Parabienes por tanto para todos, la familia, los padres que le dieron la vida en tierra de deliciosos contrastes, sin duda, influencia determinante para su peculiar variedad en las suertes; el maestro Ruiz Manuel, en funciones de apoderado tras haber sido su descubridor en la Escuela Taurina de la cálida Almería, donde la suavidad y el temple son denominación de origen; y, por fin, la poesía y la casta que le llega por el sugerente y poderoso crédito de los ganaderos mexicanos Víctor Santillán y Miguel Barroso.
Digamos que Jorge Martínez lo tiene todo, lo mejor de ambos lados del "charco". Y por si mismo, su innata torería. Se ha hecho patente en sus notables comparecencias en las plazas y ferias más importantes desde la pasada temporada, o todavía mejor, desde hace dos años cuando su carrera tomó alas al proclamarse triunfador del Circuito de Novilladas de Andalucía. Su paso por Madrid en las clásicas de San Isidro y de Otoño en la anterior campaña fue impactante. Aunque unas veces por la espada, y otras por la incompetencia de algún presidente no hubo registro de orejas. Como ha vuelto a pasar en la actual edición isidril por la torpeza del "palco", que en tarde de lluvias y vientos no supo catalogar la importancia de sus dos faenas, sobre todo la primera, en cuyo final no hubo suficientes pañuelos sencillamente porque el público atendía sobre todo a sujetar los paraguas, y es ahí donde debió manifestarse el buen criterio y afición del usía.
Pero cómo habrá sido que por los comentarios de los profesionales y de los aficionados cabales, como está siendo asimismo por las críticas a favor y unánimes de la prensa independiente y esmerada, Jorge Martínez vuelve a salir de Madrid en triunfo.
Qué curioso, sin haber cortado todavía una oreja en Las Ventas, el respaldo de la cátedra es total. Porque, hay que decirlo de una vez, Jorge Martínez, novillero aún, se proyecta ya como torero de arte con mucho valor, o si se prefiere, torero de valor con mucho arte. No es un juego de palabras, si no el dictamen definitivo a su talento y capacidad artística: para torear con tanto arte y enjundia, hay que quedarse quieto y hacerlo muy despacio. Es también de los pocos que maneja el capote con soltura, belleza y variedad, yendo además a todos los quites. Con la muleta, su fuerte es lo fundamental, la hondura y el ajuste. Su mano izquierda está bendecida por Dios. De verdad, no es pasión de paisanaje.
Ojalá sepan esperarle las empresas, y los toros le respeten. Hay figura a la vista y lo acaba de refrendar la cátedra.
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