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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

domingo, 18 de mayo de 2025

Feria de San Isidro. Primera de rejones. La nula emoción del toro. Pepe Campos


'..Hay una cuestión que nos asalta en esto del rejoneo moderno: la mayoría de los aficionados al toreo a pie no van a estas corridas. ¿Cuál es la clave? Pensamos que la ausencia de emoción. La tibieza en el comportamiento de los astados en estos festejos es una lisura que ha sido clonada y que aflora para que constituyan un espectáculo amable y quede alejado como reminiscencia del toreo caballeresco. ¿Cómo se ha conseguido esto?..' 


PEPE CAMPOS

Plaza de toros de Las Ventas.
Sábado, 17 de mayo de 2025. Octavo festejo de San Isidro. Primera corrida de rejones. Cartel de no hay billetes. Tarde primaveral.

Toros de El Capea (2º, 4º, 5º y 6º) y de San Pelayo (1º y 3º), de sangre Murube, con los pitones muy desmochados, lucieron crotales, escasos de trapío, mansos, flojos, nobles, sumisos y cooperantes. Todos iguales. Sin pizca de emoción.

Toreadores: Rui Fernandes, de Almada (Portugal), vestido A la Federica, casaca de marfil con adornos en oro y pantalones negros, saludos y una oreja; veintiséis años de alternativa. Diego Ventura, de Lisboa (Portugal), traje campero, chaquetilla de color rojo cereza y pantalón azul marino, saludos y una oreja; veintiséis años de alternativa. Lea Vicens, de Nimes (Francia), traje campero, chaquetilla de verde oliva y pantalón azul marino; silencio tras un aviso y una oreja; once años de alternativa.

Hay una cuestión que nos asalta en esto del rejoneo moderno: la mayoría de los aficionados al toreo a pie no van a estas corridas. ¿Cuál es la clave? Pensamos que la ausencia de emoción. La tibieza en el comportamiento de los astados en estos festejos es una lisura que ha sido clonada y que aflora para que constituyan un espectáculo amable y quede alejado como reminiscencia del toreo caballeresco. ¿Cómo se ha conseguido esto? Pues elaborando un tipo de toro (principalmente desde la sangre de origen Murube) que ni siente ni padece, que corretea por el ruedo al son que le marca el caballo del rejoneador. Un astado que ayuda en las tareas ecuestres —afiligranadas— que transitan todo el catálogo posible de los aires del caballo, los naturales y los adquiridos. Desde el paso —que podría ser el español o el de costado—, el trote, el galope, el passage, el piafé, el jambette; hasta el paso reculado, la reverencia, la hincada, la cabriola, la corbeta o la pirueta. Es decir, el toro del rejoneo está al servicio del toreador contemporáneo. Un caballista que manifiesta una distanciada gallardía respecto de aquellos toreadores que en el barroco español escribieron sobre tauromaquia, con didáctica, con compromiso y con cientificidad. Porque el tipo de toro del rejoneo actual, amodorrado, impide todo atisbo emotivo en los festejos del toreo a caballo de hoy. 

Este derrotero debe hacernos meditar, porque el toreo a pie no está libre de que le pueda suceder lo mismo. Hemos visto en este mismo San Isidro toros que emprenden un comportamiento con el mismo rumbo, caso de las corridas donde triunfaron Talavante y Perera, en las que salió un toro dócil, domesticado, preparado en los tentaderos de las ganaderías comerciales al uso. Si bien, todavía, en las corridas de a pie, si sale un —único— toro que embiste —con maneras cómplices y con un pelín de emoción— se salva la tarde y esta tauromaquia sigue tirando hacia delante, aunque no sabemos por cuánto tiempo. Así, por lo tanto, si nos centramos en esta problemática del toro actual, observamos que este astado claudicante no sólo se ha fabricado para la corrida de rejones, sino que está horneándose para la corrida ordinaria, donde ciertos «toreros de la neotauromaquia», que no se cruzan, que torean al hilo del pitón, que esconden la pierna de salida, que torean despegados, aunque con una ligazón de muchos muletazos hueros, de pitiminí y bellos, consiguen estar cómodos y facilitar un espectáculo previsible, enlatado, amable, trivial, y sin emoción.

Pero no sólo la cuestión de que los aficionados al toreo a pie regalen sus entradas del abono, en las corridas de rejones, reside en este preocupante problema relatado más arriba, sino que, además, en las corridas del toreo a caballo vigentes sale un toro con sus defensas cercenadas, algo que denigra al propio toro y a todo tipo de toreo —seamos serios—. Es cierto —dicen— que esto se produce para que esta clase de espectáculo, así previsto, pueda darse, y que el caballo no sufra y el toreador pueda desplegar una sucesión de maniobras ecuestres montándolo. Viene a ser una deriva del rejoneo moderno que igual habría que replantearse; y, entonces, no sabríamos cómo encontrar una solución. Pues, si en el toreo a pie, aún, en el empuje del toro está la clave de la valía de los matadores que se anuncian con determinadas ganaderías; en el toreo a caballo, el mérito de los caballeros actuales no mora en la dificultad de los toros que lidian, sino en su flojedad, en su claudicación, en su insignificancia y en la liviandad que manifiestan —y ni siquiera intercedería en su estimación que los pitones no estuvieran cercenados—, debido a que, como decíamos, se concibe el suceso con ese toro facilón a favor de un evento benévolo; con público cordial, que no se plantea ni el cómo, ni el por qué, ni el para qué. En este sentido no sabemos si esta misma realidad podría trasladarse a las corridas de toros de a pie: lograr un tipo de aficionado complaciente con toreros habilidosos y artificiosos, que, para corresponder al toro dúctil, desarrollaran una tauromaquia de pases lineales y sucesivos, alejados del fundamento y de toda esencia.

