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Pepe Bienvenida / La suerte suprema

sábado, 30 de septiembre de 2017

Las Ventas. Dos pares de Miguel Martín en otra tarde de cuvis para el olvido, con gatillazo de Ureña / por José Ramón Márquez


Compañero de Andanada consultando el Cossío en chino

Junto a Ureña se vinieron a Las Ventas Sebastián Castella, al que un crítico de los serios en pleno paroxismo y en un esfuerzo ímprobo de imaginación bautizó como “Le Coq”, y un nuevo Adame, el tercer Adame, que este se llama Luis David, de Aguascalientes como los otros, que venía a confirmar la alternativa que le dio Talavante en Nimes hace ahora un año. 

Dos pares de Miguel Martín en otra tarde de cuvis 
para el olvido, con gatillazo de Ureña


¡Pues bueno, hombre!, aquí estamos otra tarde a echarla con los amigos tan ricamente con la excusa de los toros. Por la mañana ya dijeron que no venía Ferrera, que está lesionado y que en su lugar vendría Paco Ureña. La verdad, lo digo con total sinceridad, no derramé una sola lágrima por la ausencia del extremeño, al que deseo una pronta mejoría en su dolencia, sea cual sea, pues anda uno un poco estomagado con esta vitola de maestro que le han echado, que lo mismo si le hubiese visto en Bilbao me había subido a ese carro, pero ocurrió que mientras Ferrera triunfaba sobre la negra arena bilbaína uno andaba sobre la rubia arena de Baia Granelli a casi mil setecientos kilómetros, así que me quedo sin elevar a los altares al pupilo de Tornay y Ellauri y le dejo en el más humilde nicho del torero que no molesta en un cartel. La cosa es que ilusionó que el sitio de Ferrera lo tomase Paco Ureña, a quien el otro día poníamos como ejemplo aquí mismo de torero al que siempre se posterga en sus méritos, utilizando su detrimento para enaltecer a otros de menor compromiso en cuanto al toreo y de mayor influencia en los despachos.

Junto a Ureña se vinieron a Las Ventas Sebastián Castella, al que un crítico de los serios en pleno paroxismo y en un esfuerzo ímprobo de imaginación bautizó como “Le Coq”, y un nuevo Adame, el tercer Adame, que este se llama Luis David, de Aguascalientes como los otros, que venía a confirmar la alternativa que le dio Talavante en Nimes hace ahora un año. 

Y si ya el cartel de toreros, el original, tiraba poco por sí mismo, ya ni te cuento cómo quedaba de apañadito si decimos la ganadería, que es la que don Joaquín Núñez del Cuvillo tiene en Cádiz, los cuvis de toda la vida, los hermanitos de Idílico, el Señor de las Adelfas muerto en extrañas circunstancias nunca bien aclaradas, el megamix de don Joaquín, que no se atina a saber cómo es un Cuvillo morfológicamente, pues son como esos chuchos callejeros, de cuando los había, fruto de mil mezclas y casualidades genéticas. Digamos, simplemente, que los cuvis son como van saliendo y hoy salió uno negro, tres negros con listón, un burraco y otro negro con listón y bragas. No siendo ni de lejos esta de los cuvi una de las ganaderías favoritas, se permitirá que no se haya hecho mucho caso al ganado en cuanto a sus condiciones de casta o bravura, conceptos perfectamente desterrados en esta vacada. Por ello, durante el rato que duró el pim-pam-pum del tercio de varas, más que a ver el comportamiento de los bicornes se buscó el entretenimiento en ver los refilonazos, los costurones, los puyazos donde caigan y demás triquiñuelas con que se iba pasando el rato hasta que doña Cristina, don Euxinio, don Ángel y don Antonio expelían el aire por la boquilla de sus clarines y don Lamberto aporreaba sus secos tambores para indicar que el que va sentado sobre el arre ya se podía ir a otra cosa, mariposa. Me pareció ver que le dieron ciertos aplausos a Pedro Iturralde, que ahora está viviendo ese momento de dulce en que cuando citas su nombre en una conversación, el connoiseur con el que departes pone sus ojillos como bolitas de alcanfor. Ignoro por qué causa le aplaudieron, pero estoy convencido de que fue algo merecidísimo, viendo cómo se organizaban los galafates cuvis en la cosa de las varas, que eran cual cucarachas huyendo despavoridas del insecticida. Así, grosso-modo, hubo uno que era una cabeza grande y una barriga gorda, otro justito en todo, otro feble como un catedrático de estética, otro sin cara ni cuerpo… toros de esos que vienen estupendamente para hincharse a darles los pases cambiados por la espalda que no hay huevos a pegarle a los de José Escolar o a los de Juan Luis Fraile. Avechuchos herrados con la U de la Unión de Criadores, materia artística preparada para dar lo mejor de su falta de inteligencia a aquél que los mandará a criar malvas de un espadazo donde caiga.

