Para que la desdicha sea más grande para los televidentes, los comentaristas, por un triste sueldo cuentan lo contrario de lo que sucede en el ruedo que, eso ya es colmo de la ignominia. Claro que, si los toreros mienten más que Pedro Sánchez que, como sabemos es el mentiroso más grande de España con matrícula Cum Laude, los demás, todos, en su menester pueden mentir todo lo que quieran. ¿Acaso no es una mentira criminal lidiar animalitos con apariencia de toros para burlarse de los aficionados? Una calamidad elevada al más alto nivel porque, Justo Hernández, con la complicidad de tres máximas figuras del toreo se ha reído de Aranjuez y de los ignorantes que hemos visto la parodia por la televisión. Animalitos llenos de santidad pero que, no se han picado, no tenían fuerzas, no tenían casta, no tenían nada de lo que debe de tener un toro de lidia que, en esta ocasión, los pobres bicornes no tenían ni trapío, todo era santidad amariconada. ¿Qué decir de los toreros? Yo no diría nada que sería lo más elegante.
Los seis animalitos han salido calcados unos con otros. El Juli ha estado soberbio, al menos, eso decían los comentaristas. Un torero que, en su segundo le han tocado hasta una marcha fúnebre que, ya es tener mala leche el director de la banda porque aquello era un funeral pero, El Juli se ha percatado y ha mandado callar a la banda. La pulcritud insulsa de El Juli ha aflorado en el Real Sitio. Vaya pelmazo de toreros con estos animalitos. Es cierto que este diestro ha toreado algunos toros encastados en algún que otro momento y su técnica ha brillado con intensidad pero, cada vez que se enfrente a estos pequeñines sin alma y sin apariencia de toro, el bostezo es el denominador común mientras él torea. Una oreja en cada toro, digo yo que habrá sido por los espadazos.
Manzanares se ha ridiculizado a si mismo en este día. Nos acordamos, como hemos dicho muchas veces, del pasado dos de mayo en que, en el festival de Madrid hizo la mejor faena de su vida a un toro encastado y, comparar aquello con la burla de hoy, cualquiera se pone de mal humor. Ni se ha despeinado, en realidad, no tenía motivos para ello. Se ha puesto elegante, algo que nadie se lo ha creído, salvo los comentaristas que, como digo, desde el palco la reían las gracias. Debe ser cruel ganarse uno el sueldo diciendo lo contrario de lo que sucede en el ruedo. Dos estocadas recibiendo y, oreja por toro; eran de regalo, claro.
Ese chico, Paco Ureña, produce una pena infinita con su toreo. Ese hombre al que tantos años hemos admirado cuando se enfrentaba al toro de verdad y, como se ha demostrado, lo que el de Lorca quería no era otra cosa que entrar en el festín de las figuras donde todo parece, pero nada es. Ureña se pone bonito, quiere que le veamos como aquel diestro épico que nos emocionaba y, su ridículo es de clamor. Claro que ha toreado bonito en algunas fases de sus animalitos, pero sobra esa prosopopeya que utiliza como si lo que hiciera tuviera la heroicidad de antaño; nada de nada porque ahora todo es postureo, por tanto, falsedad. Le han dado una oreja en el último que, debe de comérsela con patatas porque le sabrá muy rica. Una pena que, un gran torero haya quedado como un caricato de sí mismo pero, él tiene la culpa por enfrentarse a los burros de rigor. Ahí tenemos decenas de crónicas escritas que hablan ella solas de la grandeza de este torero, eso sí, cuando eran grande.
No hay comentarios:
Publicar un comentario