la suerte suprema

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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

miércoles, 21 de mayo de 2025

Feria de San Isidro. Novillada de Mayalde para Jiménez, Bastos y El Mene, que cobró dos estocadas canónicas, ahora que nadie conoce el canon. Márquez & Moore


'..hoy en Las Ventas en la que se han lidiado novillos del Conde de Mayalde para Fabio JiménezIker Fernández «El Mene», de Zaragoza, nuevo en esta Plaza, y Tomás Bastos, de Vilafranca de Xira (Portugal), nuevo en esta Plaza..'

JOSÉ RAMÓN MÁRQUEZ
En el número 1 de la recién editada revista «Tertulia de Toros», la aficionada Rebeca Fuentes se refiere, con gran acierto, a la «deriva utilitarista que está tomando la suerte de matar, olvidando que es […] la piedra angular de la corrida de toros».

No es ninguna novedad señalar que, en cuanto a la antes llamada «suerte suprema», actualmente estamos viviendo en la era del «todo vale» y que con tal de que el acero esté dentro de la anatomía del burel, la mayoría del público da por óptima la estocada. No sólo el público. Hace unos días vimos cómo el Presidente don José María Fernández Egea no dudó en sacar el segundo pañuelo a Alejandro Talavante, desatendiendo lo que manda el artículo 82 del Reglamento cuando dice que para obtener ese galardón el Presidente tendrá en cuenta «fundamentalmente, la estocada». Al señor Egea le daba igual la estocada porque, seguramente, al hallarse la espada dentro del toro, eso era suficiente, en su presidencial opinión. El hecho es que, a día de hoy, llevamos 60 toros o novillos muertos a estoque de los cuales apenas salvamos 8 estocadas: las de Colombo, las de Manzanares, las de Uceda Leal y, hoy, las de El Mene: el 87% de las estocadas han sido de mala ejecución: cuarteando, huyendo, metiendo el brazo con habilidad de prestidigitador, atacando desde afuera, tirando la muleta para que se entretenga el toro y, a veces, ha servido un pinchazo un poco hondo como excusa para agarrar el verduguillo y olvidarse del estoque. Nada nuevo.

Sorprende mucho, sin embargo, que ante tal páramo de estocadas, se discutan las pocas buenas que se han visto, descalificándolas con argumentos de toda laya. Nos enseñaron cuando éramos niños que a la hora de matar hay que fijarse en la colocación del torero frente a la res y en el viaje de sus pies. La colocación del estoque es más accesoria, porque a veces una buena ejecución no da una estocada en la yema, y el movimiento de la muleta tampoco importa: si el viaje del diestro es rectilíneo y sale limpiamente por el costado del toro, es que él se fía de lo que está haciendo su mano izquierda. Tan sencillo como eso. Meternos en discusiones absurdas sobre si un pelín trasera o un poco caída o que si la muleta tal o cual es restar la importancia que tienen los cuatro que han matado con arreglo a las normas del arte. Y en estos tiempos en que lo que prima es la «deriva utilitarista» que decía Rebeca, deberíamos ensalzar a aquél que se perfila en la rectitud y se lanza a herir con la punta del estoque apuntando al hoyo de las agujas, aunque luego la estocada caiga algo peor, y dedicar nuestras energías a censurar lo muchísimo malo que contemplamos cotidianamente en la ejecución de las estocadas.

Ha venido de perlas esta larga introducción para ir llenando el folio y que no quede muy magra la explicación de lo acontecido hoy en Las Ventas en la que se han lidiado novillos del Conde de Mayalde para Fabio Jiménez, Iker Fernández «El Mene», de Zaragoza, nuevo en esta Plaza, y Tomás Bastos, de Vilafranca de Xira (Portugal), nuevo en esta Plaza.

