"...Llegan a los engaños estos “cuvillos” con tal sosería y falta de casta que es casi un delito calificarlos de bravos ni nada parecido..."
TOROS DE CUVILLO PARA MORANTE DE LA PUEBLA, SEBASTIAN CASTELLA Y ALEJANDRO TALAVANTE
"...aquí en Sevilla la degeneración con el ganado que torean presuntas figuras está llegando a extremos que parece nunca tiene fin..."
FLOJEDAD Y LA EMOCIÓN DE LA ESTÉTICA
DIEGO MARTÍNEZ.- UTAA
SEVILLA, 15 DE ABRIL DE 2013.
Tarde la de hoy con argumento y guión conocidos, que se inicia el día antes, como es costumbre en estos casos, rechazando toros y hasta siete animales volvieron al campo, para después lidiar un jabonero mostrenco y cinco novillotes con edad de toros. Algunos de ellos no serían aprobados ni en plazas de segunda, pero aquí en Sevilla la degeneración con el ganado que torean presuntas figuras está llegando a extremos que parece nunca tiene fin.
Luego está lo de la suerte de varas y lo visto esta tarde, sin exagerar, no se hace ni en plazas de tercera y aún así los toretes apetecidos por la casta torera dominante son flojos hasta decir basta.
Llegan a los engaños estos “cuvillos” con tal sosería y falta de casta que es casi un delito calificarlos de bravos ni nada parecido. ¿Que ocurre entonces?, que la tarde es plúmbea, aburrida, monótona y con unas ganas locas de aquello termine cuanto antes.
Cuando los que se enfrentan a estos presuntos toros bravos o medios toros, demuestran vulgaridad para aparentar arte, se pone la guinda a un pastel podrido que se indigesta con solo mirarlo.
Eso le ocurre a Castella y Talavante, que si al menos se “enfadaran” con los novillotes y sacaran a relucir un mínimo de temple y buen gusto, taparían los defectos del toro y por lo menos harían algo de sombra al maestro de la Puebla del Rio.
Morante se ha llevado el gato al agua esta tarde. No le hizo falta la muleta. Tampoco los animales se lo permitieron. Fue suficiente con levantar emoción con el capote en sus dos toros a base de su particular estética, y a su favor hay que reconocer que es único para levantar pasiones que hacen olvidar a sus incondicionales la flojedad y el escaso trapío de sus enemigos.
Con su capotito, manos bajas, pecho adelante y cargar la suerte hasta lo indecible, le basta y sobra a Morante para poner la plaza boca abajo y decir ahí queda eso, pues no necesita ni cortar orejas ni la vuelta al rueda que se negó a dar.
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