"...Nos sentimos orgullosos de él y por él..."
Con lo de Padilla se demuestra que los toreros son los grandes héroes de siempre, que la sangre lo tapa todo incluídas las corruptelas y que no funciona la denominada tauromaquia de la igualdad intentando hacer lo mismo a todos los toros.
La sangre lo tapa todo y…
Ricardo Díaz-Manresa
18- octubre- 2011
Desde el día de la cogida de Padilla estoy conmocionado. Qué momento tan brutal y desagradable. He visto, oído y leído casi todo sobre la tremenda cornada, que me lleva a algunas reflexiones, que supongo se les habrán ocurrido a unos cuantos, pero que no puedo callármelas.
La primera –nada original- es repetir una vez más que los toreros son unos héroes. Lo siento desde el corazón y la cabeza y hay pocos humanos parecidos, si hay alguno, quizá los de Fórmula Uno que han reaparecido después de terribles accidentes. Por eso los admiro tanto, por eso están por encima del común de los humanos y por eso se merecen nuestra gratitud emocionada y nuestro reconocimiento a raudales. He sufrido con todos los que han sufrido con Padilla y por Padilla y siguen sufriendo. Los toreros está claro que son diferentes y también es verdad que los aficionados tenemos una sensibilidad especial.
También me ha conmovido la reacción de sus compañeros, de los taurinos en general y de los aficionados en particular. Como siempre, al servicio de la familia taurina y -como es natural- del afectado y sus familiares. Son una piña en estos casos, quizá en el único. Reaccionan ante la sangre, positivamente, como los medios informativos lo hacen pero muy en negativo. El toro Ratón les encanta. Parecen vampiros. Nadie puso la faena de Morante en Bilbao ni la reciente y posterior a este drama de Talavante en Zaragoza (que demostraba una vez más la superación sublime de los toreros ante las desgracias). Sólo quieren la sangre, cuanto más cruel y tremenda mejor.
La sangre. Y es que la sangre todo lo tapa. Una vez más. Como el colesterol , bueno y malo, hay dos tauromaquias, la salvaje y la artística, la buena y la mala. La salvaje se hace casi siempre fuera de las plazas de toros y atrae mucho a los carroñas. Los buitres siempre están ahí para filmar, contar, escribir, en definitiva para presentar tanto la parte negra. Y la otra está en las plazas, artística, pero dura. Y se subdivide en dos, las dos sangrientas, una mucho menos que otra, las dos arriesgadas, las dos imprevisibles. La de las ganaderías dulces, en lo que un toro lo pueda ser, y la de las alimañas. Las de las vacadas de horchata, los guirlaches que se decía antes, y las duras que se comen a los toreros, con peligro, con barrabases, con riesgo, sordo, abierto, tremendo, irrespirable. Y aquí se llevan más cornadas. Y la sangre de unos cuantos tapa todo el toreo. Cubre los timos, los espectáculos de caraduras, los aburrimientos, los afeitados, los light…La sangre lo tapa todo.
La de Padilla –y de todos los Padillas que en el mundo han sido y serán- sirve para cubrir de heroicidad todo lo que no es. Este es su gran servicio y su enorme sacrificio.
Y esta segunda reflexión nos lleva a una tercera : la tauromaquia moderna, que es un poco absurda pero imparable y quizá irreversible. Aunque Padilla banderillee y todos sus compañeros que destacan con los palos, no es obligatorio que lo hagan en todos los toros, sólo en los que se pueda o vaya a haber un lucimiento seguro. El toro de Ana Romero, santacoloma y difícil, no estaba para banderillar aunque Juan José lo haya hecho incluso con otros peores a lo largo de su carrera, cuando además era más joven y tenía menos cornadas y más facultades. Incluso si se empieza, diga la gente lo que quiera, se puede pedir el cambio una vez puestos dos pares.
El problema de ahora es que se trata a todos los toros igual, desde los nobilísimos a los terroríficos. Se les pone la muleta, tanto si valen como si no. Y ahí a intentar hacer faena. Hay algunos tan sosísimos que es insufrible aguantar cómo nos aburren las faenas eternas sin posibilidad. Antes, los toros malos duraban un suspiro, pero –ay, hombre- los buenos no se iban sin torear. Ahora se van muchos y, por el contrario, se intenta con los imposibles. Pocos espectadores de hoy habrán visto matar un toro a la media vuelta al primer intento. Ni sabrán cómo es. Solamente un recurso técnico que hay que emplear con los astados muy peligrosos. Montarles la espada de frente es casi un pasaporte a la cornada. No meta usted el pico y lo eche hacia fuera ante los toros buenos. Métaselo como recurso técnico ante el peligro con los que no se merecen que los toreen bien.
Esta es una discusión que no se si ganará alguna vez, creo que no, sino que ya ni se plantea. Quieren torear igual a todos los toros, matarlos igual, apuntillarlos por delante y…no echarle la más mínima imaginación ni utilizar recursos técnicos lógicos. Un bajonazo puede ser una infamia según el caso o una manera lógica, coherente y técnica de cargarse a la alimaña.
El caso es que Padilla puso el tercer par y la mala suerte se cebó con él. Teníamos la imagen de aquel miura de Pamplona atravesándole el cuello -me estremezco cada vez que la recuerdo- y ahora nos quedará ésta para siempre. Por eso Padilla es un ejemplo de gladiador, de valor sin cuento, de superación de las dificultades. Un hombre que con sus gestos, sus triunfos, sus desgracias, su cuerpo cosido a cornadas, de arriba abajo, nos enseña lo tremendo que es el toreo y su grandeza inigualable y supongo que inextinguible, aunque ahora muchos bárbaros no lo quieran reconocer. Pero somos más los que sí, a los que la Fuerza Padilla nos contagia de verdadera fuerza. Nos sentimos orgullosos de él y por él.
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