Madrid, siempre tan exigente, que tanto le ha fustigado durante un cuarto de siglo, hoy lo acoge. Recuerdo cuando le contaban los pases a Dámaso González, o cuando zaherían a Manzanares padre. Ganar el respeto de Las Ventas cuesta mucho. Esta tarde la plaza magna quería demostrárselo, quería premiarlo, pero él no se dejó. Sin embargo, las dos rotundas ovaciones de saludo sonaron como decía Neruda: “Nosotros los de entonces ya no somos los mismos”. Julián no es ya ni ese niño, ni ese joven de insultante carisma. Ya es un torero a los 25 (de alternativa), maduro, con una gran comprensión del toro y una destreza enriquecida en la experiencia. Ni la plaza es ya la que no le regalaba, le reprendía y le enseñaba.
Eso fue lo que refrendo ante su nueva mejor amiga, con dos toros rácanos que a la mayoría del escalafón y quizá a todo el resto les hubiesen obligado a desistir, a desangelarse a rendirse. No a él. Paciente, con amor propio, fe en sí mismo en su oficio y en su arte viejo. Fue aconductándolos, metiéndolos en cintura, dominándolos, forzándolos a ir más allá, más veces, más en redondo y más sumisos de lo que nadie, circunstantes ni televidentes, imaginábamos que se podía. Y repito, avalando con ello la razón de ser del toreo. Cero demagogia, cero retórica, cero pantomima.
Por sobre una que otra fobia personal (no tratada), su discurso torero fue comprendido y asumido emotivamente por la afición. Enterito. Pero la suerte suprema, es la suerte suprema. Todo lo que se hace al toro la tiene por objeto, y si no se la honra, todo queda inconcluso. Ese dogma se lo volvió a repetir esta tarde su vieja maestra.
Morante de la Puebla, desistió ante el manso primero y aprovechó las más amables embestidas para pintar carteles bellos (de los de antes, digo) con el cuarto. El morantismo ardía en deseos. Rugían sus oles antes de saber cómo iban a terminar las suertes. Los reclamos de los cuerdos en lugar de aplacarlos los embravecían. Y disfrutaron del grano y la paja por igual. La punta dio en hueso y una exclamación de dolor como si la faena del siglo hubiese sido malograda resonó hasta extramuros. La estocada subsanó y el saludo en el tercio fue muy merecido y tuvo el efecto de un emplasto a los muchos pitos que le habían sonado en el primero.
Tomás Rufo, tuvo el toro de la tarde, el encastado “Pocasprisas”, númeo 21, colorado de 540 kilos. No le pudo y cuando se le vino a menos, la porfía lució a correr tras el tren ido. Con el otro, soso a morir con el que Fernando Sánchez deslumbró en banderillas, se alargó sin compasión y le pegó un bajonazo también inmisericorde. Don Eduardo Lozano el ganadero defendió su corrida como variada y toreable, quizá más de lo que se vio.
FICHA DEL FESTEJO
Madrid. Jueves 18 de mayo de 2023. Plaza de Las Ventas. 8ª de San Isidro. Novillada. Sol y nubes. Lleno de “No hay billetes”. Seis toros de Alcurrucén, bien presentados, parejos de romana, desiguales de juego.
Morante de la Puebla, pitos y saludo.
El Juli, saludo y saludo tras aviso.
Tomás Rufo, silencio tras aviso y silencio.
Incidencias: saludó: Fernando Sánchez tras parear el 6º,
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