Lo primero toca hablar de los novillos del señor conde, que hoy los famosos guirlaches de Mayalde nos dieron alguna sorpresita, con un segundo toro que sacó su personalidad, su casta y sus exigencias y con un sexto que trajo las complicaciones que debe tener el toro de lidia y que fue muy mal entendido por su matador. En general se puede decir que la corrida fue lo que se esperaba de ella: toros bien criados y lustrosos con ganas de agradar y de facilitar las cosas a sus matadores, en la línea del toro moderno y facilón que está deseando complacer y que los pitones los lleva puestos más bien como motivo de ornato.
A su primero lo recibió Fabio Jiménez, de azul marino y oro, con templadísimas verónicas. Puede decirse que esto fue lo mejor de su actuación. Le aplicó al nobilísimo novillo todo el repertorio completo del neotoreo, comenzando con su pésima colocación y continuando con el toreo despegado, el cite con el pico y demás sacramentos de ese cisma que nos devora. ¿Qué culpa tiene el muchacho, si estarán todo el día calentándole la cabeza con que emplee esos modos y esa formas? La cosa es que concitó ciertos aplausos del público más fiestero con ese ir y venir del novillo, aunque la cosa se fue enfriando a medida que el trasteo no cobraba vuelo. Se quedó descubierto y el novillo, con todo el dolor de su corazón, le trompicó. El pobre novillo se quedó con una carita de yo-no-fui como pidiendo perdón; al poco Jiménez se fue a por el estoque y antes de matarlo lo pinchó. Su segundo fue destruido por las malas artes de Carlos Pérez desde lo alto de su Montaña Equigarce, que dejó al novillo para el arrastre, literalmente, porque el bicho, tras unas carreras sin atender mucho a la muleta, se echó a que le apuntillasen, sin atender a razones.

El Mene se vino a Madrid a presentarse muy bien vestido, de purísima y oro. Su primer toro, Entrenador, número 28, era para dar un aldabonazo que el Mene no supo o no pudo dar. Bien picado por Héctor Piña, recibió la acertada brega de David Salvador, que se desesperaba viendo cómo José Manuel Zamorano y Vicente Herrera, que le habían pillado un gato tremendo al novillo, le iban clavando las banderillas de una en una. Triste espectáculo. El trasteo de El Mene no estuvo a la altura de lo que demandaba la casta de Entrenador. Quiso echar a rodar lo de todos los días, pero eso no le servía con las condiciones del novillo, lo mismo que le pasó a Luque con el de La Quinta, o sea que la cosa se fue despeñando y, cuando ya estaban a punto de cumplirse las escrituras de los profetas, El Mene se perfila en corto y se arranca, decidido, a cobrar un espléndido volapié que le redime y por el que recibe justos aplausos, como los que recibe el novillo al ser arrastrado. 
Su segundo es menos encastado. Lo recibe por verónicas rematando la serie con una chicuelina (?) En la muleta El Mene plantea un trasteo de altibajos: a veces está a base de ventaja y otras, a medida que la faena va avanzando comienza a irse más hacia adelante y a tratar de hacer las cosas más ajustadas al canon. Al terminar una serie el novillero tropieza con la pezuña del novillo, cayendo, y cuando se levanta el animal le persigue hasta que le engancha y le lanza en una gran voltereta. Por segunda vez vuelve a ejecutar de manera muy acertada la suerte suprema, y aunque el estoque cae ligeramente trasero, tumba al novillo en menos que se tarda en contarlo. Hay una pequeña petición y hay aficionados que se enconan en que no dé la vuelta al ruedo, midiéndole como si fuese una gran figura en vez de un chico con diez festejos el año pasado y dos buenas estocadas en sus dos novillos. Estaremos atentos, a ver si a Marco «Ugly» Pérez le miden de igual manera.

Y Tomás Bastos, de blanco y plata, que nos dio otra nueva ración de ricino con su toreo descolocado y ventajista ante otro Mayalde de bondadosa condición. Intentó arreglarlo al final de la faena a base de naturales, pero la cosa tampoco salió. En su segundo se equivocó de plano: no vio la distancia que el animal pedía, optó por el amontonamiento y fue sacando sus pases sin provocar ningún entusiasmo en la afición. Buenos pares de Alberto Carrero, su tercero.

A la salida, bajando las escaleras, ya oímos las primeras censuras a las estocadas de El Mene. Lo que decíamos antes.



ANDREW MOORE



















FIN

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