Sevilla, Corrida de Miura, Domingo, del 21 de abril
Solanera
Y en la solanera, el espontáneo que le cantó un fandango a Escribano
Solanera
Y en la solanera, el espontáneo que le cantó un fandango a Escribano
José Ramón Márquez
Yo sólo he visto dos veces que un señor se levante en un tendido y le dedique un cante a un torero. Las dos veces ha sido a toreros modestos, casi desconocidos; las dos veces ha sido en corridas en la que en el ruedo había toros.
La primera fue en la Plaza Real de El Puerto de Santa María. Había una paupérrima entrada para ver una seria corrida de toros de Cebada Gago para Jesuli de Torrecera, Alejandro Morilla y Antonio José Blanco. En el segundo toro un hombre sentado él solo en plena solanera le cantó a Jesuli con convicción de amigo y en el sexto otra voz desde la grada le cantó a Blanco con idéntico argumento.
El pasado domingo, en Sevilla, corrida de toros de Miura, una voz entre los del sol cantó un fandango a Manuel XXXX, y esa voz de amigo parece que dio fuerzas, que no convicción, al torero en la tarea casi imposible en la que estaba enredado.
Decía M. que dentro de poco, con tantos reglamentos como hay en el llamado Estado de las Autonomías, los toreros iban a tener más necesidad de llevar, en sus cuadrillas, un abogado mejor que un mozo de estoques. En aras de la evolución y de la modernidad tan pésimamente entendida como la que andan pregonando por ahí algunos plumillas, no sería de extrañar que ciertos toreros ‘de época’ (de esta precisa época, porque dentro de quince años, cuando cambie la época, de ellos nadie recordará ni el apodo) incluyan un saetero o, si aún se desea mayor modernidad, un karaoke que, mediante canciones del verano, sirva para señalar a los públicos los momentos de poderío y de importancia y les haga más llevadero el rato.
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Yo sólo he visto dos veces que un señor se levante en un tendido y le dedique un cante a un torero. Las dos veces ha sido a toreros modestos, casi desconocidos; las dos veces ha sido en corridas en la que en el ruedo había toros.
La primera fue en la Plaza Real de El Puerto de Santa María. Había una paupérrima entrada para ver una seria corrida de toros de Cebada Gago para Jesuli de Torrecera, Alejandro Morilla y Antonio José Blanco. En el segundo toro un hombre sentado él solo en plena solanera le cantó a Jesuli con convicción de amigo y en el sexto otra voz desde la grada le cantó a Blanco con idéntico argumento.
El pasado domingo, en Sevilla, corrida de toros de Miura, una voz entre los del sol cantó un fandango a Manuel XXXX, y esa voz de amigo parece que dio fuerzas, que no convicción, al torero en la tarea casi imposible en la que estaba enredado.
Decía M. que dentro de poco, con tantos reglamentos como hay en el llamado Estado de las Autonomías, los toreros iban a tener más necesidad de llevar, en sus cuadrillas, un abogado mejor que un mozo de estoques. En aras de la evolución y de la modernidad tan pésimamente entendida como la que andan pregonando por ahí algunos plumillas, no sería de extrañar que ciertos toreros ‘de época’ (de esta precisa época, porque dentro de quince años, cuando cambie la época, de ellos nadie recordará ni el apodo) incluyan un saetero o, si aún se desea mayor modernidad, un karaoke que, mediante canciones del verano, sirva para señalar a los públicos los momentos de poderío y de importancia y les haga más llevadero el rato.
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