Madrid, por fin, tiene toros tras más de año y medio sin festejos. Y, además, se recupera la feria de San Isidro, aunque sea lejos de Las Ventas. Lo que, de paso, abre nuevas perspectivas y horizontes.
Avance Taurino / 22 Mayo 2021
Pero lo que comenzó siendo un serial distinguido y que no lastraba el resto de la extensa temporada en la Monumental madrileña, acabó derivando en un interminable ciclo en el que, al socaire de su conversión en fenómeno social de inexcusable presencia si se quería presumir de ser alguien en el foro, las combinaciones de interés y atractivo podían contarse con los dedos de una mano -y a veces sobraban dedos…- al priorizar la cantidad sobre la calidad y, sobre todo, la rentabilidad económica, pues al tener el abono asegurado, mas los ingresos extra de la televisión, el beneficio aumentaba en proporción inversa a la excelencia de los carteles. Y, por si no era suficiente, dejando el resto de la campaña empobrecido y ayuno de interés para el gran público, al que fuera de San Isidro el ir a los toros no aportaba nada, no siendo de extrañar que a los últimos equipos de gestores de la primera plaza madrileña les viniera mal el tener que organizar corridas y novilladas al margen de mayo, algo que significaba perder tiempo, trabajo y dinero, y, en consecuencia y cerrándose el círculo vicioso, apagar el fulgor de la tenida como plaza más importante del mundo.
Un brillo que acabó apagándose con la aparición, sorpresiva, inesperada y devastadora, de la pandemia originada por el coronavirus, que obligó a que ya no se celebrase el año pasado y a que ni se abriesen sus puertas a lo largo de todo el año.
Tampoco había un especial interés en la presente campaña por recobrar la feria, habida cuenta de la inseguridad sanitaria y los recortes en tema de aforo, lo que a efectos contables hacía más fácil no organizar nada y esperar a que escampase.
Pero hete aquí que los Matilla, sin que tampoco nadie lo esperase, de repente se lucen con la presentación de un San Isidro… en Carabanchel, en el remozado espacio que albergase Vista Alegre y que sirvió de trampolín a tantos y tantos toreros. Y en la que ya se dio, en 1968, un serial por San Isidro cuando los Dominguines, aprovechando el desencuentro de El Viti con la empresa que gestionaba Las Ventas, montaron un ciclo paralelo con el torero salmantino, Gregorio Sánchez, Jaime Ostos y Ángel Teruel como soporte y constituyendo un éxito de asistencia, al margen de que todos los días se abriese la puerta grande.
¿Quién dice que ahora no puede suceder lo mismo? De momento, la taquilla parece que ha funcionado, a pesar de la limitación de localidades disponibles y de ser televisado el evento en su conjunto. Y en el aspecto artístico pocos peros se pueden poner. Un abono mucho más razonable que el ya habitual para el San Isidro venteño, con todas las figuras que han comprendido que ahora hay que apoyar y dar la cara, y en combinaciones con atractivo e interés. Una fórmula no por poco frecuente -los intereses empresariales de unos y otros hace tiempo que priman sobre el de los aficionados…- lógica y de sentido común que, ojalá, se imponga. Como ojalá que no sea la última vez que haya toros por el santo en Carabanchel. En tiempos de globalidad y descentralización no parece mala idea el ampliar la celebración de San Isidro a otros escenarios. Ni perjudicial para la tauromaquia, tan necesitada de nuevas ideas.
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