Sigamos ese rastro de babas episcopales y empresariales que la CEOE y los obispos han dejado en su romería hacia los indultos de las serpientes de cascabel del separatismo catalán. La Conferencia Episcopal no guarda en sus sagrarios el Cuerpo y la Palabra de Cristo, esconde un ábaco con el que cuenta los dineros que no paga por el IBI de su inmenso patrimonio inmobiliario. Los obispos españoles no se desvelan para rezar, pierden el sueño para contar, como el avaro de Molière, lo que tendrían que pagar si, por no mostrarse dóciles y complacientes con el césar Sánchez, el Gobierno le da una coz al Concordato, que les exime de tan terrenal pago, y les manda a sus pretorianos de Hacienda para cobrarles el IBI. Es los único que desvela a los obispos, por eso colocan de sacristanes en sus templos a Poncio Pilatos con el indulto de Barrabás firmado. ¿Es justo? No, pero es rentable, muy rentable, pues para vivir como cardenales renacentistas hay que comportarse como los fariseos del Sanedrín de Jerusalén.
Los empresarios que habitan en ese terrario que es la CEOE obedecen a las mismas pulsiones de codicia que sus colegas de la Conferencia Episcopal. Su punto de encuentro es la lonja del Templo convertido en mercado, por sus baldosas reptan rezando a su único dios verdadero, el Becerro de Oro, para no irritar al César que les procura licencias y concesiones con el pulgar hacia arriba a cambio de sumisión absoluta y de abundantes comisiones. Como el principal filón del negocio de la CEOE consiste en reptar ante el poder político, sus pseudoempresarios se arrastran como los obispos, para vivir también como cardenales renacentistas. Ambas clases de ofidios rezan mucho y en latín la eterna oración del mercader sin alma y sin patria: do ut des et quid pro quo, amén ( “doy para que me des y una cosa por otra”). Hoy bendicen desde sus púlpitos y sus consejos de administración los indultos de los separatistas, mañana reptarán pasando el cepillo para santificar y financiar la independencia de Cataluña. Son reptiles domesticados, como la cobra que cobra por contonearse al son de su flautista en los zocos tribales, que es en lo que ellos han convertido a España.
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