El Jefe del Estado español Francisco Franco
aclamado en la plaza de toros de Barcelona
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Nihil Obstat Progre
Pero, hombre, don Gonzalo Anes: ¿cómo no ha pedido el Nihil Obstat y el Imprimátur de la Inquisición de la Progresía?
Por Antonio Burgos
ABC
NO me gustaría compartir la perplejidad que a esta hora sentirá mi admirado don Gonzalo Anes, director de la Real Academia de la Historia. Tras la publicación de los monumentales 25 primeros tomos del «Diccionario Biográfico Español», don Gonzalo habrá comprobado que hay que revisar la universal creencia de que la Historia la escriben los vencedores. Depende. En el caso de nuestra Historia Contemporánea, la Historia no sólo no la hacen los vencedores, sino que los perdedores y quienes se proclaman sus herederos se arrogan tal superioridad moral que exigen que sean ellos quienes la escriban. A su dictado.
En mis años de Bachillerato casi todos los libros de texto venían con los latinajos de la censura eclesiástica: Nihil Obstat e Imprimátur. Yo me creía que aquello era de los oscuros tiempos de los tópicos que usted conoce mejor que yo sobre la que llaman «España en blanco y negro». Qué va. Esa censura existe. En España existe la censura. Gracias a Dios no existe la censura del Estado, ni la de la Iglesia. Existe algo peor: la censura de la dictadura de lo políticamente correcto, que en el caso del Diccionario Biográfico que nos ocupa es la censura de la dictadura de lo históricamente correcto. Lo históricamente correcto ya saben qué es: los nacionales no ganaron la guerra, y a la vista está de qué vencedores son los que la escriben. Durante los 40 años de la dictadura, que algunos tuvimos el coraje de llamar oprobiosa con Franco vivo, no ahora, que lo hace cualquiera... Durante la dictadura, decía, según esta otra dictadura de lo históricamente correcto no había escuelas públicas gratuitas, ni seguros sociales, ni hospitales de la Seguridad Social, ni paga de Navidad, ni convenios colectivos, ni pensiones, no había de nada. Si las calles de Sevilla (o las de Barcelona, que conste) se llenaban de gente que se partía las manos aplaudiendo a Franco en sus visitas oficiales, rodeado por la Guardia Mora (perdón, Magrebí) es porque detrás de cada aclamante había un policía de la Social o un gris de uniforme, con una pistola, que los obligaba a ello poniéndosela en la nuca.
Para los nuevos censores todo lo que no sea Historia amañada no es Historia. Incluso han puesto una virtual censura de prensa, en la que desde determinados diarios y desde las anónimas puertas de letrina de los blogs y túiteres de Internet ponen como los mismísimos trapos a todo el que un periódico se haya atrevido a transgredir sus dictados, ejerciendo la funesta manía de pensar por libre.
Esta dictadura le ha caído encima a mi respetado don Gonzalo. Pero, hombre, don Gonzalo Anes: ¿cómo se atreve? ¿Cómo es que para el Diccionario Biográfico no ha pedido usted el Nihil Obstat y el Imprimátur de la nueva Santa Inquisición de la Progresía? ¿Usted no sabe que la Historia hay que escribirla como ellos quieran?
Y además, lo que dice ese dechado de libertades que es la ministra Sinde: «Tendría que haber una revisión de equilibrio de género, ya que sólo un 8 por ciento de las biografías corresponden a mujeres». ¡Pues naturalmente, pero aguante usted la risa! Así que ya lo sabe usted, don Gonzalo: esos 25 tomos, que los vea antes la Censura Progre y tache con el lápiz (rojo, naturalmente) lo que proceda. Y las gracias ha de dar usted al cielo de que Tomás Gómez y los pastores del rebaño cultural no se han enterado que es usted Marqués de Castrillón, porque, si no, ¡madre, la que le lían!
En mis años de Bachillerato casi todos los libros de texto venían con los latinajos de la censura eclesiástica: Nihil Obstat e Imprimátur. Yo me creía que aquello era de los oscuros tiempos de los tópicos que usted conoce mejor que yo sobre la que llaman «España en blanco y negro». Qué va. Esa censura existe. En España existe la censura. Gracias a Dios no existe la censura del Estado, ni la de la Iglesia. Existe algo peor: la censura de la dictadura de lo políticamente correcto, que en el caso del Diccionario Biográfico que nos ocupa es la censura de la dictadura de lo históricamente correcto. Lo históricamente correcto ya saben qué es: los nacionales no ganaron la guerra, y a la vista está de qué vencedores son los que la escriben. Durante los 40 años de la dictadura, que algunos tuvimos el coraje de llamar oprobiosa con Franco vivo, no ahora, que lo hace cualquiera... Durante la dictadura, decía, según esta otra dictadura de lo históricamente correcto no había escuelas públicas gratuitas, ni seguros sociales, ni hospitales de la Seguridad Social, ni paga de Navidad, ni convenios colectivos, ni pensiones, no había de nada. Si las calles de Sevilla (o las de Barcelona, que conste) se llenaban de gente que se partía las manos aplaudiendo a Franco en sus visitas oficiales, rodeado por la Guardia Mora (perdón, Magrebí) es porque detrás de cada aclamante había un policía de la Social o un gris de uniforme, con una pistola, que los obligaba a ello poniéndosela en la nuca.
Para los nuevos censores todo lo que no sea Historia amañada no es Historia. Incluso han puesto una virtual censura de prensa, en la que desde determinados diarios y desde las anónimas puertas de letrina de los blogs y túiteres de Internet ponen como los mismísimos trapos a todo el que un periódico se haya atrevido a transgredir sus dictados, ejerciendo la funesta manía de pensar por libre.
Esta dictadura le ha caído encima a mi respetado don Gonzalo. Pero, hombre, don Gonzalo Anes: ¿cómo se atreve? ¿Cómo es que para el Diccionario Biográfico no ha pedido usted el Nihil Obstat y el Imprimátur de la nueva Santa Inquisición de la Progresía? ¿Usted no sabe que la Historia hay que escribirla como ellos quieran?
Y además, lo que dice ese dechado de libertades que es la ministra Sinde: «Tendría que haber una revisión de equilibrio de género, ya que sólo un 8 por ciento de las biografías corresponden a mujeres». ¡Pues naturalmente, pero aguante usted la risa! Así que ya lo sabe usted, don Gonzalo: esos 25 tomos, que los vea antes la Censura Progre y tache con el lápiz (rojo, naturalmente) lo que proceda. Y las gracias ha de dar usted al cielo de que Tomás Gómez y los pastores del rebaño cultural no se han enterado que es usted Marqués de Castrillón, porque, si no, ¡madre, la que le lían!
De un cordón de los zapatos del Caudillo se harían mil presidentes de gobierno como el que tenemos, auqnue nunca tan honrados como el denostado "dictador" como así le llaman los amantes y practicantes de esta dictadura barnizada de democracia que sufrimos donde la asociación para robar y con los terroristas es práctica habitua sobre todo los de los cien años de honradez hijos de pablo Iglesias, otro pacífico y honrado ciudadano
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