Una imagen vale más que mil palabras
"...Tarde de silencios, seis, tras las actuaciones o el empeño de los espadas; tarde de lluvia, mucha, para iniciar y enfriar el festejo -duró toda la tarde ese enfriamiento- y mansos de tres hierros para aburrir a los sufridos espectadores que llenaron los tendidos..."
Se abrió la puerta de chiqueros... Y salió ¿un novillo? Si no lo era, sí era algo muy parecido. A pesar de tener las manos ocupadas con los paraguas comenzaron las palmas de tango reclamando toro, pero desde el palco no les hicieron ni caso.
Perera quiso enderezar el entuerto, pero su toreo lo único que hizo fue enfadar más a los descontentos. La lluvia, el ‘novillo’ y la falta de toreo convirtieron la plaza en un auténtico lodazal. Era este primero de Núñez del Cuvillo y éste y los lidiados después, del mismo Cuvillo, de Cortés y los tres de Victoriano del Río se apuntaron a la mansedumbre, al descastamiento y, por si fuera poco, blandeando y no solo por aquello del barrizal.
La terna, entonces, se empeñó en hacer que aquello pudiera brillar y así se aplicaron a dar pases tan desiguales y dispares que es difícil encontrar algo que pudiera parecerse a la hondura o la profundidad, o lo que es igual, al toreo güeno. Tanto fue así que a alguien le oí decir: ‘pero esto qué es lo que es’.
Toreo de intento y ensayo, no de arte y ensayo, intentando que quienes allí se habían congregado por el cartel, pasados por agua o lo que es igual: chorreando, pudieran conformarse con ver una tauromaquia cercana a pueblerina.
Perera algún pase decente consiguió en su afanosa faena tras del manso cuarto, pero si eso era de agradecer, se convirtió en un desastre con el uso de los aceros y si no recibió los tres avisos fue gracias a que se le paró el reloj al Sr. Presidente.
Talavante, quien el pasado año hizo méritos para no volver, volvió. Y quiso estar por encima de sus inútiles astados, pero le vimos muy prosopopéyico ante el moribundo primero y de igual modo ante el más que soso quinto. Con la espada como el año pasado o como siempre, mal.
Ginés Marín completaba la terna extremeña, pacense para más señas, y no supo entenderse en nada con su primero, anduvo por allí solamente, y quiso estar mejor con el manso sexto, logrando algo más de entendimiento, pero sin llegar a lucimiento alguno.
Tarde de silencios, seis, tras las actuaciones o el empeño de los espadas; tarde de lluvia, mucha, para iniciar y enfriar el festejo -duró toda la tarde ese enfriamiento- y mansos de tres hierros para aburrir a los sufridos espectadores que llenaron los tendidos.
No quiero olvidarme de la ovación de la tarde que fue para un banderillero de lujo: Curro Javier. También fue ovacionado su compañero Javier Ambel por la lidia en el mismo toro 4º.
En conjunto, un petardo de toros y cohetes sin explotar por parte de los diestros actuantes. Ninguna tarde, hasta hoy, se había ido entre tanto silencio. Alguno dirá que la feria va bien...
El día bueno de verdad esperemos que sea mañana, el de hoy ya le borramos.
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