Terminando agosto hemos conocido nuevos percances de dos toreros, Paco Ureña y David de Miranda, que pagan el alto precio de su osadía. Esa osadía que es arriesgar al máximo cada tarde que actúan.
Respetados... y heridos
Transcurre la temporada e iniciamos el mes de septiembre que, junto a agosto, es el de más actividad.
Terminando agosto hemos conocido nuevos percances de dos toreros, Paco Ureña y David de Miranda, que pagan el alto precio de su osadía. Esa osadía que es arriesgar al máximo cada tarde que actúan.
Se unen a los percances sufridos por Roca Rey y Rafaelillo, quienes han tenido que cerrar su temporada en España debido a las dilatadas consecuencias de las lesiones sufridas. No nos olvidamos de Emilio de Justo quien por tres veces hubo de parar su justo ascenso por culpa de Vistalegre, Cáceres y Bilbao.
No es casualidad. Curiosamente son toreros respetados por los aficionados, precisamente, por esa capacidad para dar siempre cuanto tienen y algo más en cada una de sus apuestas con los toros.
Aquí no pretendemos dejar con ‘las posaderas al aire’ a otro grupo de toreros, pero parece que siempre los percances se los llevan los mismos. Casualidad o no, lo cierto es que como decía el recordado Joaquín Vidal ‘Torear bien es muy difícil… y además muy peligroso’. Será por ello que nos parece que siempre hay toreros que están más cerca de los percances.
Una realidad que no es discutible. Cuanto mejor se quiere hacer el toreo muchos más riesgos hay que asumir. Paco Ureña ha pagado, y sigue pagando, caro ese tributo por querer interpretar el toreo auténtico. Igual camino lleva el extremeño Emilio de Justo. Luego, en otro grupo, hay toreros cuya ‘obligación’ es jugársela cada día para que se les escuche allá donde suelen hacer oídos sordos.
No será por la vía del toreo auténtico, pero si del valor sin cuento. En ese grupo, a la cabeza, este año se ha puesto el murciano Rafael Rubio ‘Rafaelillo’ y, como él y tras de él, pagaron su fuerte tributo Manuel Escribano, Román, Gonzalo Caballero, Juan Leal, Tomás Campos y David Galván entre otros.
Todos tienen un denominador común: enfrentan el toro más serio y/o su compromiso con la verdad del toreo está más que acreditado.
Es por todo ello por lo que los aficionados les otorgan su máximo respeto, por encima incluso que su admiración. Las heridas que sufren y padecen son esas medallas de reconocimiento que les otorga la entrega apasionada a su profesión.
Por supuesto que cada percance, cada cornada, es en si mismo un pago asumido, pero no es menos verdad que hay toreros que pagan muchas más veces y que ello es producto de una actitud, de un compromiso, de una disposición que está muy por encima que la que otros toreros ofrecen. Torear el ganado más fácil y hacerlo utilizando todas las ventajas en la interpretación del toreo, no es el mejor camino para ganarse ese respeto del que aquí hablamos.
A todos cuantos toreros están heridos y convalecientes les mandamos nuestros mejores deseos de recuperación. Queremos que estéis pronto en los ruedos por el bien de la Fiesta.
Respetados... y heridos ¿Por qué será?
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