Ahora, alejando de la bulla, recluido en recuerdos añejos, Rafael de Paula tiene la dicha de seguir encaramado en un pedestal que él mismo construyo a base de ser fiel a una filosofía, la del artista que no sabe explicar su arte, sino que solamente lo ejecuta, así, con la mayor naturalidad posible...
Juan Antonio de Labra | Foto: Jesús
México, 9 Septiembre 2020
El torero jerezano se doctoró un día como hoy en la plaza de Ronda.
Rafael de Paula cumple hoy 60 años de alternativa, misma que recibió un 9 de septiembre de 1960 en la maestranza de Ronda, de manos de Julio Aparicio, ante el testimonio de Antonio Ordóñez, con toros de la divisa salmantina de Atanasio Fernández.
Así que en este mismo año de 2020, el maestro nacido en Jerez de la Frontera, el 11 de febrero de 1940, ha celebrado dos efemérides importantes en su vida: la de su nacimiento, marcado por el signo del toreo, y la de su doctorado, a partir del cual escribió una leyenda viva plagada de inspiración y sentimiento.
Si bien es cierto que su carrera estuvo tocada de inconsistencia en el triunfo y padeció diversos vaivenes, también es verdad que se convirtió en un torero de culto. ¿Y acaso no es eso realmente lo que vale? El Paula –Rafael Soto Moreno, su nombre de pila– vino a este mundo a dejar huella y lo consiguió. De ahí su grandeza.
Catorce años tardó en confirmar su alternativa en Madrid, pues fue hasta 1974 cuando lo contrataron para torear en Las Ventas, lo que ocurrió el 28 de mayo de aquel sanisidro al lado de José Luis Galloso y Julio Robles, con un encierro de José Luis Osborne.
Y cuentan que cuando la puntillosa periodista Mariví Romero le preguntó por qué había tardado tantos años para venir a confirmar, el torero de raza gitana, con esa sencillez propia de lo que está exento de adornos, le dijo: "Ha sido un ligero bashe". Sí, de "bashe en bashe", con acento calé, pero con un aroma de torero que ahí queda para la historia, pues aquella mítica tarde en Vistalegre, con los toros de Bohórquez, Rafael de Paula se sublimó e inspiró la famosa "música callada" escrita por Bergamín.
De actuaciones como esa, puntuales y definitivas, está hecha la carrera de este singular artista, cuyas rodillas de cristal limitaron mucho su continuidad en los ruedos, en una época llena de figuras de alto bordo a las que a veces enmendaba la plana con la profundidad de su verónica, el sello de su pecho henchido, y la redondez de una tauromaquia clásica, dueña de un estilo único e inimitable.
A México vino en 1980 de manera fugaz y fracasó. Pero luego regresó como apoderado de Morante y muchos taurinos y profesionales lo colmaron de admiración y cariño, hecho que le hizo pensar que "algo" había pasado, con todo y que aquí, por desgracia, nunca se le vio cuajar un toro.
Y al igual que Curro Romero y Antonio Chenel "Antoñete" –menuda terna–, siguió en activo hasta una edad en la que la solera y la madurez bruñían cada una de sus actuaciones, cargadas de expectación y a veces también de polémica, siempre a la espera de que surgiera ese momento tan especial que brotaba de sus muñecas en el instante en que se sentía a gusto y sacaba lo que llenaba su alma de gitano.
Ahora, alejando de la bulla, recluido en recuerdos añejos, Rafael de Paula tiene la dicha de seguir encaramado en un pedestal que él mismo construyo a base de ser fiel a una filosofía, la del artista que no sabe explicar su arte, sino que solamente lo ejecuta, así, con la mayor naturalidad posible, para beneplácito de aquellos que, a lo largo de los años, han tenido la enorme dicha de ser depositarios de un tesoro nacido de la magia de la fragua.
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