A Morante habría que preguntarle, ¿qué tiene Finito para que no quieras torear con él? Y, sin duda, no respondería, sencillamente porque no hay respuesta posible. Es como digo, una locura al más alto nivel del torero más significativo de la actualidad que, al parecer le molesta tener que actuar junto a otro artista. ¿Qué daño puede hacerle Finito a Morante? Absolutamente ninguno porque mientras Morante lo quiere acaparar todo, Finito se conforma con torear media docena de corridas al año para matar el gusanillo y, si es posible, con permiso del toro, dictar alguna que otra lección importantísima como le ha pasado en estos últimos años y, sin duda, durante toda su vida.
Morante no respeta nada puesto que, sabedor de que está por encima del bien y del mal, aquello de tratar con seres humanos de a pie le cuesta un mundo. El último ejemplo lo tenemos con Pepe Luis Vázquez al que llamaba todos los días, entrenaban juntos, incluso le protegió incluyéndole en algunos festejos para que le abriera cartel y, para desdicha de Pepe Luis, un día toreó con Morante en Granada y, cosas del destino, al diestro de San Bernardo le salió un animal de ensueño y, claro, bordó el toreo mientras que Morante salía andando de la plaza. ¿Consecuencias? Las que pasaron. A partir de aquel momento se acabó para siempre Pepe Luis puesto que, después de aquella afrenta Morante le quitó su protección, e incluso el saludo. Ya no toreó Pepe Luis nunca más, ahí están las pruebas.
¿Qué nos explica todo esto? Que a Morante hay que tenerlo como amigo y, si de toreros hablamos, los que hagan el paseíllo a su lado tienen que ser, además de amigos, alumnos suyos puesto que nadie debe superar al maestro. Las pruebas son concluyentes. Si digo que, respecto a Finito, Morante ha hecho un ridículo de espanto que, por supuesto en nada le afectará pero, los aficionados, todos estamos en nuestro derecho de pensar que Morante es un tipo ególatra que, preso de su esquizofrenia es incapaz de pensar que, además de él, existen toreros artistas y, Finito es de los pocos que pueden equipararse al de La Puebla si de arte hablamos.
Como digo, Finito de Córdoba lleva muchos años que no compite con nadie, torea lo que le puedan ofrecer, no molesta a ningún compañero y, sin entrar en guerra alguna, lo único que le llena de ilusión es dictar alguna que otra lección que le satisfaga y, a su vez, que haga felices a los aficionados que en una tarde determinada han tenido la fortuna de verle. Pensemos que, Finito tiene la vida resuelta, no quiere comprarse ninguna finca, no tiene motivo alguno para ir a la guerra, sencillamente sigue en activo para satisfacer la llamada de su corazón que, a diario le recuerda que sigue siendo torero, y lo será mientras las fuerzas le acompañen que, para su fortuna, además de la salud y las fuerzas, tiene la misma figura torera que cuando tomó la alternativa. ¿Cabe dicha más grande? Pues eso que es tan sencillo, Morante, ni lo entiende ni lo admite. Es una pena que Morante actúe de ese modo tan nefasto que, en definitiva, lo único que logra es granjearse enemigos.
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