Zidane quiere que el madridismo aplauda ahora y proteste en junio. “¡Las protestas al final!”, te gritan los piperos en los toros cuando te metes con el torero de sus amores.
Las protestas, al final
La Liga, por capricho de la Fortuna, va a ser un pulso (duelo es otra cosa) de Zidane el Visitado y Setién el Olenchero de la Vega de Pas, y los dos cuentan con la afición para sus cosas. Zidane quiere que el madridismo aplauda ahora y proteste en junio. “¡Las protestas al final!”, te gritan los piperos en los toros cuando te metes con el torero de sus amores.
En Las Ventas hay tantos piperos como en el Bernabéu (menos simples, porque la afición taurina baila alrededor de un toro, que se supone que es el tótem de la raza, y la afición futbolera lo hace alrededor de un balón de cuero, que se supone que es el cráneo de la raza, ya me dirán), y pretenden que las protestas las haga uno, no sé si por escrito, al final de la corrida, cuando la peña huye por los vomitorios para llegar al Metro. En ese momento uno ha de quedarse de pie en su localidad y amonestar al silencio del ruedo con las objeciones acumuladas durante el espectáculo: “¡Pico!” “¡Pata atrás!” “¡Esa espada hace guardia!” Ellos aplauden todo lo censurable en el curso de la lidia, pero tú debes aguardar para dejar constancia de tus protestas al final.
–¡Baja tú! ¡Baja tú! –increpan al recalcitrante.
–¡Yo soy rico! –contesta el recalcitrante, si es castizo–. Por eso yo estoy aquí, y él (el torero), abajo.
Bueno, pues así quiere (y así es) Zidane al público del Bernabéu. Público dispuesto a celebrarlo todo, y si tiene alguna queja, que en junio, cuando todo dios está de vacaciones, acuda al estadio a protestar.
–El Madrid de la primera parte es de los peores que me he encontrado en el Bernabéu –dijo Piqué al término del Clásico.
Y llevaba razón, pero Piqué no contaba con la baraka de Zidane, que se quedó sin su Hazard el día que más falta le hacía el Vinicius para menear las oxidadas cuadernas del barcazo culé, donde Setién tenía algo de Benito Cereno, el capitán de Melville, con un ayudante, Sarabia, que viste de taco de billar y que no se sabe si en la tragedia culeresca hace de Babo, ciscándose nada menos que en Dios en la zona técnica del Bernabéu. Desde luego, a Messi, que se persigna como un cura loco, esas blasfemias no le sientan bien, y su zapato izquierdo se resiente.
–Son normales en el fútbol –ha explicado Setién, al fin y al cabo hombre del Norte o Septentrión–. Me preocupan las formas, no el fondo.
Otro socialdemócrata del fútbol, este Setién que a la cresta de Vidal opone sus senatoriales canas, melancólicas de un estilo, a aquel tiquitaca de Xavi jugando a yegua de paso español, piaffe y passage. Setién llega tarde aun mundo demasiado viejo: intenta la doma de Xavi, pero le sale un trote cochinero de “Molinero”, el caballo de Cortés que dicen que va a interpretar Bardem en el cine carpetovetónico.
Antes del Clásico, en el Barcelona todo era “balones a Messi”, y después del Clásico, en el Madrid, todo es “balones a Vinicius”, que ha llevado a Zidane a cambiar su sistema de centros a la olla por el de caza en campo abierto con galgo, diversión predilecta de los hispanos, al decir del cónsul de la Bética Lucio Flavio Arriano, autor de una Anábasis de Alejandro… y de un “Cinegético” que debe de estar en la mesilla de noche de David Bettoni y Hamidou Msaidie, el recuperador físico y mental de los egos que Zidane gestiona en el vestuario.
Es verdad que Vinicius no hace goles, pero es que, como galgo, para hacer goles necesitaría tener enfrente un “Filomeno” como el de un amigo mío galguero.
–El “Filomeno” era un macho de liebre que yo tenía. Le puse un piercing del Real Madrid en una oreja y lo llevaba al bar con una correa. Al “Filomeno” le gustaba el Terry con coca-cola, y cuando se atufaba, mordía.
El convidado de piedra al pulso liguero Zidane / Setién es el coronavirus, de cuya doma en España se encarga el virólogo Simón, cuya frivolidad, siempre bien vista en España, aporta distensión al ambiente futbolero. En Italia el ministro del ramo quiere parar la Liga, pero en España, merced al buen rollito de Simón (y a la serenidad que desprende la ignorancia oceánica de Irene Lozano, que todo hay que decirlo), no se plantea esa decisión.
–¿Coronavirus a nosotros? ¡Amos, anda! ¡Que semos del foro!
A estos nadie los saca del virus Fifa.
LÁGRIMA TYSON
Tyson fue el rumor de mi generación, que tuvo su amanecer más triste cuando Buster Douglas, un piernas del ring, lo noqueó en Tokyo. ¡Tyson, KO! “A ese hombre en el ring le roncaban los cojones, mi vale”, le dijeron a Salcedo Ramos de Rocky Valdez, el único Rocky que cuenta en Cartagena, cuyo único pecado fue coincidir en el peso y en el tiempo con Carlos Monzón. Con Tyson, ni eso. Tyson únicamente coincidió consigo mismo, “error” que, con lágrimas, reconoce ahora: “Estoy vacío, no soy nada. Por eso estoy llorando, porque ya no soy esa persona y lo echo de menos. No quiero que esa persona salga, porque si sale, el infierno vendrá con él. Puede parecer que sea un tipo duro, pero odio a ese tipo y le tengo miedo”. Ahí hay película.
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