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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

viernes, 15 de septiembre de 2017

2ª de feria en Salamanca. Otra grandísima faena de El Juli y, lo demás, para el gato…/ por J.A. del Moral



Hace pocos días, El Juli indultó un extraordinario toro de Daniel Ruíz en Valladolid con general reconocimiento para ambos contendientes. Ayer, en la antañona plaza de La Glorieta salamantina, cuajó otra faena para el recuerdo, solo que ante un toro que sembró el desconcierto en los primeros tercios, llegando a la muleta del maestro madrileño con todo por descubrir. El animal, trocó sus iniciales dificultades por sumisas embestidas. Quien consiguió este radical cambio a mejor fue El Juli mediante su indiscutible maestría y su excelente quehacer. Bien matado, se le concedieron las dos orejas absolutamente merecidas.

No así dos de las tres que sus paisanos le regalaron a Juan del Álamo con la complicidad presidencial y por ser vos quien sois porque, si vulgar anduvo con el mediocre segundo toro, peor aún con el magnifico quinto que fue de vacas dadas sus excelentes condiciones. Si mal se comportó el presidente accediendo a la petición de la segunda oreja, peor fue no conceder la vuelta al ruedo para el que podría ser el mejor toro de la feria. Anoten su nombre: “Ingrato”. Fue bravo, encastado y muy noble, con clase para dar y tomar. Andrés Roca Rey debutó en la capital charra sin que le acompañara la suerte. El tercer toro se movió mucho aunque sin clase alguna, amenazó rajarse enseguida hasta hacerlo del todo. El sexto solamente valió para el capote del espada limeño en su estupendo recibo por verónicas y en un vistoso además de variado quite. Luego, a Roca Rey no le cupo otro remedio que matarlo pronto dadas sus pésimas condiciones.



Otra grandísima faena de El Juli y, lo demás, para el gato…

J.A. del Moral· 15/09/2017

Salamanca. Plaza de La Glorieta. Jueves 14 de septiembre de 2017. Segunda de feria. Tarde agradable con rachas de viento y más de tres cuartos de entrada.
Seis toros de Domingo Hernández, bien presentados y, en su mayoría, cómodos de cabeza. Dieron juego vario con el denominador común de su nobleza en distintos grados de fuerza, predominando los mediocres y sin clase salvo el estupendo para la muleta cuarto y el magnífico quinto por su bravura y gran nobleza. Fue el mejor y más completo toro de la tarde y merecedor mayor premio que una ovación en su arrastre.

El Juli (caldero y oro): Estoconazo trasero de efectos fulminantes, ovación. Estoconazo, dos orejas.
Juan del Álamo (encarnado y oro): Estoconazo trasero, oreja localista. Estocada trasera, dos orejas, excesiva la segunda.
Roca Rey (grana y oro): Petición insuficiente, aviso y ovación. Pinchazo y estocada caída, silencio.

En varas, destacó el picador José Antonio Barroso. Y en palos, Jarocho.


Ya quedó dicho casi todo lo ocurrido en la entradilla de esta crónica sobre la corrida que hasta ahora atrajo más púbico. Una gran entrada con muchos jóvenes y hasta no pocos niños acompañados de sus padres. Me enterneció comprobarlo. No en vano allí estaban una de las más grandes figuras del toreo actual, el diestro más destacado de las tierras charras y la novedad más famosa y atrayente del momento que debutó en Salamanca porque el año pasado no pudo venir tras sus dos consecutivos y graves percances que le dejaron grogui. Había mucho interés por ver al peruano que, desgraciadamente, no tuvo la misma suerte que sus compañeros de terna. Sin que llegara a defraudar, Andrés Roca Rey careció de opciones para haber podido triunfar que fue en lo que se aplicó cual acostumbra cada tarde en la que actúa. Sentido del deber y de la responsabilidad jamás le falta al limeño. Quedó prácticamente inédito con el capote – cinco lances templaditos junto a las tablas en en recibo del tercer toro, precioso de hechuras y pelaje, a la vez que molestaba el viento. Tardeó, escarbó y se defendió en el puyazo que tomó y llegó a la muleta renqueante por su escasa fuerza tras un medio vistoso quite de Roca Rey por tafalleras. 

