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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

lunes, 2 de julio de 2018

La corriente animalista, los toros y la insolidaridad / por Antonio Purroy Unanua




El movimiento animalista tiene como fin último poner en pie de igualdad la condición humana con la de los animales irracionales, ya sean salvajes o domésticos, para equiparar el humanismo con raíces greco-romanas y judeo-cristianas, con la vida de los animales irracionales, un relato equivocado, injusto e innecesario.

La corriente animalista, los toros y la insolidaridad

Antonio Purroy Unanua
Doctor ingeniero agrónomo y miembro de Sociedad Civil Navarra
No, el movimiento animalista no descansa y se activa bastante más cuando llegan los Sanfermines. Parece que este año han decidido echar el resto y hacerse presentes en Pamplona unos días antes del chupinazo con una sobreactuación animalista –grupos como Liberal Animalis, PETA, PACMA…-, con el apoyo más o menos velado de movimientos locales de corte izquierdista, populista y nacionalista.

El movimiento animalista tiene como fin último poner en pie de igualdad la condición humana con la de los animales irracionales, ya sean salvajes o domésticos, para equiparar el humanismo con raíces greco-romanas y judeo-cristianas, con la vida de los animales irracionales, un relato equivocado, injusto e innecesario. Niegan el humanismo y apoyan el antiespecismo que sostiene que todas las especies animales son iguales, incluida la humana (P. Singer).

En realidad, no les importa gran cosa lo que ocurra con los toros en el ruedo, pero saben que la Tauromaquia es un buen reclamo para apoyar el movimiento animalista, porque las imágenes distorsionadas que presentan, junto con la aparente crueldad del espectáculo, movilizan a gentes bienintencionadas de cualquier rincón del mundo a favor de sus tesis animalistas.

No contentos con ello, eligen los Sanfermines porque poseen el festejo popular taurino más importante del planeta, el Encierro, acompañado de las corridas vespertinas de prestigio, pues ya se sabe que sin corridas no hay encierros: la desaparición de aquellas haría inviable el encierro. Tome nota señor alcalde de Pamplona. Cualquier acto antitaurino extravagante y bien organizado tiene garantizado su difusión por medio mundo y en pocas horas a través de las redes sociales. Así, la Tauromaquia se convierte en el mejor altavoz y la mayor pantalla del movimiento animalista, que tiene objetivos mucho más ambiciosos que la pequeña influencia económica y social que tiene la fiesta de los toros en los ocho países taurinos donde se celebran corridas (Portugal, España, Francia, México, Venezuela, Ecuador, Colombia, Perú). 

Para defender a los animales, no se les ocurre mejor cosa que ir en contra de la producción de alimentos de origen animal, para lo que no dudan en atacar la cría de animales domésticos –animales de renta- que son los que producen alimentos esenciales en la dieta humana (carne, leche, huevos…), y que lamentablemente escasean en las regiones desfavorecidas del planeta, allí donde se pasa hambre. Se olvidan del enorme daño que pueden generar a los ganaderos y a sus familias y a toda la industria cárnica que gira en torno a esta producción y que es una gran fuente de riqueza para España. 

En las regiones avanzadas, como puede ser la UE, la moderna producción animal está sometida a unas normas rigurosas de bienestar animal que garantizan una vida acorde con el comportamiento animal y los objetivos de producción. Nadie quiere más a sus animales que los propios ganaderos y, aunque parezca una aberración, nadie quiere más a los toros de lidia que los propios ganaderos, toreros y aficionados. Decir que la gente va a las plazas a ver sufrir a los toros es una gran falacia llena de maldad. 

Pero es que el movimiento animalista tiene además una gran carga de insolidaridad. 

Es insolidario con los millones de familias de ganaderos en el mundo que dependen de la producción de sus animales para vivir de su trabajo. 

Es insolidario cuando animan a abrazar el veganismo a las generaciones jóvenes de los países avanzados, sabiendo que la dieta vegana, libre de alimentos de origen animal, es desequilibrada e incompleta, por tanto, insana.

Es insolidario con el mundo de las mascotas -animales de compañía- porque se les somete a una vida humanizada que a menudo choca con su vida natural. 

Es insolidario con el medio ambiente al ir en contra de la cría de animales que consumen el pasto natural de nuestros campos y montes, que ayuda a mantener fértil y limpio el terreno y a evitar incendios forestales. Es insolidario porque se oponen a la investigación con animales, que está reglada y ordenada por ley, para el avance del conocimiento por el bien general de la sociedad. 

Es insolidario con los muchos millones de habitantes que pasan hambre en el mundo, a los que de alguna manera se les quiere impedir el acceso a estos alimentos tan necesarios para sus vidas. 

Y lo que es más penoso, están haciendo el caldo gordo sin ellos saberlo a grandes firmas multinacionales que viven del mundo de las mascotas o de la fabricación de alimentos “cárnicos” sin carne para los veganos, o de hamburguesas de carne artificial –también sin carne- para el gran público, una gran hipocresía.

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