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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 29 de julio de 2011

¡Viva la Quinta! / Por José Ramón Márquez

¡Viva la Quinta! 

"...Una gran corrida, un éxito para el ganadero, un triunfo del toro. La prensa, al día siguiente hablaba de ‘peligrosa corrida’. ¡Ah! ¿No era eso?...
José Ramón Márquez

No se nos puede pasar hablar de La Quinta, que con todo el lío y la broma del Pétreo vamos haciendo pereza.

El pasado sábado, el mismo día del congresillo eucarístico de Valencia, en la Plaza de Cuatro Caminos de Santander se dio una interesante novillada de La Quinta, procedencia Santa Coloma y Buendía, que ilustra bastante bien sobre algunos de los males que aquejan a la Fiesta.

La corrida, muy bien presentada, trajo los clásicos pelajes cárdenos de la casa, destacando en la parte zoológica el sexto novillo, Buenosdías, número 12, que era un toro, de preciosa lámina y de impecable trapío. Si hay una palabra que pueda explicar la corrida es la de trapío, en el sentido que yo doy a esa palabra y que va en la línea de parecerse a su estirpe: novillos terciados, con el morro ancho y chato, de ojos vivos y saltones, de cuerna poco desarrollada, degollados, sin mucho morrillo, serios, imponentes. Es que para meter miedo no es necesario tener unos pitones de metro y medio, ni andar atacado de quilos, sólo con tener trapío ya hay mucho camino andado.

Y luego la casta, que es lo que más se odia. Nunca nos cansaremos de decirlo, porque a la gente la quieren liar con la falacia de la bravura, creando ejemplos torticeros con esos bicharracos a los que indultan por esas plazas de Dios, pero aquí lo que interesa para el espectáculo es la casta, es decir la listeza, la vivacidad, la inteligencia, el enterarse de lo que pasa alrededor. Eso es lo que los taurinos odian, porque es lo que al torero le obliga a pensar, le descubre sus carencias, le exige valor para ponerse enfrente y muchas veces le deja al descubierto de sus carencias. Con el toro bobo que se para la cosa es más fácil, o por lo menos se pasa menos miedo.

Frente a los novillos de La Quinta se pusieron Jiménez Fortes, Víctor Barrio y Mario Alcalde. De los tres, los dos primeros están ya listos para tomar la alternativa. A ninguno de los tres se le vio con recursos, con oficio como para resolver los problemas de ese aluvión de casta que acosaba a los peones hasta que se tiraban de cabeza al callejón, que hacía quedarse a los novillos aquerenciados en el caballo, que proporcionaba sustos a las cuadrillas, caídas a los caballos e incluso una cornada a Jiménez Fortes. Hace falta otra preparación distinta de la que ahora reciben la mayoría de los muchachos que se inician en el toro para estar suelto con estas corridas, para saber resolver con guapeza sus complicaciones, para saber lucir los novillos haciéndoles galopar, para poner frente a ellos una muleta poderosa guiada por una mano baja y dominadora. La cosa funcionó las contadas veces que les hicieron bien las cosas a los novillos, que en ese momento respondieron; pero cuando se trató de poner en práctica lo moderno, los novillos protestaron. Se ve que estos novillos no se habían enterado de que ahora son una cosa cultural y la verdad es que, desde esa óptica, salieron muy mal educados.

Una gran corrida, un éxito para el ganadero, un triunfo del toro. La prensa, al día siguiente hablaba de ‘peligrosa corrida’. ¡Ah! ¿No era eso?
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