Brindó su faena al público entre palmas alborozadas y esperanzadoras. Y empezó bien por bajo con la mano derecha sacándolo al tercio para arrancarse por redondos, resultando cuasi cogido al quedar descubierto por culpa del viento. El susto, no arredró al peruano. Nuca le sucede y es de alabar tanta disposición. El toro tuvo movilidad pero careció de clase y enseguida amagó con rajarse. Se fue de la muleta varias veces y, entre una cosa y otra, no resultó propicio para el total lucimiento del torero que basó su trasteo sobre el más potable pitón derecho – apenas tomó Roca la izquierda – hasta lograr una más que aceptable tanda al final. Toda la faena sin estructurar, un tanto deslavazada y pasada de rosca hasta escuchar un aviso antes de recetar un estoconazo que fue suficiente. Inédito, pues, quedó Roca Rey con este toro y aún más inédito con el sexto que fue el peor del envío para la muleta aunque no así para el capote porque, al menos, los salmantinos pudieron gozar las suaves verónicas a pies juntos seguidas de chicuelinas en el recibo del burel y en el variado y brillante quite que hizo después. Pendiente quedó Roca Rey de la próxima oportunidad en la feria del año que viene que esperamos y deseamos suceda con la suerte de cara.

Y ya que me refiero a la suerte, la que tuvo el diestro local, Juan del Álamo, fue digna del cuento de las “Mil y una noches” al corresponderle un quinto toro “para cantarlo en latín”, en griego y en arameo. No hizo honor a su nombre, “Ingrato”, porque fue gratísimo hasta la saciedad. Bravo, encastado, noble y con clase. Ahí es nada. Viendo como era, muchos esperamos que Juan reeditara su gran faena del pasado San Isidro en Madrid. Vana ilusión. El diestro charro anduvo tan vulgar como ya había estado con el segundo de la tarde, no tan bueno como este quinto que cantamos pero también posible. Lo certeras y eficaces de las estocada con que los mató, dieron paso a desaforadas peticiones de orejas que, el palco, se apresuró a conceder. Sobraron dos. La que le regalaron del segundo toro y la segunda que también le regalaron del quinto. Aunque el caso fue que Juan del Álamo se lo creyó… o pareció creérselo… En tamaña dadivosidad presidencial, al usía no se le vino a la cabeza sacar el pañuelo azul que ordena las vueltas al ruedo para los toros más distinguidos. Razón de los pitos que surgieron. No muchos, por cierto, pero más que merecidos. En otras plazas, la bronca al palco habría sido de campeonato. Por estos dispendios y por la calamitosa falta de objetividad presidencial, me es debido terminar esta en gran parte amarga crónica con el gran y merecidísimo triunfo de El Juli para que, al menos por mi parte, les quede a mis lectores un buen sabor de boca.

Anda en vena últimamente Julián como pudimos comprobar y gozar hace pocos días en Valladolid. La particularidad del faenón de ayer fue que, hasta acontecer gloriosamente tan grandísimo trasteo, el cuarto toro de Domingo Hernández – ganadería predilecta el maestro madrileño con muchísimas tesis doctorales dictadas clamorosamente – nos equivocó a todos y, sobremanera, a los peones del maestro, que anduvieron como la chata mientras duró el segundo tercio. Esperó mucho y persiguió más este toro en banderillas. Pero no tanto como para pegar el mitin que dieron los de plata. Hasta en ocho ocasiones ocho tuvieron que intentar clavar solamente un palo en cada frustrado intento. Mejor hubiera sido cambiar el tercio en su mitad. ¿O no?, señor presidente…


Por eso, a no pocos por no decir a la mayoría de los que estábamos en los tendidos, nos sorprendió para bien la gran e irreprochable faena que cuajó El Juli desde su inicio hasta su final. Ya había apuntado el maestro muy buenas cosas con el capote en el recibo y en el quite tras el monumental puyazo de José Antonio Barroso que el toro tomó con inequívoca prontitud y fijeza. Y así continuó comportándose.


El Juli se impuso a su oponente con tranquilidad, con seguridad en sí mismo, con su cabeza despejada, con la facilidad de los elegidos. Convencido y convincente. Magistral en su poderío y en la sabiduría que le es propia. Y con un devenir increscendo hasta la perfección. No es cuestión de contar pases. Ni siquiera describirlos. Fue la limpísima y la templadísima redondez de la faena lo que la convirtió en obra maestra. En una obra imperecedera que puso un punto y aparte además de resultar clamorosamente ejemplar. Nada que ver con lo anterior, incluida la primera faena de Julián frente al primer toro, quizá demasiado larga por su empeño en exprimir más de lo que el propio animal aguantó cuasi agotada la última gota de su brío, y para qué insistir en lo que ya habíamos visto hacer a Juan del Álamo y a Roca Rey. Y nada que ver con lo que ambos compañeros de El Juli, hicieron o no hicieron después.


Para el recuerdo de esta corrida, lo que quedará en nuestra memoria será el faenón de Julián en el deseo de que se repita muchas veces. En la salida a hombros de la plaza, a El Juli le acompañó Juan del Álamo por mera suma de trofeos. No hay más que ver el gesto de cada cual. Gestos delatadores de la abierta felicidad del madrileño y la seria amargura del salmantino. Ambos sabían de sobra lo que había hecho…

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