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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 22 de septiembre de 2019

Que salga Zidane, que el público se va y la gente se marea... / por Juan Manuel Rodríguez



Y volvió. Volvió para hacer y deshacer, que era lo que pretendía en la anterior etapa, pero ha hecho poco y ha deshecho bastante. 

Que salga Zidane, que el público se va y la gente se marea...

De repente veo a mucha gente empleando la definición de 'equipo de autor' para referirse al segundo Real Madrid de Zidane. Porque el primero se lo encontró hecho y deshecho, y me explico: se lo encontró hecho porque, al llegar a mitad de temporada, la plantilla ya estaba confeccionada; y se lo encontró deshecho porque Rafa Benítez no acabó de dar con la tecla y tenía a los futbolistas aburridos. En el ánimo de aquellos jugadores estaba reivindicarse y, en cierto modo, demostrar que el culpable de la situación era el entrenador. Zidane llegó en el peor momento posible para el equipo y la calidad de los jugadores, unida al prestigio del gran Zizou, hicieron el resto, y el resto no pudo ser más maravilloso: tres Copas de Europa en dos años medio, tendrá que pasar muchísimo tiempo para que otro equipo u otro entrenador igualen semejante hazaña.

Y luego, de un modo inopinado, Zidane cogió la maleta y se fue. Intuimos, porque tampoco lo dijo claramente, que era porque no podía sacarle más partido a estos jugadores y, en su media explicación, quedó en el aire la duda de si el club, o sea Florentino Pérez, le había dejado hacer y deshacer. Porque eso era lo que quería Zidane: poner y quitar para confeccionar eso precisamente, un equipo de autor. El tiempo le dio la razón a Zidane, que consintió que su Real Madrid tocara suelo primero con Julen Lopetegui y más tarde con Solari y, de un modo tan sorprendente al de su marcha, regresó. La historia oficial dice que le llamaron pero a mí me cuentan que llamó él: "Estoy disponible. Os lo debo". Si, tras conseguir tres Copas de Europa en dos años y medio, Zinedine Zidane hubiera decidido recluirse en una casa de la montaña y convertirse en una suerte de ermitaño, una especie de J.D. Salinger del fútbol, se habría convertido en un gurú de los banquillos, un mito viviente; pero no, Zizou quería más, pretendía demostrar que había encontrado la fórmula de la felicidad, la felizidane.

Y volvió. Volvió para hacer y deshacer, que era lo que pretendía en la anterior etapa, pero ha hecho poco y ha deshecho bastante. Porque Zizou no quería ver ni en pintura a Bale y a James, que ayer fueron los menos malos en el Parque de los Príncipes; porque, no teniendo un recambio claro para Casemiro, dejó irse a Llorente, quien, al parecer, tampoco cuenta para el Cholo; porque, careciendo absolutamente de centrocampistas, consintió la cesión de Ceballos, que no es santo de mi devoción pero que juega en el centro del campo; y porque, al proyecto deportivo de traer a chavales con futuro, ha respondido invisibilizando a Brahim, desilusionando a Vinicius, relegando a Rodrygo al filial y cediendo a Kubo al Mallorca. Él quería a Pogba, luego a Pogba y por último a Paul Pogba, pero el United se negó siquiera a escuchar ofertas y, aunque le ofrecieron otras salidas menos pintonas, no las quiso, las despreció sistemáticamente.

No entiendo que el Real Madrid, que tiene un presupuesto gigantesco, pueda descansar su proyecto en las ideas de un solo hombre, que puede ser un genio o puede ser un loco. Pero eso es lo que, probablemente a la vista de sus extraordinarios primeros resultados, ha hecho el Real Madrid. Este equipo es de autor, ahora sólo falta saber si el autor es Miguel de Cervantes Saavedra o Paulo Coelho. La palabra que más empleó anoche Zidane para explicar el problema del Madrid fue intensidad. Como en los cuatro partidos de Liga, el Real fue poco intenso o lo fue a rachas. Tenso, intenso o destensado, lo cierto y verdad es que un Paris Saint Germain sin Mbappé, sin Neymar y sin Cavani le marcó tres goles al Real Madrid, que se fue de la ciudad de la luz sin haber disparado ni una sola vez en noventa minutos entre los tres palos.

Preguntado a las puertas de su domicilio londinense por Diego Plaza, José Mourinho dijo sobre la elección de Zidane que ahora iba a poder demostrar lo bueno que era con otro proyecto. Pero lo bueno o lo malo que sea Zidane tendrá que demostrarlo con un proyecto muy similar al que dejó de repente huérfano una tarde de finales del mes de mayo de 2018 para irse luego a comprar un tresillo a Muebles La Oca. ¿Cuánto tiempo puede durar una sonrisa? Y no me refiero a una sonrisa fingida, a una sonrisa forzada, no, me estoy refiriendo a una de esas sonrisas angelicales, una de esas que transmite paz interior, seguridad, felicidad, relax. La sonrisa de Zidane se ha ajado y, más que sonreir abiertamente, ahora lo que hace es lo que Isabel Pantoja le recomendaba a su Cachuli, a Julián Muñoz: "Dientes, dientes, que es lo que les jode". Pero, entre tanta jodienda, la sonrisina 500 miligramos ya no hace efecto. A lo mejor era un placebo, quién sabe. Hoy, después de un 3-0, el Real Madrid ha descansado de la tremenda paliza que le dio Di María, que a sus 31 años recordó al Ronaldo del PSV, cortando la defensa merengue como el cuchillo la mantequilla. 757,3 millones de euros de presupuesto para un Real Madrid absolutamente zidaniano. Pero, como en la novela "¡Autor, autor!" de David Lodge, se reclama ya con insistencia en la platea la presencia del susodicho. Que salga ya Zidane, que el público se va, la gente se marea y el público... Pues eso.

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