Es factible que, de todo esto, estemos muy cerca, y, ello debería hacernos reflexionar para bien de nuestra afición a los toros. Ya que, si no hay toro, y además, éste está manipulado, nada tiene valor. Y el valor y el distingo son básicos para una vida —con tauromaquia— apasionante, con emoción, que merezca la pena. Ahí lo dejamos. Ahora bien, si creemos que ir a ver rejoneo no hay que acudir por la modalidad de toro; estamos a un paso de que el arquetipo de astado que «las figuras» quieren, haga la misma mella en los aficionados exigentes y cabales en las corridas normales —no ir—.

Bien. A la hora de describir lo realizado por la terna de ayer, ante toros aburridos del encaste Murube, debemos comentar que el caballero más acertado y equilibrado fue el portugués Rui Fernandes. A su primer toro, de poco celo y soso, lo recibió con el caballo Olímpico, y le clavó un primer rejón de castigo en la cruz —fue el rejoneador que mejor clavó— en terrenos del diez, para llevarle después a la grupa por el pitón izquierdo —armonizando su embestida—, y ponerle en terrenos del seis un segundo rejón, desde lejos, detrás de la cruz. Las banderillas largas, con El Dorado, las situó al estribo tras llevar al astado a la cola de su equino y plantearle la suerte de frente, con filigranas de piafé y paso atrás. En banderillas cortas montó a Ilusión con el que realizó una reverencia; y ante un toro ya muy disminuido, por el castigo recibido, puso dos rehiletes. Con el toro muy parado mató en el tercio del nueve tras hacerle la rueda para clavarle el rejón muy bajo. A pesar de este fallo pensamos que fue la lidia más sobria y menos entendida, pues Fernandes llevó al toro con suavidad, aunque sobraron las banderillas cortas. Sólo utilizó tres caballos. A su segundo toro, para alcanzar el triunfo —una oreja— tuvo que emplearse con cuatro equinos —otra ventaja de los rejoneadores: tanto caballo en cada lidia—, e imprimirle más ritmo a la lid de un toro con muy poco celo. Hubo cadencia, toreo de frente, y abuso de banderillas largas —cinco— y cortas —dos—. Con Mistral destacaron las piruetas. Montando al bello Iceberg no encontraba la muerte del toro, y lo logró con un rejón trasero.

Diego Ventura, dio rienda suelta a su rejoneo dominador y rápido, espectacular y veloz, aparente, y en unas cercanías, de equino y astado, que castiga a la montura con numerosas cogidas —si tuvieran los toros puntas serían cornadas— y penalizan al burel con infinidad de hierros sobre su lomo y morrillo. En cada lidia utilizó muchos caballos, cambiando constantemente. Llevó a los toros a la grupa, les sometió a quiebros y requiebros, a carreras, y a recortes por los terrenos de adentro. Al público le solicitó ayuda sucesiva con llamadas a la galería. Clavó, a veces, bien, en ocasiones, mal. Y como decíamos para desplegar su show se dejó dar en las caballerías. Destacaron sus equinos, Brillante y Quitasueño. Por fortuna nos evitó ver cómo Guadiana mordía a algún morlaco, aunque le desabrochó la brida al atacar las banderillas a dos manos. En el quinto toro tuvo el premio de una oreja tras descabellarlo desde la montura en su tercer intento.

Lea Vicens, utilizó muchos equinos con la cola trenzada, para no emplear el toreo «a la cola», como sí hizo Rui Fernandes, y apostó por el toreo con paso al costado, clavando en lejanías, distanciada del estribo, por delante de la cabalgadura al situar los hierros en los astados. En su primer toro se empleó más con Diluvio, al costado, al quiebro y clavando de lejos y trasero. Subió su nivel en el sexto de la tarde con Fermín —que lució lazos blaugranas— al clavar banderillas cortas, muy lanzada hacia el toro. Mató con Espontáneo, mediante un rejón de muerte muy trasero, y algo pícaro en la forma de resolver la puntilla.




FIN

1 comentario:

  1. Señor Campos, es descorazonador,triste y frustrante leer crónicas como la suya referida a la tarde de rejoneo de ayer ,casi sin ninguna esperanza ni para el rejoneo ni para el toreo a pié .Máxime cuando se comparan con otras vecinas en este mismo cuaderno.Pero lleva Vd. más razón que un Santo.Al toreo lo han llevado a un punto, en el que casi lo único que le falta es un buen entierro de muchas capas.Se agradece su claridad,conocimientos y afición.

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