Entre tan poquita gente que se congregó allí hemos visto a toda una leyenda viva de la torería del mundo, nada más y nada menos que al maestro Andrés Vázquez que, como sabemos cuando había cumplido los ochenta años se enfrentó a un toro de Victorino en un festival en Zamora cortándole las dos orejas. Me ha sorprendido que, los tres toreros de hoy, valientes a carta cabal, al respecto del maestro, es decir, su su presencia en la plaza, hayan sido tan memos de no brindarle nadie un toro. Vamos, como si toreros leyenda como el maestro Andrés Vázquez los tuviésemos a pares por cualquier esquina.
Adolfo Martín hoy ha marrado; no se ha lucido con sus toros que, a no dudar, se habrá llevado un disgusto de época. Sus pupilos han salido correosos, difíciles, broncos y con todos los componentes para que los toreros solo pudieran hacer lo que hicieron, estar valientes.
Juan del Álamo ha tenido un primer toro que, en el transcurso de la lidia nos ha parecido difícil pero que, a medida que discurría la tarde hemos comprobado que ha sido el mejor del encierro. El salmantino le ha enjaretado pases por ambos pitones con mucha limpieza pero, el riesgo se palpaba de lejos. Lo ha matado de una gran estocada y, su premio debía de haber sido mayor. Vuelta al ruedo como gratitud por lo que había hecho. Su segundo nos ha equivocado a todos, incluido el diestro que, previamente al bello tercio de varas en el que el animal se ha arrancado de lejos, Del Álamo le había administrado un ramillete de verónicas muy hermosas. Confiado el diestro ha brindado al público y, nuestro gozo en un pozo; el toro se le ha puesto rebelde y pronto ha tenido que desistir. Lo ha matado como ha podido y ahí ha quedado todo.
Román, al que nadie sabe porque ha renunciado a su apellido, al respecto debe ir con cuidado no sea cosa que le pase lo que a Varea, ¿verdad? El de Valencia ha estado valentísimo toda la tarde, es cierto que, artísticamente tiene poco que decir pero, toreros como él hacen falta para que se puedan lidiar este tipo de toros. No ha regateado el más mínimo esfuerzo ante sus enemigos; no ha estado valiente, más bien, lo que sigue: VALENTÍSIMO. En su segundo, de haber acertado con la espada podía haber cortado una oreja como premio a ese valor espartano que luce.
José Garrido no ha brillado en nada al igual que sus compañeros. Ha puesto mucha voluntad en su lote pero, si su primero se le ha parado muy pronto, en su segundo que le ha permitido un poco más, tampoco nada ha tenido calado entre el gentío porque, entre otras cosas, ha matado como ha podido. Sin duda, si se premiara con orejas la voluntad y el valor, en la tarde de hoy los tres hubieran salido por la puerta grande.
Es cierto que los toros de Adolfo Martín no han servido para llevar a cabo el toreo moderno que ahora conocemos pero, a cambio de ello, si es cierto que el peligro que desarrollaban los toros era lo que emocionaba a la gente que había en los tendidos que, de haber matado bien Román y Garrido, quizás se les hubiera otorgado una oreja y, a Del Álamo no se le ha concedido por aquello de la frialdad del primer toro.
En el transcurso de la corrida nos hemos enterado de la ruptura entre Matilla y Morante. No hace falta ser muy listo para conocer los motivos, ¿verdad? Si Matilla era el empresario de la plaza, Morante uno de los toreros que actuaba y no había gente. Blanco y en botella.
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