"...Acabó el partido. Técnicamente un 1-1 no es bueno para el Madrid, pero no lo bastante malo como para evitar el espectáculo de Pep haciéndose el pobre, la víctima y el humilde. Pep el del humblebragging rodeado de 'mojabraggings'..."
Real Madrid, 1; Manchester City, 1.
Espadas en todo lo alto
Hughes
Las espadas en todo lo alto, se suele decir en estos casos, una frase ligeramente gay. Menos fálica suena 'El Etihad decidirá'. El 1-1 no es bueno para el Madrid, aunque tampoco es tan malo. Lo peor es la sensación de que Benzema no está.
En las remontadas de los 80, Juanito y compañía tenían un ritual intimidatorio en el túnel de vestuarios. Cuarenta años después, Florentino y JAS aparecieron por allí, subiendo como salmones la escalera final para saludar a los futbolistas y hacer la imposición de manos presidencial.
El estadio lucía ya catedralicio. Mucho más que un San Siro. ¿Por qué no un mural miguelangelesco que retratara, florentino pero también sixtino, las grandezas del Madrid, el dedo de Bernabéu tocando el dedo de Pérez?
(...)
Sonaba el himno y a Haaland, con su cara de niña fea y simpática, se le escapaba una sincera sonrisa de satisfacción.
Sí, era el momento. Era el sitio. Todo un año de fútbol europeo alcanza su clímax ahí.
El Madrid salía optimista con Rodrygo de extremo y Kroos de mediocentro. Pero el aficionado no tiene fuerzas ya ni argumentos para criticar a Ancelotti. Que haga lo que quiera, se piensa, se lo ha ganado. Esto es el sumo paternalismo porque se le toman las cosas, efectivamente, como a un padre. No hay autoridad que oponer a la suya.
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El Madrid mostraba pronto su táctica: correr por Vinicius, preferiblemente, o al menos correr como Vinicius.
EL City tenía a Grealish y Bernardo Silva en las bandas; los dos controlaban de pecho, parecidos, y se iban hacia dentro como falsos extremos. Frente a esos no-extremos, el Madrid oponía la verdad exterior de Vinicius y Rodrygo. Pero eso era signo de algo más. Frente al juego posicional del City, el Madrid optaba por un juego personal, aventurero, de individuos buscando otros individuos lo suficientemente lejos como para encontrarlos con sorpresa y hasta con emoción.
Guardiola veía el partido con americana esta vez. Efectivamente, es un nuevo estilo. Tanto chic para acabar vestido de Dyango... Pep en todo caso es un señor raro, casi extraterrestre, que jamás ha tenido ni el mínimo indicio de una barriga cervecera. No se le conoce un mal mes.
Su genialidad, como su figura, sigue intacta. Tiene el toquecito, la rúbrica. Por ejemplo, Stones subía de la defensa al mediocampo, se incrustaba ahí y parecía haber seis mediocampistas y no tres líneas, como siempre, sino cuatro, una especie de 3-2-4-1.
Pasaba un cuarto de hora y ya nos sonaba la sensación. Habían sido quince minutos para admirar al City, como se admira la colección de un modisto cada temporada. 'Lo nuevo de Pep' en la Pasarela Chamartín, como las últimas creaciones de Valentino, una obra de arte o un prototipo, comentado todo con gran entusiasmo cateto por los 'analistas'. Todo era sublime, cada movimiento de futbolista un alfil movido por Bobby Fischer.
El Madrid, callado y paciente, como si ya conociera la función, estaba en su campo y sin la pelota. El efecto era que con los minutos de inanición peloteril se iba olvidando un poco de sí mismo.
Atravesamos todos por ese desfiladero de tacticismo en el que vemos claro que el partido se seca y que los grandes entrenadores cloroformizan el fútbol, lo odian en parte, le quitan su azar alegre de juego, su médula 'jugativa', que diría Bárbara Rey.
La pelota le duraba al Madrid lo que una televisión a la derecha, pero al menos su posición retraída humanizaba a Haaland, sin espacios.
El City ya llegaba, sobre todo por Grealish, con su pinta irritante de profesor de spinning, todo diadema y gemelos.
La 'genialidad' de Pep es un poco gastronómica y su equipo tenía algo de trampantojo: que los mediocampistas hagan otras funciones, y que los otros hagan de centrocampista.
El City iba apoyando así su cojín contra la cara del Madrid, lo iba asfixiando lentamente y Kroos y Modric quedaban reducidos a pivotillos abnegados, lo que, paradójicamente, aumentaba los elogios.
Hubo un primer intento de Vinicius que salvó Ruben Dias. EL gesto nervioso de Ancelotti era el que habíamos visto en memes todo el año. Las imágenes de todos estos meses desde las remontadas se hacían ahora reales. La leyenda tomaba carne. La misma cara de preocupación y energía: su ceja, su congestión, su nerviosismo, esto ya lo habíamos visto y a la vez era nuevo, era distinto pero se quería idéntico...
Guardiola, que tiene el presupuesto, a Haaland, el entero bombero torero de los mediapuntas, la posición y la posesión se sentía en la necesidad de comerle además la oreja al árbitro porque el Madrid, pasada la media hora, se desperezaba. Su juego era más vertical, aunque siempre de aventurero personalismo. Primero fue en una larga jugada de Camavinga, de área a área, con robo previo de Vinicius, robo que sonó a "¡espabila!".
