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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 14 de mayo de 2020

¿Por qué toreó Joselito en Talavera de la Reina? (Primera parte) / por Álvaro R. del Moral



El diestro de Gelves fue duramente atacado por el crítico Gregorio Corrochano durante la temporada de 1919. Ése fue el germen remoto de su presencia en el ruedo toledano.

¿Por qué toreó Joselito en Talavera de la Reina? (Primera parte)

ÁLVARO R. DEL MORAL
El Correo / Sevilla, Mayo 2020 / 
Joselito había concluido la temporada de 1919 sin dejar de sufrir las feroces y continuadas críticas del encopetado cronista Gregorio Corrochano, parapetado detrás de su influyente tribuna del diario ABC. El culmen de esa descarnada campaña difamatoria abanderada por el periodista –que había nacido en Talavera de la Reina- se había firmado en coincidencia con la feria de San Miguel de aquel año, que se desarrolló de forma paralela y desdoblada entre el flamante coso de Eduardo Dato alentado por Gallito y la vetusta plaza de la Maestranza, que había tomado a Belmonte como primer actor.

Dos empresas operaban separada y antagónicamente en el segundo año de vida de la brevísima Monumental. Fueron dos temporadas paralelas y coincidentes en cada uno de los cosos de la ciudad mientras que las dos estrellas más rutilantes del firmamento taurino –José y Juan- gravitaban en uno y otro sin llegar a rozarse. Y con estas circunstancias, el crítico toledano planeó alternar su presencia entre ambos cosos para cubrir el ciclo septembrino aunque el día 28 se propuso estar presente en los dos escenarios para presenciar las alternativas de Chicuelo y Juan Luis de la Rosa valiéndose del automóvil del poeta, ganadero y aristócrata Fernando Villalón. La media hora de diferencia en el comienzo de los dos festejos propició el empeño, reflejado en las páginas de su periódico.


El patio de la casa de Belmonte...
Aquellas crónicas ‘sanmiguelinas’ redactadas por Corrochano siguen sirviendo de certificado y resumen de la sorprendente –o no- inquina volcada hacia Joselito que se unía a la creciente animadversión y exigencia de los públicos, especialmente el de Madrid. José no había levantado el pie del acelerador desde que era un niño; ni siquiera había osado parar una larga temporada como su amigo y rival Juan Belmonte que con su ausencia en la campaña de 1918 logró, de paso, elevar la expectación en torno a su figura cuando reapareció al año siguiente. Mientras tanto, Corrochano había recrudecido sus ataques a Gallito en coincidencia con la puesta en marcha de la traída y llevada Monumental, a la que declaró una guerra sin cuartel adobada por la polarización de la afición sevillana entre sus dos ases.

En medio de ese panorama, el influyente crítico -desvela Paco Aguado en ‘El Rey de los toreros’- había querido jugar a hacer y deshacer en los entresijos del toreo presionando a Ignacio Sánchez Mejías para que se contratara en la Feria de Abril de aquel año en la plaza de la Maestranza. En el fondo le estaba pidiendo que tomara partido. José, impulsor de la Monumental, no tardó en enterarse del asunto y le afeó a Ignacio aquel tanteo espetándole: “Me han dicho que vas a torear en el patio de la casa de Belmonte...”. Ignacio abortó el asunto y se puso a las órdenes de Joselito y, por extensión, del empresario de la nueva Monumental. Pero aquella frase traería cola. Muchísima...


Hay que volver a los últimos días de septiembre de 1919, con Gregorio Corrochano pontificando entre las dos plazas de Sevilla: la de la Maestranza y su detestada Monumental, no sabemos por sí mismo o como testaferro de otros intereses. Una de las primeras andanadas del crítico de ABC cayó sobre la estética del nuevo coso a la que comparaba con la belleza antigua del circo del Baratillo. “...tomamos asiento en la Maestranza, la plaza alegre, la plaza bonita. No quiero decir que no sea también buena la plaza Monumental; pero es otra clase de belleza. La Maestranza tiene la lozanía de una mujer joven; la Monumental siguiendo la misma relación, es una jamona, una jamona guapa, pero... una jamona”. El ataque iba directo a la línea de flotación del propio Joselito, decidido impulsor del recinto. Corrochano, que se entregó sin ningún tipo de fisuras con Belmonte en esa feria, lanzó otro torpedo a José al enjuiciar la corrida del día 29 de septiembre, en la que se decantó por sentarse en el coso del Baratillo: “Mientras la Maestranza cuente con Belmonte y Belmonte esté como hoy, la Maestranza será la verdadera plaza Monumental de Sevilla. Mañana veremos si Gallito hace de la Monumental una plaza tan agradable como la Maestranza, que mañana nos toca ir por allí”.

Y el patio de la casa de Joselito
Ese “mañana” era el 30 de septiembre de 1919, última tarde de aquella doble feria de San Miguel que Corrochano optó por concluir en la Monumental. Se trataba de una corrida organizada a beneficio del Montepío de Toreros. Joselito, Varelito y Juan Luis de la Rosa estaban anunciados para despachar un encierro de Gamero Cívico. José triunfó por todo lo alto aquella tarde pero más allá del desarrollo estrictamente taurino del festejo hay que detenerse en las nuevas perlas que Corrochano va engarzando en su relato. ‘Joselito torea en el patio de su casa’ fue el título de esa postrera crónica que evidenciaba que Ignacio Sánchez Mejías, de una forma u otra, había ido con el cuento a su amigo periodista...


El cronista seguía echando dinamita en los cimientos de la Monumental y en el ánimo de Joselito al denunciar que “desde que en Sevilla hay dos plazas de toros, no se puede ver torear en Sevilla”. El crítico señalaba que “no es cuestión de partido; es cuestión de intereses, de negocio, de propaganda...”. Pero el ínclito don Gregorio –que ha pasado a la historia como uno de los santones de la crítica taurina- seguía poniendo el punto de mira sobre José, recalcando que “aquello más que plaza parece el patio de la casa de Gallito. El cronista reincidía en la idea, ironizando al señalar que “en este ambiente comprenderá el lector que no es la Monumental de Sevilla la plaza más indicada para ver torear”. Corrochano terminaba de desmelenar su inquina con José Gómez Ortega poniendo de vuelta y media su faena a su primer enemigo: “Hay que ver lo que nos divertimos los demás cuando Gallito, delante de aquel torito tonto de Gamero Cívico, ensayaba las mismas posturas que delante del espejo de un sastre en día de prueba”. No quedó ahí la cosa; el cronista, que afirmaba haberse divertido mucho, escribió que “no ligó ni un pase, pero los trucos fueron ligados maravillosamente; unas veces en pie, otras de rodillas, retorcido, amanerado, con una afectación que es muy antiestética”. El periodista aún tuvo sitio para hacerse eco de los resultados de la corrida celebrada al mismo tiempo en la plaza de la Maestranza proclamando, sin verlo, que “Chicuelo estuvo superior y consolidó su cartel”. Aún no había prendido la traca final: “En la Monumental no hemos visto grandes cosas; pero sí hemos visto cosas muy divertidas. Y como el caso es pasar el rato no podemos quejarnos”. La relación con Joselito, que retiró la palabra a su cuñado Ignacio varios meses, había terminado de saltar por los aires. (Continuará...)


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