cegando, pensaba que los culés dominaban el partido, pero no fue así. El equipo de Setién no dio sensación de peligro pese a monopolizar la posesión en esos casi trescientos segundos. El partido se aproximaba al tedio de nuevo. Sin embargo, un trueno apareció en la escena y todo cambió.
El "uy", que tan bien definió Jorge Valdano, encendió al Real Madrid y al Bernabéu, que recuperó ese miedo escénico y atenazó a un Barcelona que perdió el balón y se quedó sin argumentos. Crecieron todos, pero especialmente Vinicius, que a su energía y vértigo añadió acierto, tanto en el área como fuera. El brasileño firmó el 1-0, aunque bien es cierto que la mitad es de Kroos, que hizo de padre y asistente en segundo y medio. Señaló el camino, le obligó a ir hacia él y le mandó el regalo. Vinicius lo abrió y mandó el balón a la red. Se señaló el escudo y aquello subió de temperatura como no se veía desde los Clásicos de la 'Era Mou'.
El Real Madrid se vio tan superior y notó al Barcelona tan tocado que, en lugar de nadar y guardar la ropa, fue a por más. Sólo un pequeño susto estuvo a punto de hacer estallar todo por los aires. Por suerte, Marcelo se convirtió en Mendy y le rebañó la pelota a Messi cuando medio mundo vislumbraba el 1-1.
Zidane metió a Modric por un incomensurable Isco y el Real Madrid lo bordó en todas las facetas del juego. Fue mejor con y sin balón, mental y emocionalmente, física y tácticamente, y, sí, también en cuanto a actitud e intensidad. Barrió a un Barcelona que no volvió a inquietar a Courtois. Messi se mostraba apagado y únicamente Piqué parecía estar a la altura. Lo único malo era el resultado, ya que un 1-0 viendo el vendaval se antojaba corto y peligroso. Fue entonces cuando entró Mariano y al minuto puso el 2-0. Casemiro, Marcelo y Sergio Ramos apretaron los puños y se tiraron al suelo. Rabia, alegría, pasión, adrenalina. Y, por fin, victoria.
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