Los toros por una parte. Si criticamos las corridas que se anuncian con dos hierros y que nos presentan como “desafíos ganaderos” sabiendo que nadie desafía a nadie en esas corridas, peor fue esta tarde al ver salir cuatro hierros.
Ahí desfilaron los tres hierros de los Fraile que son El Puerto de San Lorenzo (encaste Lisardo-Atanasio), La Ventana del Puerto (Domecq) y Valdefresno (Atanasio), más el sobrero del Vellosino (Domecq) que sustituyó al segundo inválido del Puerto.
Nadie nos dijo que se trataría de una cuasi corrida concurso, sin concurso y poca corrida pues en su conjunto salió desrazada y floja, si no fuese por el encastado quinto, Cigarro, del Puerto de San Lorenzo, que desaprovechó en parte Emilio de Justo.
Los toreros por otra parte también decepcionaron. A Manzanares lo vimos aplicado, tirando algún pase aislado por la diestra al protestado primero, adornando el final con redondos y matando de una entera baja. Inútil saludo al tercio al que respondió una fuerte división. Ya no está para esas cosas. Silenciado en el cuarto. Aplicado toda la tarde, pero lo vemos cada vez más sin ganas y con un toreo más autístico que artístico.
El peruano Roca Rey, que se anunció para matar por fin una corrida de Lisardo-Atanasio, terminó arreglándoselas toreando dos toros del encaste dominante de Domecq de La Ventana del Puerto, ambos saliendo anovillados y con sus pitones de bolitas, por no decir puntitas, que en esta feria por cierto desaparecieron.
Faena perfilada y anodina al tercero, protestado también, que concluyó con un bajonazo como si nada. Se despidió al sexto sin cosechar ni siquiera una ovación, oyendo un irónico y sarcástico “¡vaya novillero!” al que respondió con innecesaria mirada desafiante a la manera de un Vini Junior.
La desilusión, peor que la decepción, fue ver a un torero querido como Emilio de Justo, con el quinto toro, noble y con gran pitón derecho, sin sacarnos lo que esperábamos de él, o sea, una de esas faenas llenas de autenticidad que hacía antes, en Madrid o en Francia.
Esta vez fue una letanía de pases con el pico, aprovechando el pasaje robótico del toro, arqueando su cuerpo de manera antiestética. Un pelín más complicado lo tuvo con el pitón izquierdo que resolvió con naturales ayudados, muy ayudados.
Es como si el Emilio de Justo que antes impactaba, ahora se frena y propone los mismos conceptos erróneos de otros toreros. Como si el doble original de Emilio de Justo se habría quedado por siempre en este mismo ruedo, un 10 abril 2022 tras la espeluznante cogida que le propinó Romano, de Pallarés.
Tantos días, tantas semanas y tantos meses rememorando ese terrible momento, como para no regresar tocado anímicamente, aunque diga que no. El torero que vimos esta tarde parece sufrir, que lo quiera o no, de su personal síndrome que definiríamos como ‘el síndrome de Pallares’.
Ojalá que con el pase del tiempo y de la temporada, recapacite Emilio de Justo y regrese venciendo ese síndrome, porque sino será solo otro torero más que dio su personal pasito atrás y que volvió a la fila.
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