"..La prensa ha ido arrinconando a la tauromaquia y nadie se ha quejado con fuerza. Las redacciones de los periódicos no recibieron reclamaciones directas, los directores de la televisión nacional no sintieron las demandas del sector taurino, y de aquellos polvos vienen estos lodos. En general, ni rastro de “especiales” previos a las ferias en los periódicos, ni una noticia de los éxitos de los toreros en los telediarios.."
De aquellos polvos estos lodos
“Deberíais aparecer más en la prensa para promocionar la tauromaquia”, reclamó un aficionado en el turno de preguntas a dos ganaderos que participaban en una tertulia que yo moderaba. Entendí perfectamente lo que solicitaba el asistente, pero la solución no estaba en manos de los criadores, tampoco en las de los toreros ni en las de los empresarios. El modelo que la prensa reserva para el fútbol es perfecto, pero utópico para la tauromaquia. A cada partido se le buscan alicientes para convertirlo en un evento. Clásicos, derbis, revanchas, disputa por entrar en no sé qué competición, defensa del puesto, lucha por la permanencia… Se muestran estadísticas, se provocan piques entre jugadores, cruces de declaraciones entre entrenadores, se caldea el encuentro antes de celebrarse. Y tras la disputa, declaraciones de los protagonistas, explicaciones, análisis de las tácticas de cada equipo, porcentajes de posesión del balón…
Lo mismo sucede con la Fórmula 1, con el Mundial de Motociclismo, con los torneos de tenis o con cualquier deporte que la televisión quiera ensalzar. Recuerdo que en las décadas de los 80 y 90 el baloncesto aparecía hasta en la sopa. Se retransmitía la Liga, la Copa del Rey, el Torneo de Navidad y un montón de competiciones internacionales. Todos conocíamos a Fernando Martín, Romay, López Iturriaga, Solozábal, Llorente, Epi, Margall, De la Cruz, Sibilio o Corbalán. Poco después hubo otra época en la que se le daba cariño al balonmano, y todavía recordamos a Talant Dujshebaev, Urdangarín, Garralda, Urdiales, Barrufet, Hombrados, Lozano, Chechu, Guijosa o Ugalde.
La tele es el gran escaparate, y lo que no sale en ella no existe. Cuando decidió dejar de la mano el baloncesto y el balonmano éstos pasaron a un segundo plano, incluso algún deporte como el boxeo no se puede seguir si no es a través de plataformas de pago. ¿Cómo van a aparecer nuevos aficionados a los combates pugilísticos si nadie los puede ver en abierto? Complicado. Y algo similar le ocurrió a los toros, que pasaron de emitirse en la cadena estatal con periodicidad habitual a ser desterrados por completo.
“Deberíais aparecer más en la prensa”, interpeló el aficionado. Recordé que, por fortuna, llevo trabajando durante más de 20 años en radio y en portales de Internet, que estuve más de una década en televisión, que pertenecí a la plantilla de una revista y que colaboré en numerosas ocasiones con distintos periódicos, para los cuales elaboré extensos “especiales” cada vez que se acercaba una feria, y jamás tuve el mínimo problema en entrevistar a un ganadero. Porque el problema no es que ellos no quieran aparecer en la prensa, sino que la prensa no quiere que ellos aparezcan.
La prensa ha ido arrinconando a la tauromaquia y nadie se ha quejado con fuerza. Las redacciones de los periódicos no recibieron reclamaciones directas, los directores de la televisión nacional no sintieron las demandas del sector taurino, y de aquellos polvos vienen estos lodos. En general, ni rastro de “especiales” previos a las ferias en los periódicos, ni una noticia de los éxitos de los toreros en los telediarios. Y así, cada vez es más complicado que los asépticos entiendan lo más elemental del toreo, y que crezcan los feligreses se convierte en un milagro. Claro, con apariciones en prensa similares a las de los futbolistas, con un minuto en las telenoticias y con la retrasmisión de una corrida desde cada plaza de primera el problema estaría solucionado, pero nadie reclama, y quizá ahora ya sea demasiado tarde.
Por Carlos Bueno
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