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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

jueves, 8 de agosto de 2024

Rotherham / por HUGHES


«Nadie conoce la verdadera magnitud de la explotación sexual infantil en Rotherham a lo largo de los años. Nuestra estimación conservadora es que aproximadamente 1400 niños fueron explotados sexualmente durante todo el período de la investigación, de 1997 a 2013...»

Rotherham

HUGHES
La Gaceta/7 de agosto de 2024
Los disturbios en Inglaterra han desplazado el foco del crimen que los originó a la naturaleza de los que protestan. Se trataría, ya lo sabemos, de ultraderechistas espoleados por Rusia con una narrativa inexacta, malintencionada y creadora de odio que mediante bulos en las redes influye en las conciencias de lo peor de la sociedad. Esto se traslada inmediatamente aquí, para el propio puchero, por el sistema mediático del régimen: los «legacy media» (los medios tradicionales) más el Internet bajo control. Estamos hablando de casi todo.

Pero ¿y qué hay de la contraparte narrativa? ¿Qué podemos decir del relato oficial? Aquí encontramos un gran punto oscuro. Los «bulos» ingleses estarían actuando sobre algo, sobre una cierta sensibilidad.

Hubo estos días protestas en Rotherham, una ciudad posindustrial de unos cien mil habitantes. Pero ¿qué pasó allí? En las últimas horas la historia se ha desenterrado, aunque no lo suficiente. Recurriremos al informe que realizó un trabajador social. Nada sospechoso.

«Nadie conoce la verdadera magnitud de la explotación sexual infantil en Rotherham a lo largo de los años. Nuestra estimación conservadora es que aproximadamente 1400 niños fueron explotados sexualmente durante todo el período de la investigación, de 1997 a 2013.

En poco más de un tercio de los casos, los servicios de protección y descuido de menores ya conocían a los niños afectados por la explotación sexual. Es difícil describir la naturaleza atroz del abuso que sufrieron las víctimas infantiles. Fueron violadas por múltiples perpetradores, traficadas a otras ciudades del norte de Inglaterra, secuestradas, golpeadas e intimidadas. Hubo casos de niños a los que rociaron con gasolina y amenazaron con quemarlos, los amenazaron con armas de fuego, los obligaron a presenciar violaciones brutalmente violentas y los amenazaron con que serían los siguientes si se lo contaban a alguien. Niñas de tan solo 11 años fueron violadas por un gran número de perpetradores masculinos.

Este tipo de abusos no se limita al pasado, sino que continúa hasta el día de hoy. En mayo de 2014, el equipo especializado en explotación sexual infantil tenía 51 casos. Otros equipos de asistencia social infantil se ocuparon de más casos de explotación sexual infantil. El equipo de asistencia social infantil identificó a 16 niños bajo su tutela que corrían un grave riesgo de explotación sexual o habían sido explotados sexualmente. En 2013, la policía recibió 157 denuncias sobre explotación sexual infantil en el distrito.

Durante los primeros doce años que abarca esta investigación, los fracasos colectivos de los líderes políticos y de los funcionarios fueron flagrantes. Desde el principio, hubo cada vez más pruebas de que la explotación sexual infantil era un problema grave en Rotherham. Estas pruebas surgieron de quienes trabajaban en centros de acogida y de trabajadores sociales que conocían bien a los jóvenes.

En el ámbito de la asistencia social, los altos directivos no dieron demasiada importancia a la magnitud y la gravedad del problema. A nivel operativo, la policía no dio ninguna prioridad a la explotación sexual infantil, trató a muchas víctimas infantiles con desprecio y no actuó contra los abusos que sufrían, considerándolos un delito. En 2002, 2003 y 2006 se obtuvieron pruebas contundentes: la policía y el ayuntamiento contaban con tres informes que describían la situación en Rotherham de forma muy clara. El primero de estos informes fue suprimido porque algunos altos funcionarios no creyeron en los datos que contenía, lo que dio lugar a sugerencias de encubrimiento. Los otros dos informes exponían los vínculos entre la explotación sexual infantil y las drogas, las armas y la delincuencia en el distrito. Estos informes fueron ignorados y no se tomó ninguna medida para abordar los problemas que se identificaron en ellos».

Algunas de las niñas contaron sus experiencias, aunque hubo quien no pudo. Una de ellas, con leve discapacidad mental, fue apuñalada cuarenta veces y arrojada a un canal por dos jóvenes de origen paquistaní que habían tenido relaciones sexuales con ella. Uno fue absuelto del asesinato; el otro condenado a diecisiete años.

Las autoridades dedicaron esfuerzos a tapar la magnitud del escándalo. Ningún policía fue expulsado o sancionado por ello. Ni la policía ni los servicios sociales ofrecieron auxilio real a los padres y una de las razones fue la corrección política. Denunciar lo que todos sabían que ocurría podía considerarse racismo ya que en su mayoría eran de origen paquistaní. Hay casos que rozan lo increíble. Uno de los padres, sabedor de que su hija menor de edad se veía con un adulto que la explotaba, acudió a la casa del individuo y allí, al gritar, hizo un comentario racista que alertó a los vecinos. Llamaron por ello a la policía y rápidamente llegaron unos agentes; al entrar encontraron a la niña desnuda en una casa llena de hombres. No hubo arrestos ni acusaciones.

En ocasiones desalentaban las posibles denuncias. A una trabajadora juvenil que lo intentó le recordaron que todo el mundo sabía dónde vivía…

No solo fue la policía. El ayuntamiento creó una organización para investigar los rumores de explotación sexual y abusos. Cuando emitió el informe, las autoridades parecieron contrariadas. A un empleado se le llegó a decir que no utilizara la palabra «asiático» referida a los perpetradores y se le hizo asistir a un curso de concienciación racial.

El amedrentamiento continuó. Sarah Champion, diputada laborista por la localidad, escribió un artículo el que osó mencionar el elefante en la habitación: el problema de los hombres paquistaníes y las redes de explotación de chicas blancas. Según ella, había sido un error mirar a otro lado. La acusaron de racista y presionada por su propio partido (laborista) tuvo que dimitir. Los laboristas siguen ganando allí.

Cuando algo así sucede en una población y se acepta e interioriza, cuando no estando en una situación de guerra se abusa o viola a un número entre el 5% y el 10% de las niñas de una ciudad y ni siquiera pueden exigirse responsabilidades, cuando se extiende a otros lugares como Rochdale, Luton, Huddersfield, Derby… ¿se puede hablar de una sociedad viva, real, sana? ¿Es el fenómeno de estos días una reacción o un último espasmo?

Sobre la violencia que padecieron las menores se corrió un velo de silencio, el mismo que cae ahora sobre las tres niñas asesinadas. Lo vemos en España, en la onda expansiva del asunto. Lo percibimos en la nada inocente cobertura del caso. Quienes olvidan inmediatamente el acto criminal para centrarse en la reacción están colaborando, de un modo demasiado entusiasta, a un nuevo clima represivo que no corregirá los errores del pasado (la aberrante irrealidad, la mezcla de corrupción e ideología perversa y delirante) y perpetuará con grandes y vacías palabras virtuosas la última doma, el sometimiento definitivo.
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