Deseamos lo mejor para el país y para los venezolanos. Ojalá que todo salga a pedir de boca. Pero ante cualquier resultado de otra clase, no podemos desalentarnos, ni bajar los brazos, pues la lucha por la libertad, no puede cesar por ningún contratiempo en el camino.
EL TOVAR TAURINO Y SU FERIA
Eduardo Soto Alvarez
Los primeros recuerdos de las novilladas de La Plazuela, se remontan a fines de los años cuarenta, cuando el distinguido taurino tovareño José Juan Uzcátegui, tomaba el micrófono para describir lo que pasaba en la arena y de repente señalaba: allí los toros pesan, frase que nos sonaba bien pero no comprendíamos su significado, menos evidente que cuando nos describía los muletazos de pitón a pitón.
Quien puede olvidar la imagen de Galavís, colgado de la cerca para adornar el lomo de la res con la roseta; la de Lorenzo el polvorero, que aprestaba el cañón y disparaba morteros hacia el cielo para alegrar la salida del novillo o hacía totear las recámaras que producían varios estallidos consecutivos a ras del suelo, que lo hacían rebrincar; la del Mudito, que callaba la pólvora para poder ejecutar La Suerte Blanca; o las de Campitos, Magrita de Caracas o Jesús Cordobés (favorito de las meretrices que acudían en grupo a los palcos de sol), bregando para probar las condiciones del novillo.
O quién no recuerda cuando Alonso Briceño se abría de capa, para luego ceder el paso al también paisano José Palillo Salas con las banderillas y enseguida tomar la roja sarga e intentar lucimiento suficiente que le permitiera, mediante colecta previa, ejercitar la suerte suprema; en caso contrario, daba chance para que El Mellizo demostrara sus habilidades con el lazo y luego todos a jalar la soga, para sacar la res del ruedo y meterla al camión ganadero estacionado junto a la plaza o, a veces, arriarla hasta el degüello, como se conocía al no tan lejano matadero municipal.
La música era de rigor y antes del paseíllo jinetes locales caracoleaban sus cabalgaduras en el ruedo cuadrado, en una plaza atestada de gente, tanto en la cerca como en los palcos de tablas, con sus lonas blancas y un solo desnivel, para facilitar la visión de los que llegaban tarde.
Así se fue cincelando el espíritu taurino de varias generaciones de tovareños y hoy contamos con un creciente grupo de aficionados, con diversificada taurinidad, que no se limita a presenciar corridas y también ha ido surgiendo una nueva camada de toreros, la mayoría en la diáspora, pero que regresan al toque del clarín de nuestra más que sesquicentenaria feria. Ambos grupos fortalecen el gentilicio y honran la tradición.
Además, contamos con una plaza de toros que encaja perfectamente con el abolengo taurino tovareño, única en el mundo con un vitral por techo, que con la luz del sol proyecta una gran estrella sobre el redondel.
Pero tal cúmulo de circunstancias favorables, ha tropezado con una perniciosa combinación de populismo y politiquería, vía crucis del país por veinte años, que ha hecho cimbrar los fundamentos de la patria y tratado de desdibujar nuestra nacionalidad. Tampoco los tovareños podemos considerarnos exentos de culpa, pues no ha faltado quienes, a la sombra del poder, se dedicaron a ejercicios de chabacanería, por decir lo menos, que han pretendido desnaturalizar los valores éticos, culturales y taurinos inherentes a la tovareñidad.
Tenemos que recuperar la sindéresis y, a pesar de todo, estamos en la vía. Esta venidera feria será reveladora en muchos aspectos, de la tesitura del país nacional, pues los tendidos de una plazas de toros siempre han sido un reflejo de la sociedad.
Contra la adversidad, crece el entusiasmo, llegan conocidos toreros de España y México, los prolegómenos feriales mal que bien se han venido cumpliendo y la atención se concentra en el Coliseo de Tovar, transformado en piedra de toque del sentir nacional.
Deseamos lo mejor para el país y para los venezolanos. Ojalá que todo salga a pedir de boca. Pero ante cualquier resultado de otra clase, no podemos desalentarnos, ni bajar los brazos, pues la lucha por la libertad, no puede cesar por ningún contratiempo en el camino.
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