Y los matadores. Lo de los Adame es como el dinosaurio de Monterroso. Vayas donde vayas ahí hay un Adame o dos: el pasado mes de julio me voy a un sitio de postín a cenar y allí estaban los Adame. En esta feria de otoño ya llevamos dos Adame, ahora con el de hoy ya son tres con alternativa y según me dice un señor que se lo sabe, aún falta por arribar un cuarto Adame, como si fuesen la caricatura de Pepote, Manolo, Ángel Luis y Antonio (Dios los tenga en su Gloria) en plan hidrocálido. Pues el Adame de hoy viernes, Luis David, es como todos los Adame que le han precedido. A estas horas es técnicamente imposible recordar nada de sus trasteos, bueno… que le robó el inicio a Castella en el de la confirmación, que se puso a darle pedresinas al toro y luego el francés ya no se atrevió a empezar de esa manera, cosa que le agradecemos de manera sincera. Adame se ciñó de manera perfectísima a los planteamientos del neotoreo desgranando en sus dos oponentes su tauromaquia con una sujeción canónica a las normas de dicha estética: no cruzarse, citar con el pico, echar al toro por ahí o por ese otro lado, resolver con otro u otros pases por la espalda. Ni que decir tiene que cuando los animalejos se mantuvieron en movimiento hubo parte del público que bramó, pero que cuando el toro dejó de colaborar en el particular circo del torero los entusiasmos se enfriaron palpablemente. En su segundo lo mismo le habrían pedido la oreja, pero se embarulló con el estoque matando de cualquier manera a la tercera.

Castella está como para asociarse con Perera y montar ambos un negocio que les permita vivir dignamente y ganarse el pan con el sudor de la frente, porque la sensación que da de torero pasadísimo de vueltas, de torero que ya ha dicho todo lo que tenía que decir llega al tendido de manera bastante neta. Para colmo de males Adame le robó su clásico inicio de pases cambiados por detrás y ya estuvo el francés vagando por la Plaza como el fantasmón aquél que recorría Europa en la época del sablista Marx y su compinche el prusiano. Lo cierto es que Castella no fue capaz de poner en marcha ninguna propuesta que atrayese lo más mínimo, ni siquiera al público más acrítico y su labor quedó realmente inédita. 

Y hemos dejado para el final a este Ureña de nuestros pecados, que se vino a echarnos un jarro de agua fría en sus dos trasteos proponiendo dos maneras distintas e incomprensibles de estar con el toro. En su primero dio la impresión de que se había aprendido la faena que venía a hacer y que en esa caja había que meter al toro quisiese o no. Como es natural a animal gana el toro y ni siendo un amable cuvi estaba dispuesto a comportarse como un mueble de Ikea, por lo que la labor de Ureña fue deslavazada y llena de altibajos. Su primero es el típico cuvi que si lo pilla Julián de San Blas lo tunde a mantazos y lo desoreja en plan importancias, toro muy de esa casa ante el que Ureña en vez de aprovechar para desgranar su tauromaquia, tal y como le hemos visto en otras ocasiones, se amontonó. Le sacó tres naturales bien colocado, pura torería, pero el resultado de su labor es pobre. Los especialistas en esta vacada se habrán reído lo suyo viendo naufragar al murciano con uno de esos toros de los que ellos dicen eso de “he disfrutado un montón…” Y en su segundo, muy poca claridad de ideas, rematando por arriba feamente, muchos enganchones y dudas, como quien dice en este toro estaba sin un plan y el trasteo fue tan largo que le tocaron un aviso. Ni mucho menos presentó hoy Ureña su mejor cara, incluso con el estoque, porque además en ambos mató feísimamente, quedándose en la cara del toro, saliendo trompicado y dejando la espada donde buenamente cayó.

En realidad lo más torero de la tarde, lo que justificó el importe de la entrada, fueron los dos pares de banderillas de Miguel Martín, de la cuadrilla de Adame, al sexto de la tarde. Esos pares bien hechos, dejándose ver, cuarteando sin prisas, llegando a la cara del toro y clavando arriba son lo realmente importante de todo lo que pasó en Las Ventas en otra tarde para el olvido.

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