A Benzema ya se le notaba en los controles que no estaba. Su relación con la pelota se ha deteriorado unas centésimas de segundo.
Camavinga volvió a subir, hizo pared con Modric y luego Vinicius, receptor, marcó de derechazo lejano. Un gran tiro que no tardó mucho en armar, como si fuera otro regate, y que celebró saltando a la vez con Rodrygo, como una pareja de videojuego respondiendo al mismo comando.
El gol de Vinicius era de candidatura al Balón de Oro. Es un jugador que debería provocar la dimisión del 85% del periodismo y la entrega de carnet de algún entrenador.
Tras el gol, el Madrid esperó en su zona como una vaca con trienios, una vaca-Charo imperturbable que lo hubiera visto todo ya y a la que fuera muy muy difícil seducir, camelar...
Además de asegurarse el 'derriere', el Madrid alcanzó el descanso dando un poco de estopa: Kroos a Gundogan o Carvajal a Grealish, al que envió contra la publicidad en una carga 'barely legal'. Carvajal estuvo todo el partido interpretando las posibilidades subterráneas del reglamento, arreglándoselas para estorbar siempre.
En el descanso, al consultar el whatsApp, se veía que hasta los amigos más listos estaban viendo el fútbol. El filósofo: "Hay que meterle al irenismo melifluo de Santpedor"; o el experto en lenguas clásicas: "Ancelotti debería reinventar con Vinicius la falange oblicua de Epaminondas"...
Y es verdad, el flanco elegido para concentrar el esfuerzo era el izquierdo, pero algo iba a cambiar ahí en la segunda parte. Camavinga, al que se echaba de menos como mediocentro por más que guste de lateral, se iba al centro y Modric o Kroos se colocaban en el lateral izquierdo. Kroos suele hacerlo para iniciar el juego, pero ver a Modric ahí resultaba original, una audacia propia de Guardiola. Ancelotti estaba haciendo también 'nouvelle cuisine'.
Pero en esa sobreutilización de Camavinga quizás había algo excesivo. Una puerta abierta al desorden. Primero, hubo justo por su lado una ocasión de De Bruyne que paró Courtois. Era fuera de juego, pero el peligro se sintió y se pudo apreciar la extraordinaria técnica de Courtois, que paró con los dedos. Su mano estaba estirada ya al lanzarse a por la pelota. No estira los dedos durante la acción, sino que los saca ya estirados. Su ser portero es un erizarse, una especie de inmediata crispación muscular. Cuando tenemos un accidente, nos contraemos. El cuerpo se contrae en el peligro. El portero se expande. Qué difícil ha de ser eso...
Haaland tuvo su primera oportunidad y exigió la estirada de Alaba. Iban compareciendo las elasticidades...
Haaland intentaba violentos desmarques no correspondidos por sus compañeros pero seguidos aparatosamente por Rudiger. Eran como dos gigantes en un concurso de zancadas. Cada carrera absurda y exagerada de Rudiger durante estos meses adquiría ahora su explicación y su sentido.
Hubo un buen momento en la segunda parte para el Madrid. Más posesión, más llegadas al área. Tiros, saques de esquina y el miedo que provocaba Vinicius, al que le rodeaban futbolistas sin manos; uno, dos, tres mancos...
Durante esos buenos minutos, llegamos a sentir que el fútbol total era lo que hacía Camavinga y no el mecano articulado de Guardiola.
Pero esos minutos iban quedando en dominio retórico porque Benzema era apenas un nexo entre Vinicius y Rodrygo. Le faltaba él al Madrid para asaltar la eliminatoria.
Aquella genialidad al inicio de la segunda parte acabó regular porque un pase no muy feliz de Camavinga al limbo blando del mediocentro fue robado por Rodri, activísimo todo el partido (casi puñetero), y pasó al empeine de gamuza de De Bruyne, que batió a Courtois con tremendo tiro exterior.
¿Y si por ahí hubiera estado Tchouaméni? Se hablará más, o quizás no, de que el balón ya había salido, aunque el VAR no quiso entrar en ello. El VAR es como la CIA del fútbol y con el tiempo permitirá dos historias: la oficial y la pendiente de desclasificar.
El gol bajó el suflé del madridismo, que ya disfrutaba de ser el pueblo elegido. El madridismo sufre también pequeñas crisis de identidad en las 'idas' en casa. Es pronto para la conexión espiritista y liarse la manta a la cabeza. Así que no se hace gran cosa porque no hay plan B.
El Madrid ya emprendía solo acciones individuales de auténticos exploradores del fútbol como Valverde. Benzema aparecía por fin en un remate de cabeza que paró Ederson.
Pep no cambió, y Carletto sólo al final, señal quizás de que el partido fue bueno para el espectador y también para los entrenadores. Se fueron Modric y Kroos, como ya sucedía el año pasado, pero no Benzema, como debiera haber sucedido.
Desde el gol del City no hubo mucho. Le faltaba al Madrid el impulso agonista, sentir que ya no había nada que conservar.
Acabó el partido. Técnicamente un 1-1 no es bueno para el Madrid, pero no lo bastante malo como para evitar el espectáculo de Pep haciéndose el pobre, la víctima y el humilde. Pep el del humblebragging rodeado de 'mojabraggings'.
Al acabar el partido, un detalle: el saludo admirado y sonriente de Walker a Vinicius. Amor entre extremo y lateral derecho, afortunadamente no español. "Sin envidias ni rencores...", cantaba de fondo el himno antiguo.
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