Triunfo de Zaldívar en el día de José Tomás
El mejicano Zaldívar sale por la puerta grande
en la reaparición de José Tomás
"...Se pidieron las orejas con clamor, pero el palco solo dio la reglamentaria e hizo lo que debió. La bronca al palco fue tan descomunal como absolutamente impropia de buenos aficionados. Esta segunda victoria tomasista de ayer traerá cola y una polémica interminable..."
LA OPINIÓN DE JOSÉ ANTONIO DEL MORAL
El llenazo corrió parejo con el entusiasmo colectivo que provocó José Tomás cuando apareció en la puerta de cuadrillas y en su obligadísimo saludo tras deshacerse el desfile – no llamó a sus colegas para compartir la inmensa ovación – hasta llegar el esperadísimo momento de la verdad. La primera victoria de José Tomás la obtuvo mucho antes de empezar el festejo al elegir una corrida de muy pareja e ideal aunque nada exagerada presentación. Algo lógico porque, además de que el propio torero se ocupa personalmente de ello, cuando se torean tan pocas corridas y con tan abultadísimos resultados económicos, los ganaderos titulares del evento también suben su caché y buscan lo mejor que haya en el campo para la ocasión. Al contrario de lo que ocurre otras tardes, como la de anteayer, en la que dio la impresión de que la carestía que supuso pagar a tres grandes figuras, fue compensada con un encierro baratucho que en la primera mitad fue literalmente impresentable. En tal pecado, llevaron la penitencia empresa y actuantes por haber dejado la cosa en manos de sus veedores.
El interés del festejo de ayer se centró en la actuación del diestro de Galapagar. Pero le salió un copista mexicano, Arturo Saldivar, y le mojó con una oreja del tercer toro. Remedo del mito y valentísimo, anduvo atropellado con el capote y mucho más templado con la muleta. Pero por perderle la cara al toro fue cogido de lleno por milagro sin consecuencias hasta terminar con manoletinas y nuevamente atropellado al matar. La gente se asustó y le regalaron el primer despojo de la tarde. El toro había sido de dos.
En sexto lugar, con el mejor toro de la corrida, Saldivar se merendo a sus colegas, incluido a su modelo, con una no solo valentísima, sino muy buena faena que remató de certera estocada y cortó otra oreja a otro ejemplar de dos. Y salió merecidmente a hombros.
Con un precioso toro sin fuerza, noble con una punta de genio y molestado por el viento lanceó Tomás en el saludo sin poder completar ninguna verónica. En el inevitable quite por estoicas gaoneras, armó un alboroto. Y más en el electrizante que hizo luego por tafalleras cambiadas sin mover un músculo. La faena, brindada a los médicos que le curaron de su gravísima cogida en México, la inició en el tercio, bien por bajo con la derecha de nuevo molestado por el viento y, acto seguido, en los medios por redondos en los que el toro perdió las manos dos veces, naturales aguantando una enormidad sin limpios resultados la mayoría hasta ser desarmado. Más redondos y los de pecho en dos tandas quietísimo pero no todos tersos. Y más naturales de parecidas características. Repetición de lo anterior, nuevo desarme y más de media estocada muy tendida. A una momentánea decepción sucedió una ovación entre tibia y desconcertante.
Una revolera al rematar una serie de frustradas verónicas, fue lo mejor de su recibo al quinto y muy huidizo toro. Otro enclenque al que perdonaron en varas para que resistiera. Las enfrontiladas y personales chicuelinas del quite reverdecieron los clamores del gentío que volvió a enardecerse con otro quite por una especie de manoletinas capoteras hasta salir perseguido por el toro. Brindis en los medios con los tendidos en pie y cogida espeluznante en el primer estatuario. Otra vez la tragedia de por medio. No era toro para eso porque citar desde los medios a un animal aquerenciado a tablas, es un error garrafal impropio de una gran figura del toreo. Tomás tardó en reponerse y volvió maltrecho a la cara del toro para seguir intentando torear corriendo más peligro por no dominar nunca a su enemigo del que siempre estuvo a su merced. Muy valiente, valentísimo, mejor diría que arrojadísimo, pero sin poder templar a su pésimo y ya rajado enemigo, salvo en algunos naturales. Todo fue recibido por el público como una revelación. Y las manoletinas recetadas insólitamente con el compás abierto, para qué contar. Y el delirio con la estocada pese a quedar baja. Ayer no importaron nada los defectos y a nadie se le ocurrió señalarselos. Se pidieron las orejas con clamor, pero el palco solo dio la reglamentaria e hizo lo que debió. La bronca al palco fue tan descomunal como absolutamente impropia de buenos aficionados. Esta segunda victoria tomasista de ayer traerá cola y una polémica interminable.
Por lo que respecta a Víctor Puerto que abrió la tarde, el anovillado y flojucho animal que afrontó, le permitió un vulgar quite por chicuelinas, otro de Tomás por limpios delantales, réplica por verónicas del espada en turno que provocaron la primera caída del burel, y una faena que inició de rodillas y continuó sobre la derecha con el toro cada vez más parado y el torero pesadísimo. Se medio lució con el capote con el derrengado cuarto y, aunque brindó, la faena no pasó de una incómoda y deslucida buena voluntad por lo que al toro le afectó su clamorosa falta de fuerza.
Y ahora a escuchar y a leer las insesateces de muchos ilustres ignorante y las mentiras piadosas o escandalosamente inteesadas cuando no rentabilísimas de los que opinan en la prensa, en la radio y e la televisión. Hay si se hubiera televisado la corrida en directo. Se habría formado un escándalo y de los gordos. Por eso y solo por eso, Tomás no quiere que le televisen. Y esto, señores, no es la Fiesta Nacional. Esto es la vergüenza nacional.
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