Alguien comentaba ayer en X que este artículo del gran Hughes es fundacional. Fundacional, en efecto, de una nueva forma, mucho más recia, de ver y sentir. De vernos y sentirnos
Reafirmación de España
Las peticiones de la mexicana Sheinbaum son, además de un ultraje, el reflejo de una grave amenaza que se une a todas las demás que enfrenta España. La culpa histórica es inasumible y una pura fantasía que daña de lleno su proyección exterior y su proyección interna, psicológica. Por eso recurren a ella todos los traidores a España censados, unos por odio y otros por subdesarrollo mental, mientras los agazapados observan propiciatorios.
En apariencia, el PSOE-Gobierno ha estado esta vez donde toca, tras la jefatura de Estado, pero sólo en apariencia. Sus socios apoyan a Sheinbaum sin que se altere un ápice su armonía estratégica.
El PSOE fomenta además la ideología de la descolonización, y su aparato cultural, hecho aparato de Estado, repite el discurso negrolegendario, calabobos fundamental junto con el anticatolicismo y el más primario y pasional antifranquismo.
El ataque a la obra histórica de España es la primera prueba de su existencia. Los enemigos no se andan nunca con distingos ni dudas sobre lo que fue o no fue España. Ni Castilla, ni monarquía hispánica ni zarandajas: atacan su unidad histórica y al hacerlo confirman su existencia en los siglos. ¡Honra a nuestros enemigos!
El ataque a Hernán Cortés es mucho más que una moda y va más allá del oportunismo de los insignificantes AMLOS y Sheinbaums. Eso no importa nada. Lo importante es a qué acuden para su oportunismo, la fábrica de esos argumentos hispanófobos. Un mal que afecta en su médula a España, donde se pasó, sirva de ejemplo, sin pena ni gloria por el quinto centenario de Hernán Cortés.
Algunos, y sólo los mejores, le recuerdan a Sheinbaum, como si ella lo desconociera, la alianza prehispánica liderada por Cortés contra la barbarie hegemónica mexica, la coalición de todas las tribus sometidas a ese régimen des-corazonador de arrancacorazones y caníbales. Pero esto ya lo saben.
¿Por qué no se asume que es precisamente porque lo saben que detestan a Hernán Cortés?
Hernán Cortés vio con horror la obra del Mal y la obra del Demonio. ¡Y no estamos hablando siquiera de religión! Percibió la presencia de algo espiritualmente atroz, degenerado, oscurísimo e inhumano y por ello ha sido perseguido durante siglos por los herederos de esos mundos horrorosos. Porque herederos son en la fealdad, el desorden y el ataque a la vida.
Las peticiones de Sheinbaum son inaceptables, pero merecen mucho más que una negativa. Exigen una reafirmación en la labor espiritual, iluminadora y humanizadora de España.
Esto obligaría a un giro español copernicano e iría más allá de atacar lo negrolegendario, o dar a los desfacedores de mitos y desfiguraciones el espacio que ahora no tienen. No sería sólo «dejar hablar a la historia», pues la política acude a ella, como al resto de disciplinas y ciencias, con sus propias intenciones.
Oponerse sería desarrollar una auténtica política de Estado, ahora imposible, que proclamara oficialmente la liberación española de las culturas sanguinarias mesoamericanas. Su liberación e iluminación.
¡España, meteorito de luz y civilización que allí cayó!
(No, no se rían, ¡así hay que hablar!)
Esto lo tendría que decir un Rey, y un ministro de exteriores. Decir que somos hermanos es decir mucho y a la vez decir muy poco. ¿Hermanos de qué padre, eslabones de qué prole?
Pero para ello, España se tendría que apropiar del verbo «liberar» y de la palabra «libertad», una palabra que es mucha palabra. ¿Tiene soberanía para atreverse a pensarlo siquiera? Ciertas revoluciones «liberaron» América del yugo español, dicen y estudiamos, y en el siglo XX América, en su forma norteña, liberó de vuelta el continente europeo. En ese ida y vuelta de liberaciones, ¿dónde queda atrapado lo español?
España liberó. Dígase con desahogo peliculero. ¿O solo otros pueden hacer uso de la palabra?
La defensa de la liberadora conquista española, tan distinta de la anglosajona, como posición estatal firme y fijada (para esto no piden pacto de Estado), obligaría a introducir matices en la definición de Occidente que tan sumisa y ligeramente asumimos, diferenciando así lo occidental extremo de lo occidental próximo, la ecúmene católica de la protestante.
¿Puede España apropiarse de la palabra libertad y defender su católica y humana occidentalidad y no la de otros? ¿Cuánto tiempo habrá de defender a Hernán Cortés ante quienes lo han bombardeado todo?
Esa otra visión de su Occidente, que enriquece lo occidental, no sólo enaltece a España, también sirve al resto de países hispanos, que son hermanos precisamente por ello, no solo por Shakira y el idioma.
Esta alteridad, esa occidentalidad alternativa, que en ellos es mundo nuevo y posibilidad abierta a lo distinto y mejor, gran esperanza, (sobre todo ahora, a dos centímetros del armagedón), les ayudaría a un pensarse distinto, autónomo, a abrazar una identidad que no es solo accidente cultural, sino raíz, principio civilizacional e impronta propia. Un occidente sincrético, bisagra, mestizo, intermediario, cargado de futuro, una gran transversalidad norte-sur capaz de sacar cabeza (¡lo justo para respirar!) entre la desquiciada OTAN y los orientaloides y tartáricos BRICS. ¡Cómo le van a explicar a España unos el Atlántico y otros el sur!
Las culturas de la muerte, la fealdad pesadillesca, la destripadora oscuridad y el Mal comeniños (el contradiós) se proyectan siglos después por el planeta disfrazados de tecnología e ideologías contemporáneas. Resulta del todo comprensible que detesten a Hernán Cortés.
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