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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

martes, 13 de mayo de 2025

El toro de lidia, una joya zootécnica /por Miguel del Pino


'..En la vieja Iberia, desde remotos tiempos prerromanos se fue manteniendo un tipo de res bovina arisca y peligrosa, que la selección habría ido eliminando en otros países en función de los criterios anteriormente expuestos, pero que en nuestra península sobrevivió por diversas y complejas razones, míticas y de complejas raíces antropológicas..'

El toro de lidia, una joya zootécnica
No se trata de una especie diferente al Bos Taurus, es sólo una raza, pero una raza incomparable

Miguel del Pino*
En época medieval se extinguieron los últimos ejemplares del Uro (Bos Taurus primigenius), un gran bóvido salvaje que se extendía a lo largo de diversos ecosistemas de Europa y Asia Menor: alguna de las variedades del uro son el ancestro de las distintas razas de vacuno doméstico antes de que la presión humana y las transformaciones ambientales acabaran con el tipo primitivo.

Quedó en Europa el bisonte: un bovino forestal bastante diferente del uro, que ahora se quiere reintroducir en la fauna española, pero tampoco sobrevive el gran bisonte que alcanzó a pintar el artista de Altamira; aquel era el también extinguido Bison priscus, más directamente emparentado con el bisonte americano, Bison bison, que con el actual bisonte europeo, Bison bonasus.

La evolución de las diferentes razas de ganado bovino a lo largo del continente europeo se basó, como es lógico, en dos parámetros: el aprovechamiento cárnico y la manejabilidad, es decir la adquisición de carácter apacible que hiciera posible su manejo y minimizara su peligrosidad, con una excepción en tales objetivos: lo ocurrido históricamente en la Península Ibérica.

En la vieja Iberia, desde remotos tiempos prerromanos se fue manteniendo un tipo de res bovina arisca y peligrosa, que la selección habría ido eliminando en otros países en función de los criterios anteriormente expuestos, pero que en nuestra península sobrevivió por diversas y complejas razones, míticas y de complejas raíces antropológicas.

La costumbre de combatir contra las reses agresivas, o de realizar actividades venatorias, es decir cacerías colectivas, debió de ser frecuente entre las primeras poblaciones íberas: lástima que no conservemos suficientes testimonios arqueológicos de las primeras estructuras a las que poder llamar "plazas de toros", pero que había guerreros que se enfrentaban a bovinos muy parecidos al uro o a sus descendientes queda probado por hallazgos como la llamada "estela de Clunia", inscripción en piedra lamentablemente deteriorada sin que llegáramos a interpretar el texto que la acompañaba: ¿vascuence primitivo?

En definitiva, tenemos que reconocer que ignoramos bastante acerca de las actividades, artísticas o venatorias, que se desarrollaron a lo largo de las épocas históricas, antiguas y medievales, en las que se enfrentaron hombres y toros en el suelo de Iberia; lo que podemos asegurar es que, gracias a ellas, no se extinguieron los toros ariscos, como ocurrió en el resto de Europa, salvo en contados enclaves de las Landas francesas.

Hay que establecer un largo paréntesis histórico para encontrar las raíces de la selección de toros agresivos, aptos para las diferentes fiestas y juegos con los toros, tanto a caballo como a pie, y poder llegar a la obtención de datos fidedignos sobre los orígenes de las castas fundacionales del toro, raíces que se remontan al siglo VIII.

Del toro arisco al toro bravo

Dichas castas fundacionales son varias. En ellas destacan las vacadas seleccionadas en tierras andaluzas, con especial relevancia de la localidad sevillana de Utrera, pero también merece la pena investigar el papel desempeñado por Jerez de la Frontera y sus "frailes ganaderos", como los que se asentaron en la Cartuja jerezana; andaluzas son las Castas de Vázquez, Vistahermosa, Gallardo y Cabrera.

En tierras castellanas se encuentran los orígenes de las castas del Raso del Portillo y Jijona, esta última con dominio de toros de un característico pelo colorado, y no olvidemos los torillos navarros de la vacada de Don Nazario Carriquiri, tan pequeños como fieros, de los que se decía, "si te llegara a coger un toro de Don Nazario, de poco te han de servir ni cura ni boticario".

Resulta apasionante, desde el punto de vista histórico, el rastreo de la transformación de las vacadas fundacionales del siglo XVIII en los ancestros que conducen hasta las castas actuales de toros de lidia; recordemos algunos datos de especial relevancia, como el efímero intento por parte del rey Fernando VII de establecer una "Real vacada", adquiriendo la testamentaría del utrerano José Vicente Vázquez, creador de la llamada "Casta Vazqueña".

Posiblemente influyó en el capricho del Rey el intento de emular a su esposa, María Cristina de Nápoles, que acababa de crear el Real Conservatorio de Música al que debemos los orígenes de la ópera española y de la Zarzuela Romántica. La Real vacada pasó a manos de los duques de Osuna y Veragua, orígenes de ganaderías reconocibles aún en los hierros actuales.

Siguiendo la costumbre imperante en su tiempo, Fernando VII hizo traer su vacada desde Utrera a la Vega del Jarama, rica en pastos salitrosos; era creencia general que el salitre de la alimentación generaba bravura en las reses, creencia científicamente insostenible: la realidad es que eran esos terrenos, agrícolamente improductivos, los ideales para aislar el ganado peligroso para la población y de mayor dificultad en su manejo.

Al avanzar el siglo XIX las castas fundacionales van evolucionando, tanto por selección como por cruzamientos entre sus diferentes ramas; a medida que se van estableciendo y perfeccionando las técnicas del toreo, especialmente los componentes artísticos del toreo a pie, una de dichas castas se impone notablemente a las demás: se trata de la llamada "de Vistahermosa", que toma su nombre del marqués que ostentaba dicho título.

Con el predominio de "los Vistahermosa" se impone la capa negra en el pelaje del toro bravo sobre el variopinto de las restantes: estos toros negros, dominantes en la actualidad, se parecen muy notablemente al aspecto del uro extinguido.

En definitiva, en paralelo a la Historia de la Fiesta de los toros, los ganaderos van creando una bellísima raza bovina, llamada "de lidia" o "brava", que se constituye en canon de belleza de la especie: los veterinarios lo llamarían "condición eumétrica", o "de belleza; para muchos biólogos, admiradores de las bellezas de la fauna española, el toro bravo adquiere naturaleza de "especie de la fauna ibérica". No es cierto, pero bien merecería serlo.

Particular importancia ecológica tiene el mantenimiento de muchas vacadas de toros de lidia en los ecosistemas de dehesa, a los que perfectamente se incorpora generando una plusvalía protectora para esta sabana mediterránea y para la gran cantidad de especies silvestres que mantiene y protege, Junto al cerdo ibérico, el toro de lidia viene a constituirse en "guardián ecológico" de este privilegiado ecosistema.

Que sea por muchos años.

*Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales.

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